GUILLERMO ALTARES
Manifestación en
París en 1969 contra el asesinato de Enrique Ruano. EFE/FUNDACIÓN LARGO
CABALLERO
Más que cualquier
investigación histórica, varias películas ayudaron a los franceses a entender
lo que había ocurrido durante la Ocupación y a poner en duda el relato sobre el
que se había fundado la posguerra. No se trataba de franceses heroicos combatiendo
en la Resistencia contra los nazis, sino de algo mucho más complicado, más
cercano a una guerra civil, en la que algunos colaboraron con los alemanes y
otros se opusieron mientras una gran masa esperaba a que pasase la tormenta.
Por ese motivo le
gustaba tanto a François Truffaut un filme de Claude Berri titulado El viejo y
el niño (1964). Relata la historia de un anciano profundamente antisemita —un
mal muy extendido en la Francia de entonces— que acoge a un niño judío al que
sus padres quieren esconder. El viejo se convierte en su abuelo adoptivo y
entabla una relación de afecto muy profunda con el menor. Truffaut sostenía que
reflejaba lo que había ocurrido en Francia durante la Ocupación, porque hablaba
de personas que no habían hecho nada, ni en un sentido ni en otro, que habían
dejado que el tiempo corriese, que en cierta medida habían conseguido esquivar
la historia.
Esto es algo que ha
ocurrido en la mayoría de las dictaduras, sin ir más lejos durante las largas y
fétidas décadas del franquismo. Por eso es tan importante ser justos y recordar
a los que sí hicieron algo, a los que se comprometieron. El domingo se rindió
homenaje en Madrid a Enrique Ruano, el estudiante de 21 años asesinado por la
policía y sobre el que luego el régimen vertió todas las mentiras posibles para
disimularlo como un suicidio. Y también acaba de ganar el premio Comillas, que
otorga Tusquets, un libro de Javier Padilla, A finales de enero, que recuerda
la historia de Ruano y las de Javier Sauquillo, asesinado en la matanza de
Atocha, y su mujer, Dolores González, que sobrevivió gravemente herida, en
cuerpo y alma.
No olvidarles;
destacar que lo que hicieron fue importante y valiente es una forma de
rendirles homenaje. Pero otra manera de recordarles es tomarnos muy en serio la
democracia por la que lucharon, darnos cuenta de que no está garantizada, sino
que hay que construirla día a día y reivindicarla frente a sus enemigos. No
esperar, en fin, a una historia que pueda arrollarnos de nuevo como ocurrió con
aquellos jóvenes antifranquistas.
https://elpais.com/elpais/2019/01/21/opinion/1548093901_821035.html
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