LUIS
MARTÍNEZ. Venecia
Llega a la cita en el hotel Excelsior, el centro de todo esto, antes
que la encargada de prensa. Es él el que aborda al entrevistador entre una nube
de fotógrafos, curiosos y gente recién peinada. "¿Cómo dice que se
llama?... Ah. Igual que Buñuel. Debe de estar orgulloso», dice. David Chase
(New York, 1945), el padre de Los Soprano, la serie que redefinió los límites
de eso llamado televisión, hoy se declara, por orden: a) miembro del jurado de
la sección Orizzonti de la Mostra, b) devoto del cineasta de Calanda y c) amigo
de Peter Bogdanovich. "Estoy inquieto por ver su resurección",
comenta en tono sosegado. Durante todo lo que dure la entrevista, ésa es la
clave: sosiego. Habla despacio, se toma tiempo para pensar las respuestas
en silencio y sólo tuerce el gesto por la reciente polémica en la que se ha
visto envuelto en la Red. Una página web publicó unas declaraciones suyas en
las que supuestamente declaraba muerto a Tony Soprano. "Todavía eso.
Cuántas veces tendré que explicarlo"
¿Qué piensa cuando lee o escucha que series como Mad men, The wire o
Breaking bad no habrían sido posible si antes no existiera Los Soprano?
No creo
que sea verdad. Quizá The wire es la única que no existiera si no hubiérmos
hecho Los Soprano. Matthiew Weiner (el creador de Mad men) es demasiado bueno
para deberme nada.
¿Cree eso de que el mejor cine se hace ahora en la tele?
Bueno,
entiendo que ésa es la razón por la que estoy aquí [se ríe]. Los estudios de
cine se han convertido en algo demasiado grande y mueven demasiado dinero para
preocuparse de nada que no sea ellos mismos. El único sitio que puede, en estos
momentos, ocuparse de historias sobre la gente es la televisión. Hay una
diferencia importante entre lo que nos preocupa y lo que nos distrae; entre lo
que nos cocierne y lo que sólo nos entretiene. El cine, o gran parte de él, se
ocupa de lo primero; la tele, de lo segundo. Quizá sólo gente como Scorsese,
Wes Anderson o Alexander Payne son capaces de escaparse a la regla.
¿No tiene la impresión de que si antes se podía contar la historia del
mundo por el cine, ahora no?
Bueno,
Transformers, a su manera, también es un reflejo perfecto de lo que ocurre.
Un poco triste.
Es lo
que es. Quizá vivimos unos tiempos tristes.
¿Ha participado en alguno de los tours turísticos que pasean por los
escenarios de Los Soprano?
No
todavía [se ríe]. Me llama la atención, y me siento orgulloso por ello, que, de
repente, un sitio tan anodino como Nueva Jersey se ha convertido en el centro
de atención. Al fin y al cabo, las primeras películas mudas como Asalto y robo
de un tren, de 1903, se rodaron allí antes de que los estudios se cambiaran de
costa. Es como devolver la voz a los olvidados; como volver al origen.
¿Cómo definiría su trabajo? ¿En qué autores se reconoce?
Siempre
he pensado que hacer cine es como soñar. Lo que más se parece a una película es
un sueño. Por eso me interesa tanto el trabajo de Luis Buñuel. Recuerdo una
anécdota que contaba en su biografía. Un productor le dijo que la película
había quedado corta y él respodió que no se preocupara, que rodaba un sueño más
y solucionado. Me imagino mi trabajo así. Rodemos un sueño detrás de otro. Todo
es un sueño en un sueño. Ése es el título de un poema de Poe y me parece una
imagen muy poderosa.
Estos día ha vuelto a revolucionar internet una afirmación suya sobre
si Tony Soprano murió o no con ese final de la serie en negro...
En
cierto sentido me siento halagado de que todavía siga suscitando interés o
inquietud mi trabajo. El último capítulo fue emitido hace siete años. Está bien
que se hable de arte aunque sea así. Para la mayoría de mis compatriotas los
artistas son unos idiotas. En América de hecho ya no se habla de arte. Sólo
hablamos de dinero, de si los gays se deben o no casar, de si el aborto es
bueno o malo... Pero no hay espacio para hablar de arte.
Pero, ¿murió o no...?
Es
cansado repetir siempre lo mismo y, sobre todo, tener que dar explicaciones por
no haber hecho lo más obvio. En el New Yorker se me llegó a acusar de sádico
por haber hecho eso. Hace poco volví a ver el final y lo que sentí fue una
profunda tristeza. Me hizo pensar. Quizá es eso lo que la gente no soporta.
Tony era muy amado pese a ser un tipo tan horrible. Sea como sea, el final
tiene que ver para mí con la fragilidad de todo esto, con el tiempo, con la muerte
con la que se relaciona cada día Tony y con los sueños dentro de los sueños de
los que hablábamos. Pero esto es sólo mi interpretación.
¿Recuerda el momento de la muerte de James Gandolfini?
Por
supuesto. Fue muy... No encuentro la palabra. Tengo que pensar en ella.
http://www.elmundo.es/cultura/2014/08/30/5400cc09ca4741b82c8b45ab.html
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