LUIS MARTÍNEZ
DIEGO CRESPO
Un aeropuerto parece el
sitio ideal para reiniciar la vida. O cuando menos, imaginársela diferente. A
un lado, obviamente, el de El Prat. Tampoco se trata de destruirla. Sirve igual
para ordenar las prioridades en la soledad de la espera que para cambiar de
tarjeta de crédito. Quizá las dos cosas sean lo mismo. Desde que Marc Augé
popularizó lo de los no-lugares, los pobres han sido estigmatizados por ser
espacios de paso extraños y sin historia, despersonalizados y voraces; lugares
en los que los peores instintos de la sociedad que consume su más íntima ansia
de consumo son exhibidos con una arrogancia tan siniestra como, tal vez,
alienante. Siéntete libre y, lo más importante, seguro de comprar, de desear
ser otro.Y luego está la fascinante sección de libros. Entre best sellers,
revistas y chicles Trident, allí Joaquina Fernández nos invita a pensar en
nosotros mismos ("Diseña tu vida para ser feliz", se lee en el
subtítulo). No lejos, Elsa Punset propone 250 rutinas exprés para mejorar la
vida. Se refiere a la misma vida de antes. Anxo Pérez nos avisa de que sólo
"el 2% de las personas aprovecha su inteligencia" (un cálculo, quizá,
demasiado optimista). Rompe la barrera del no, nos dice Chris Vos a la vez que
Jesús Matos da los buenos días a la alegría e Idriss Aberkane nos conmina a
liberar el cerebro. Todo sea, escriben, "para superar la tristeza".
Hay más: aquí, un «monje urbano» pretende que paremos el tiempo; un poco más
allá, una pareja que promete enseñarnos a descubrir los animales (oso, tigre y
dragón) que viven en nosotros.También hay mensajes contradictorios. Años lleva
Marie Kondo enseñándonos a ordenarlo todo. Yo mismo, no me pregunten por qué,
pongo ahora los jerseys de canto en el armario. Pues bien, en la misma
estantería, Tim Harford se empeña en demostrarnos ahora que el desorden no sólo
es creativo, sino que ayuda a transformar, de nuevo, la vida. La cuestión es
cómo decidirse. Tal vez, como diría aquél, la vida al final va a ser eso que
pasa mientras leemos la forma de mejorarla. Acaban de anunciar mi vuelo y una
simple estantería se antoja el síntoma más evidente de lo peor. En efecto, nos
estrellamos.
http://www.elmundo.es/opinion/2017/09/01/59a86685e2704eda178b45a5.html
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