LEILA GUERRIERO
Una pareja durante
su boda. GETTY IMAGES
Supongo que creen
que siempre tendrán ganas de comprar los primeros jazmines de la primavera. De
llenar la casa de flores. De estrenar ropa. Supongo que creen que siempre
tendrán deseos de vivir un tiempo en un país extranjero. De tomar un tren. De
salir con amigos. De ir a bares, al cine, a la montaña, a pasar diez días junto
al mar. Supongo que creen que siempre querrán viajar a Nueva York, conocer las
islas Fidji. Ir a Laos y a Myanmar. Mirar caballos sueltos en el campo.
Escuchar música, podar las plantas cuando sea la época, hacer regalos. Supongo
que creen que siempre querrán cocinar para alguien, vestirse para alguien,
tener sexo con alguien, despertar con alguien, decirle a alguien “Me importás
mucho”. Dormir abrazados. Supongo que creen que siempre tendrán afecto y que lo
querrán. Vida y que la querrán. Días por delante y que los querrán. Supongo que
creen que siempre sentirán el tirón del deseo, que siempre responderán con la
caballería del entusiasmo. Que nunca se mirarán al espejo y pensarán “lo mejor
ya pasó y ni siquiera me di cuenta”. Supongo que creen que nunca estarán
cansados. Cítricamente cansados. Como una piedra muerta. Supongo que creen que
la vida les va a durar toda la vida. Que la alegría les va a durar toda la
vida. Supongo que suponen que nunca estarán unidos a cada una de las horas por
el hilo flojo de la desesperación. “Vas a dejar cosas en el camino / hasta que
al final vas a dejar el camino. / Vas a estar estancado pero sin cultivar
enfermedad. / No te vas a pudrir, ni vas a provocar fermentación. / Lo que
renueves, se renovará por sí. Lo que no circules, se renovará por sí. / No vas
a promover conflictos: / nadie se pelearía por vos. Vas a carecer de valor”,
escribe el poeta argentino Mariano Blatt. Nadie nos advierte, pero el infierno
vive en nosotros bajo la forma de la indiferencia.
https://elpais.com/elpais/2019/01/08/opinion/1546959872_808431.html
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