Una vista panorámica de Villa Vizcaya con la
isleta artificial que sirve de rompeolas. / ÁLVARO LEIVA (AGE)
En 1953 Villa Vizcaya
abrió al público por primera vez; hoy recibe casi 300.000 visitantes al año. El
millonario y coleccionista James Deering (1859-1925) se construyó su sueño a
toda prisa entre 1914 y 1916, estratégicamente instalada la construcción frente
a la bahía Biscayne en Miami, proyectada por el entonces joven arquitecto
Francis Burrall Hoffman (1882-1980), que fue escogido por el decorador y pintor Paul Chalfin (1874-1959). Los dos habían
estudiado Bellas Artes en París. Hoffman, cuaderno en mano, dibujó el terreno y
anotó las ideas de Chalfin, que realizó en Vizcaya su gran trabajo (su otro
encargo que se recuerda es la decoración del apartamento de la actriz Lillian
Gish, confidente y amiga de Deering). Para la casa de Miami hay muchas
referencias pero una fuente principal: la Villa Rezzonico-Borella en Bassano
del Grappa (1700-1706), que atesora una rareza, el lienzo El triunfo de la
fe de Antonio Canova y unos arcaizantes jardines escultóricos.
Paul Chalfin había hecho su grand tour por Italia y estudiado
la técnica del mural, especializándose en arte chino y japonés antiguo; su
temprana fama vino por ser un hábil copista de Piranesi, Pontormo y Tiepolo. El
tercer convocado fue el colombiano Diego Suárez (1888-1974), arquitecto
paisajista de madre italiana que luego litigó con Chalfin por el asunto de los
créditos del jardín de Vizcaya.
No hay mucho misterio en la elección del lugar para la villa
italianizante: James padecía de una anemia perniciosa que desde la adolescencia
lo hizo frágil, y los médicos de la época recomendaron baños de sol y mar,
además de clima templado. Ya antes la familia pasaba los inviernos en St.
Augustine, en la misma Florida. Después James compró aquellas 72 hectáreas
justo donde había recalado en su segundo viaje de conquista el vallisoletano
Juan Ponce de León en 1521, que había salido de La Habana y allí volvió a morir
herido por una flecha envenenada de un indígena. Ponce de León (que se había
hecho rico velozmente explotando a los taínos), al que Deering admiraba, en su
primer viaje había llegado el Domingo de Resurrección y así bautizó esas costas
(que creía una pequeña isla) como Tierra de la Pascua Florida. Hablando de
barcos, James Deering tenía dos yates: Psyche y Nepenthe, el más
grande, con mesa para 12 comensales y piano. Homero ya mencionó en La Ilíada
la “nepenthe”, una droga para la tristeza o el olvido. Hay muchas
conjeturas sobre por qué el barco se llamaba así, que permanecía anclado y
lustroso frente a Coconut Grove; lo usaban para saraos. El pintor John Singer
Sargent, al que se le atribuye un romance con Deering, en 1917 visitó Villa
Vizcaya, paseó en el barco, retrató al anfitrión a la acuarela e hizo otras
aguadas de la fastuosa residencia y de varios obreros desnudos sobre los
grutescos del jardín. Los modelos fueron los obreros (los jardines no se
terminaron realmente hasta después de la muerte del dueño), afroamericanos
musculosos y algún que otro mozalbete irlandés. Hay versiones legendarias sobre
el simbolismo de la fuente de Ganimedes y el tapiz del león en erección, pero
la realidad es que Deering nunca se casó ni tuvo novia, y Sargent fue descrito
por su amigo Jacques Émile Blanche como "un obseso sexual y un
pervertido" (menos mal que eran buenos amigos); Chalfin y Suárez eran todo
lo abiertamente gays que se podía ser entonces, que no era poco.
A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, no hay compra
compulsiva en Deering, como si en su mente (y en la del decorador e inseparable
compañero) la casa ya existiera. En la villa se usó una ingente cantidad de
piedra caliza cubana, mucha de la cantera de Jaimanitas y también muchas tejas
de antigua manufactura colonial que se trajeron de la cercana Cuba.
Deering, en una acuarela de Sargent.
Chalfin tuvo en The New York Times una agria polémica al
escribir: “Hoffman hizo la instalación de las cañerías y yo hice la casa”.
Hoffman se cabreó, amenazó con una demanda y el diario publicó una
rectificación. Deering había elegido a Chalfin como consultor de arte, y juntos
a Hoffman como arquitecto. Diego Suárez mientras tanto escogía magnolios y
azaleas, logrando un ejemplo insuperado de cómo producir el efecto de la
formación ajardinada europea con vegetación tropical. El colombiano había sido
ayudante de Sir Arthur Acton (1873-1953, hijo ilegítimo de Eugene Acton y padre
de Harold Acton, que inspirara a Evelyn Waugh el personaje de Anthony Blanche
de la novela Retorno a Brideshead) en la restauración de los jardines de
La Pietra, su villa en las colinas de Fiesole, en los alrededores de Florencia.
Fue Suárez quien sirvió de guía a James Deering y Paul Chalfin para recorrer
parterres florentinos buscando inspiración. Luego Suárez viajó a Nueva York y
fue contratado para realizar los exteriores de Vizcaya, pero abandonó en 1917
tras la bronca. Fue Hoffman quien, ya en los años cincuenta, otorgó a Suárez su
justo lugar en la obra.
En una nota manuscrita de Paul Chalfin en 1922 al dorso de una foto
del Casino pone: “Si la proporción es la más alta expresión de la belleza, como
creo que lo es, no sé dónde se va a ir a buscar algo más hermoso que lo que se
muestra en esta fotografía”. Se puede decir lo mismo de la isleta rompeolas
inspirada en la isla artificial que hizo el emperador Adriano (¡cómo no!) en el
río Tíber; o del nudo axial de las cascadas… y como escribe Herb Hiller: “¿Qué
es Vizcaya sino un ‘déjà vu’ a gran escala?”. También podemos verlo como
Carl J. Weinhardt: “Un set teatral. Vizcaya es puro teatro”.
En la obra participaron artistas importantes como Alexander Stirling
Calder (1870-1945), el padre del de los móviles y responsable de la decoración
y esculturas de la barcaza de piedra; el francés Gaston Lachaise (1882-1935),
que ideó los pavorreales de piedra para el Puente de los Pavos; el muralista
Robert Winthrop Chanler que pintó al fresco la gruta y fantasía del fondo
marino para la piscina de inspiración romana, mitad cubierta, mitad al sol;
Charles Cary Rumsey (el realizador de la estatua de Francisco Pizarro que está
en la plaza de Trujillo) que modeló y fundió los lagartos y las ranas de plomo
que decoran la base de la fuente en la terraza sur; Ettore Pellagatta (1881-1966)
que esculpió en piedra caliza nativa muchas de las figuras y elementos
arquitectónicos del jardín; el malogrado amigo de Stravinski y Jean Cocteau de
origen suizo Paul Thévenaz (1891-1921), pintor de murales que completó el
techo del Casino y su logia abierta y el maestro de la forja polaco Samuel Yellin (1885-1940),
que pobló Vizcaya de sus cancelas, aldabas y rejas labradas en hierro y bronce
(le decían “el diablo del metal”).
James Deering muere a bordo del vapor S. S. Paris regresando de
Francia y llevando en las bodegas las últimas adquisiciones para su sueño en la
bahía de Biscayne; tenía 65 años. Ya antes había perdido más obras de arte que
había embarcado en el Titanic. La propiedad quedó en manos de su medio hermano
Charles (1852-1927), que murió dos años después, pasando el testigo a las dos
sobrinas, que la vendieron a la ciudad por un millón de dólares con su
contenido íntegro. Ellas apenas usaron la casa.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/12/actualidad/1407858497_961896.html
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