Estrella del New York City
Ballet desde hace más de diez años, el bailarín español ofrece una única gala
en El Escorial
CRISTINA
MARINERO
Es el único español de la Historia que lleva más de una década como
primer bailarín del New York City Ballet (NYCB), compañía que atesora el legado
de Georges Balanchine y Jerome Robbins, dos de los grandes coreógrafos del
siglo XX. También, y como Mikhail Baryshnikov, es de los únicos en haber sido
primera figura tanto del NYCB como del American Ballet Theater.
Componente de la sensacional generación que surgió en los ochenta de
la escuela de Víctor Ullate, integrada por Tamara Rojo, Ángel Corella, Igor
Yebra y Lucía Lacarra, entre otros, Joaquín de Luz (Madrid, 1976) es quizás el
menos conocido en España de esta quinta del buitre de la danza.
El bailarín vuelve a España como protagonista de una gala junto a
primeros bailarines del NYCB. Será hoy en el Auditorio de San Lorenzo de El
Escorial, seis años después de su última actuación en Madrid.
Antes, ha bailado en Menorca y en Roma, donde ha participado en el
homenaje por el 20º aniversario de la muerte de Rudolf Nureyev, vestido con el
traje del divo para La Sylphide, ballet que estrenará, por primera vez, en
enero. Será en la versión que el director del NYCB, Peter Martins, monte para
la compañía cuya sede en Lincoln Center, el David H. Koch Theater, lleva el
nombre del empresario que donó 100 millones de dólares para arreglarlo.
En la gala ofrece algunas de las joyas coreográficas de Balanchine y
Robbins.
Sí.
Apollo es un gran clásico, con música de Stravinsky, un plato fuerte para
empezar. De ahí vamos a un paso a dos mucho más alegre, Tarantella, muy
italiano, y a Other Dances, dúo sobre música de Chopin, creado por Robbins para
Baryshnikov y Makarova. Terminamos con Who Cares?, con música de Gershwin, muy
americano.
¿Por qué no actúan también en otras ciudades?
Había
varias interesadas y cancelaron. Me encanta venir a España, pero tristemente
hay poco interés por la danza. Se prefiere un ballet ruso malo durante un mes
en la Gran Vía. Pero estoy muy agradecido de, al menos, ofrecer esta gala.
En septiembre inician temporada del NYCB, ¿preparan muchos estrenos?
Cada
año se programan más de 30 ballets. Es una ciudad donde todo pasa rápido, hay
que ofrecer calidad y variedad al público para que llenen noche tras noche.
Sin embargo, la Metropolitan Opera House está viviendo un momento muy
difícil.
Creo
que, desde que entró el nuevo manager, la gente está un poco desencantada.
Porque, cuando se va al Met, se quieren ver óperas como La traviata de
Zefirelli, montajes tradicionales. Hay que hacer nuevas producciones, pero sin
quitar los clásicos.
En el NYCB, Peter Martins sí mantiene el compromiso con su tradición.
Es la
identidad de la compañía. Aunque se hagan nuevas coreografías, no se puede
borrar la obra de Balanchine y Robbins, sería un suicidio.
Hablando de sus inicios con Ullate, su generación fue única, ¿cómo lo
recuerda?
Fue una
época estupenda, todos siguen haciendo cosas importantes en el mundo de la
danza y creo que Víctor fue el catalizador de todo, un gran maestro. Fuimos
afortunados de estar en esa clase magnífica.
No ha vuelto a suceder...
Es que
hay épocas especiales. Ha pasado en el Bolshoi, en el Ballet de Cuba o en la
Ópera de París. Me enorgullece mucho cuando triunfan mis compañeros.
Ángel Corella, ahora director del Ballet de Pennsylvania, intentó
impulsar una compañía en España ¿Pensó alguna vez en algo parecido?
La
verdad es que no. Me encantaría venir si me ofrecieran algo como director, pero
en este país no se puede empezar la casa por el tejado. Hay que crear afición,
empezar despacito. De momento, estoy contento con poder mostrar lo que bailamos
en Nueva York.
¿Y ha tenido contacto con José Carlos Martínez -en 2009, los dos
recibieron el Premio Benois de la Danza- para bailar con la Compañía Nacional?
Nos
llevamos muy bien y está haciendo lo que puede con lo que le ha tocado vivir.
Estaría encantado de colaborar con él. Porque aún no he bailado en el Teatro
Real, con eso lo digo todo...
Pues habrá que remediarlo enseguida...
Sería
estupendo. Aunque parece que uno no es profeta en su tierra. Aquí pocos saben
quién soy.
Pero en Nueva York, sí ¿Qué supone ser figura del NYCB?
Un gran
reconocimiento, la gente te para por la calle a felicitarte, es muy bonito.
Pero también es una gran responsabilidad. He trabajado mucho y creo que lo
merezco, pero cada día sigo dando gracias a Dios por ello.
¿Seguirá allí hasta el final?
Sí.
Peter no piensa que esté cerca, ni mucho menos, mi retirada. Pero sé que no voy
a poder bailar siempre y disfruto cada día a tope.
Tiene 38 años, por lo que, al menos, le quedan cinco o seis más...
Veremos
lo que dice el body.
Y, ¿dónde se ve en el futuro?
En la
enseñanza y la dirección. Quiero transmitir mi experiencia a los nuevos
bailarines.
Ya ha empezado a planificarlo, ¿no? Estudia un grado universitario.
Sí, una
asignatura cada semestre, despacio. Me gustaría aprender más sobre la parte
administrativa. Siempre hay un patronato al que justificar el tema económico y suele
ser el problema de muchos directores de ballets, que no saben manejarlo.
Desde aquí, envidiamos cómo los millonarios donan en EEUU tanto dinero
a la danza...
El
Gobierno da muy buenos beneficios fiscales a los mecenas de las artes. Así, las
compañías pueden existir. La educación y la cultura son primordiales para un
país, es muy triste que en España se recorte tanto y no se apoye el mecenazgo.
Antes que bailarín, ¿es verdad que iba para torero?
Sí, mi
abuelo era un gran aficionado y en mi familia lo somos. Estuve una temporada en
la escuela taurina.
¿Y le han influido los movimientos del toreo en su forma de bailar?
Sí,
seguro que sí. Pero el ballet es menos peligroso. Bueno (y su voz se torna
pícara), algunas bailarinas sí que pueden llegar a ser bastante peligrosas...
http://www.elmundo.es/cultura/2014/08/05/53dfd4ac268e3ea3038b4582.html
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