Los dos maestros pianistas
ensamblaron su arte con la música del grupo humorístico y la orquesta
West-Eastern Divan
Francisco Peregil Buenos
Aires
Barenboim, Argerich y Les Luthiers en el Teatro
Colón de Buenos Aires. / Silvina Frydlewsky (EFE)
Había ganas de pasarlo bien. La semana del Festival
Barenboim de Música y Reflexión estaba dejando a Buenos Aires con la
boca abierta. Hubo de todo: un día, Barenboim dirigió a la que considera la
mejor pianista del mundo, su compatriota Marta Argerich; otro día, él y ella
tocaron a cuatro manos a Mozart, a Schubert y a Stravinsky; otra tarde, él
dirigió a la West-Eastern Divan con varios fragmentos de Tristán e Isolda…Y
faltaba lo nunca visto, lo nunca imaginado incluso en Argentina: los cinco
músicos del grupo humorístico Les Luthiers tocando junto a ellos y la
West-Eastern Divan en el Teatro Colón.
La idea de juntarlos a todos se le había ocurrido a la esposa de
Barenboim, la pianista Elena Bashkirova. “Yo le había hablado mucho de ellos y
mostrado los vídeos”, contó el maestro al diario Clarín. “Y ella me dijo: ‘Ya que vas a la
Argentina con Martha y en un plan sentimental, ¿por qué no te das el gusto de
hacer algo con ellos?” Y así fue. Pero, ¿cómo ensamblar el rigor de Barenboim o
la sutileza de Argerich con los chistes de Les Luthiers
y el delirio de sus instrumentos musicales?
El concierto estaba programado el sábado a las ocho de la noche, pero
había tanta expectación que el teatro casi se llenó durante el ensayo de las
once de la mañana con gente que no pudo hacerse con una entrada. Había ganas de
pasarlo bien, pero también había cuchicheos, murmullos en la platea, mientras
Barenboim dirigía. Y de pronto, el maestro, vestido con camisa blanca de mangas
cortas, se volvió en su silla, dio la espalda a la orquesta, encaró al público
y con una voz tremebunda gritó: “¡Silencio, por favor!”
No faltó el caso de una señora temeraria que se atrevió a aplaudir el
grito del maestro. Pero él continuó:
— Estamos aquí trabajando para que ustedes lo pasen bien. Pero
necesitamos silencio. ¡Y no olviden encender los móviles al salir!
Con la misma voz:
Un espectador
— ¡Y no me corrijan! ¡No olviden encender los móviles al salir!
La seriedad estaba puesta al servicio del arte y el humor. Esa fue la
clave de una mezcla tan atípica. En la primera parte del concierto tocaron La
historia de un soldado, compuesta en 1917 por Igor Stravinski sobre la base
de un texto de Charles Ferdinand Ramuz. Tres de Les Luthiers relataban la
historia de un soldado que le vendió su violín al Diablo y la orquesta
acompañaba la narración con la música. O viceversa. Y en medio, a Barenboim se
le ocurrió meter a una pareja bailando tango y no se privó en el ensayo de
probar algunos pasos junto a la bailarina.
En la segunda parte interpretaron El carnaval de los animales,
suite de 14 movimientos escrita en 1886 por Camille Saint-Saëns. Ahí se
incorporó Martha Argerich al espectáculo.
Y uno a uno fueron apareciendo Les Luthiers, cada uno con sus
instrumentos surrealistas. Algunos espectadores comentan que resultó
especialmente gracioso escuchar a artistas consagrados de la talla de Argerich
y Barenboim practicando escalas, como si hicieran sus primeros pinitos en el
piano.
El teatro estaba lleno, pero no abarrotado como cuando tocaron el
martes a cuatro manos Barenboim y Argerich. En esa ocasión había personas de
pie en los pasillos laterales de la platea. Esta vez fue una noche agradable,
pero no apoteósica. Solo hubo un bis, que interpretaron en su totalidad Les
Luthiers, con Barenboim y Argerich como espectadores. “Solo hubo un bis porque
Barenboim tenía que tocar al día siguiente”, explica un empleado del Teatro
Colón. “Tanto él como Argerich estaban muertos de cansancio. Pero hubo 15
minutos de ovación. Y, desde el punto de vista musical, hubo un momento muy
bueno, que fue cuando el chelista de la orquesta tocó un instrumento de Les
Luthiers y le agarró un sonido que se comió toda la ovación del público”,
añade.
Un espectador muy asiduo del Colón, que prefiere preservar su nombre,
comentaba: “No fue fácil unir dos estilos totalmente distintos. Les Luthiers
han hecho de su vida un cuestionamiento de la estructura de los conciertos y
ahora no era fácil verlos con los dos maestros. La primera parte, la del
soldado, creo que al público en general le pareció lo más tedioso. Y, sin
embargo, puede que fuese lo más logrado, porque Les Luthiers se limitaban a
narrar, añadiendo algunos comentarios jocosos al texto original”.
“En la segunda parte”, continuó el citado melómano, “que era la de El
carnaval de los animales, Barenboim actuó con ellos para crear algunos
chistes. Pero en el fondo, fondo, fondo… Creo que no tuvimos ni lo mejor de Les
Luthiers ni lo mejor de Barenboim y Argerich. Como experiencia hubiese sido más
provechoso asistir a un concierto de Les Luthiers solos y reírnos a mandíbula
batiente y a otro de Barenboim y Argerich tocando juntos ellos dos, como el del
martes. Ese sí que fue irrepetible”.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/10/actualidad/1407690723_120751.html
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