La figura de la «reina española»
cobra popularidad en Inglaterra donde cada vez son más comunes las
peregrinaciones a ver su tumba, en la catedral gótica de Peterborough, y
gracias a la nueva serie de la BBC, 'En la corte del lobo', que trata de las
intrigas del sanguinario reinado de Enrique VIII.
CARLOS FRESNEDA Peterborough
«¿Así que ahora soy reina?», preguntó a los cuatro
vientos Ana Bolena tras conocer la muerte de Catalina de Aragón, repudiada por
Enrique VIII y recluida en el castillo de Kimbolton, desde donde escribió al
final de sus días en 1536: «Mi más querido señor, rey y esposo (...) Os
perdono todo, y ruego a Dios que haga lo mismo». Al fin y al cabo, Catalina
de Aragón tuvo una muerte más o menos «natural» (posiblemente, un melanoma en
el corazón, aunque persisten las sospechas de que pudo ser envenenada). Ana
Bolena, ya lo sabemos, acabó decapitada en la Torre de Londres, al igual que su
prima Catalina Howard, la quinta de las seis esposas del rey sanguinario, que
vuelve a las andadas en la serie de la BBC, 'En la corte del lobo'.
«Todos los reflectores han apuntado siempre hacia
Ana Bolena, la concubina que se convirtió en reina, que provocó el cisma con la
Iglesia Católica y que acabó pagando la osadía con su cabeza», recuerda la
historiadora Alison Weir, una de las mayores especialistas en la era
Tudor. «A su manera, sin embargo, Catalina ha ocupado un lugar en el
corazón de los ingleses por su integridad, su piedad y su coraje».
«Pudo haberse metido a monja después del asunto
del rey y es muy probable que acaben haciéndola santa, por todo lo que tuvo
soportar», añade Weir. «Pero hasta el momento de su muerte insistió en que ella
no quería acabar en un convento o en un monasterio. Ella se consideraba la
reina de Inglaterra y con el tiempo ha sido vindicada».
«Katharine, Queen of England»... Las
letras de color oro marcan el lugar donde está enterrada Catalina, junto al
altar de la catedral gótica de Peterborough, que estos días ha celebrado
el festival dedicado a su «reina española». Los ramos de flores y las granadas
frescas nunca faltan sobre la lápida de la hija menor de Isabel y Fernando, que
tampoco consideró en su día la vuelta a España.
«Su lugar estaba aquí, en Inglaterra, a donde
llegó con 16 años para casarse con Arturo, el príncipe de Gales», recalca
Alison Weir, autora de 'Las seis esposas de Enrique VIII'. «De acuerdo con las
tradiciones de la época, no pudo quitarse el velo en público hasta casarse. Y
luego tuvo el infortunio de la muerte del heredero, cinco meses después de la
boda. Fue así como acabó indirectamente en los brazos de Enrique VIII, que
llegó a creer que la incapacidad de Catalina para engendrar hijos varones sanos
era una maldición por haberse casado con la mujer de su hermano».
'El exilio de Catalina de Aragón'. Así tituló
Alison Weir su conferencia en la nave central de la imponente catedral de
Peterborough, donde se celebra todos los años una misa a modo de desagravio o
desquite. El lugar del entierro de su primera esposa, en una de las pocas
abadías que sobrevivieron a su ira anti católica, fue elegido por Enrique
VIII, por aquello de mantenerla alejada de la pompa de Londres.
El Bedford Language Center fletó para la ocasión
un autobús con 25 estudiantes de nuestro idioma, ávidos por conocer la historia
jamás contada de la «reina española». «A todos nos ha picado la curiosidad y
estamos ya preparando una 'ruta de Catalina'», confiesa la profesora y
fundadora del centro, Elena Ramos. «Queremos pasar por Buckden, donde
estuvo un tiempo encerrada, antes de acabar en Kimbolton».
Alison Weir recuerda en su charla el particular
calvario de los últimos cinco años de Catalina, privada de cualquier contacto
con su hija, la futura reina María Tudor. Las idas y venidas del embajador
Chapuys, las confidencias a su única amiga María de Salinas, los largos
períodos sin probar bocado («era anoréxica perdida»), el único consuelo de sus
plegarias...
«Catalina culpaba a todo el mundo de su situación,
sobre todo al cardenal Wolsey y al Papa. Aunque había sido embajadora y tenía
una gran formación humanística (con Luis Vives), pecó de ser demasiado dócil e
ingenua en la corte del lobo. Pero es curioso cómo por encima de todo sigue
venerando hasta el final de sus días a Enrique VIII, con quien tuvo durante dos
décadas un matrimonio más o menos bien avenido. Él estaba obsesionado
en tener un hijo varón y ella se había habituado a sus infidelidades entre sus
embarazos frustrados. Pero nunca sospechó que fuera a acabar encerrada y soportando
'calamidades'»
El triángulo entre Enrique VIII, Catalina y Ana
Bolena cobra nueva vida estos días en la serie En la corte del lobo, inspirada
en las novelas de Hilary Mantel, que precisamente se inspiró para su trilogía
durante una visita a Alcalá de Henares, hermana en la lejanía con
Peterborough...
«¿Qué tuvo Catalina que sigue poniendo en estado
de alerta a los ingleses?», se preguntaba la autora y doble ganadora del Booker
en una entrevista con EL MUNDO. «Es curioso cómo las dos primeras reinas hacen
olvidar a todas las que vinieron después», recalca Hilary Mantel. «Por
un lado tenemos a la esposa abnegada y rechazada que acaba purgando sus penas
en soledad. Y por otro, a la amante que acaba también pagando por sus pecados».
«Catalina se ganó el desdén del rey y el respeto del pueblo», sentencia la
autora de En la corte del lobo. «Ana llegó al trono como la 'puta' del rey y
alcanzó la categoría de mito después de su ejecución. Y lo curioso es que a
pesar del contraste, las dos reinas 'sacrificadas' hacen que el rey parezca
débil».
http://www.elmundo.es/cultura/2015/02/08/54d6620422601d443c8b4581.html
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