sábado, 30 de agosto de 2014

ENTREVISTA: DAVID CHASE 'YA NO INTERESA HABLAR DE ARTE, SÓLO DE DINERO'



LUIS MARTÍNEZ. Venecia 

Llega a la cita en el hotel Excelsior, el centro de todo esto, antes que la encargada de prensa. Es él el que aborda al entrevistador entre una nube de fotógrafos, curiosos y gente recién peinada. "¿Cómo dice que se llama?... Ah. Igual que Buñuel. Debe de estar orgulloso», dice. David Chase (New York, 1945), el padre de Los Soprano, la serie que redefinió los límites de eso llamado televisión, hoy se declara, por orden: a) miembro del jurado de la sección Orizzonti de la Mostra, b) devoto del cineasta de Calanda y c) amigo de Peter Bogdanovich. "Estoy inquieto por ver su resurección", comenta en tono sosegado. Durante todo lo que dure la entrevista, ésa es la clave: sosiego. Habla despacio, se toma tiempo para pensar las respuestas en silencio y sólo tuerce el gesto por la reciente polémica en la que se ha visto envuelto en la Red. Una página web publicó unas declaraciones suyas en las que supuestamente declaraba muerto a Tony Soprano. "Todavía eso. Cuántas veces tendré que explicarlo"
¿Qué piensa cuando lee o escucha que series como Mad men, The wire o Breaking bad no habrían sido posible si antes no existiera Los Soprano?
No creo que sea verdad. Quizá The wire es la única que no existiera si no hubiérmos hecho Los Soprano. Matthiew Weiner (el creador de Mad men) es demasiado bueno para deberme nada.
¿Cree eso de que el mejor cine se hace ahora en la tele?
Bueno, entiendo que ésa es la razón por la que estoy aquí [se ríe]. Los estudios de cine se han convertido en algo demasiado grande y mueven demasiado dinero para preocuparse de nada que no sea ellos mismos. El único sitio que puede, en estos momentos, ocuparse de historias sobre la gente es la televisión. Hay una diferencia importante entre lo que nos preocupa y lo que nos distrae; entre lo que nos cocierne y lo que sólo nos entretiene. El cine, o gran parte de él, se ocupa de lo primero; la tele, de lo segundo. Quizá sólo gente como Scorsese, Wes Anderson o Alexander Payne son capaces de escaparse a la regla.
¿No tiene la impresión de que si antes se podía contar la historia del mundo por el cine, ahora no?
Bueno, Transformers, a su manera, también es un reflejo perfecto de lo que ocurre.
Un poco triste.
Es lo que es. Quizá vivimos unos tiempos tristes.
¿Ha participado en alguno de los tours turísticos que pasean por los escenarios de Los Soprano?
No todavía [se ríe]. Me llama la atención, y me siento orgulloso por ello, que, de repente, un sitio tan anodino como Nueva Jersey se ha convertido en el centro de atención. Al fin y al cabo, las primeras películas mudas como Asalto y robo de un tren, de 1903, se rodaron allí antes de que los estudios se cambiaran de costa. Es como devolver la voz a los olvidados; como volver al origen.
¿Cómo definiría su trabajo? ¿En qué autores se reconoce?
Siempre he pensado que hacer cine es como soñar. Lo que más se parece a una película es un sueño. Por eso me interesa tanto el trabajo de Luis Buñuel. Recuerdo una anécdota que contaba en su biografía. Un productor le dijo que la película había quedado corta y él respodió que no se preocupara, que rodaba un sueño más y solucionado. Me imagino mi trabajo así. Rodemos un sueño detrás de otro. Todo es un sueño en un sueño. Ése es el título de un poema de Poe y me parece una imagen muy poderosa.
Estos día ha vuelto a revolucionar internet una afirmación suya sobre si Tony Soprano murió o no con ese final de la serie en negro...
En cierto sentido me siento halagado de que todavía siga suscitando interés o inquietud mi trabajo. El último capítulo fue emitido hace siete años. Está bien que se hable de arte aunque sea así. Para la mayoría de mis compatriotas los artistas son unos idiotas. En América de hecho ya no se habla de arte. Sólo hablamos de dinero, de si los gays se deben o no casar, de si el aborto es bueno o malo... Pero no hay espacio para hablar de arte.
Pero, ¿murió o no...?
Es cansado repetir siempre lo mismo y, sobre todo, tener que dar explicaciones por no haber hecho lo más obvio. En el New Yorker se me llegó a acusar de sádico por haber hecho eso. Hace poco volví a ver el final y lo que sentí fue una profunda tristeza. Me hizo pensar. Quizá es eso lo que la gente no soporta. Tony era muy amado pese a ser un tipo tan horrible. Sea como sea, el final tiene que ver para mí con la fragilidad de todo esto, con el tiempo, con la muerte con la que se relaciona cada día Tony y con los sueños dentro de los sueños de los que hablábamos. Pero esto es sólo mi interpretación.
¿Recuerda el momento de la muerte de James Gandolfini?
Por supuesto. Fue muy... No encuentro la palabra. Tengo que pensar en ella.


http://www.elmundo.es/cultura/2014/08/30/5400cc09ca4741b82c8b45ab.html

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