La
creación del sueco permanece vigente. Como su 'Giselle' (1982), es un título
que ha llegado para quedarse en el repertorio
Roger Salas
Irreverente a la vez que reflexivo, mordaz con toques de una ternura devastadora, el estilo coreográfico de Mats Ek cobra en su versión de La bella durmiente unas dimensiones de compromiso social y político de gran alcance. La inspiración para ambientar la obra en el entorno de la drogadicción le llegó a Ek cuando atravesaba en Zúrich el famoso “parque de los yonquis”, un sitio en el centro de la ciudad que se fomentó con la anuencia del cantón y del Ayuntamiento de la ciudad suiza, que duró más o menos un lustro a principios de los años noventa y que provocó desde agrias polémicas hasta un referendo.
Irreverente a la vez que reflexivo, mordaz con toques de una ternura devastadora, el estilo coreográfico de Mats Ek cobra en su versión de La bella durmiente unas dimensiones de compromiso social y político de gran alcance. La inspiración para ambientar la obra en el entorno de la drogadicción le llegó a Ek cuando atravesaba en Zúrich el famoso “parque de los yonquis”, un sitio en el centro de la ciudad que se fomentó con la anuencia del cantón y del Ayuntamiento de la ciudad suiza, que duró más o menos un lustro a principios de los años noventa y que provocó desde agrias polémicas hasta un referendo.
LA
BELLA DURMIENTE. Coreografía: Mats
Ek; música: P. I. Chaicovski; diseños: Peder Freiij; luces: Erik Berglund. Les Grands Ballets Canadiens. Director
artístico: Gradimir Pankov. Hasta el 8 de febrero.
Lo cierto es que la
creación del sueco permanece vigente, que como su Giselle (1982), es un
título que ha llegado para quedarse en el repertorio. En ambos casos, sobre la
estructura argumental primigenia, muy extrapolada, y unas partituras de gran
calidad, el coreógrafo ha llevado a su terreno la acción.
Siguen apareciendo una serie
de elementos plásticos, siempre presentes en sus obras, que refuerzan el
estilo, desde la mesa, el mantel, la puerta exenta y esos huevos gigantes,
símbolos muy entendibles que cobran fuerza y ocupan un sitio importante en la
narración. La bella durmiente de Mats Ek ya se había visto en varios
escenarios españoles hace años, y en Madrid, en el Teatro de La Vaguada por el
Cullberg Ballet.
Con una música de gran peso
sinfónico, Ek logra una obra en suma intimista. El drama, por sí mismo, está en
Chaicovski, y Ek lo extrae, aprovecha líneas melódicas y escenas de acción para
pintar un cuadro desgarrado que no es cosa pasada, sino una tragedia
contemporánea no resuelta. En la redacción coreográfica hay inteligentes citas
sutiles y hasta referidos gráficos a la coreografía canónica de Petipa (Adagio
de la rosa con los tres pretendientes, variaciones de las hadas) y ya en la
segunda parte, alude al acto blanco de tradición (aparición y viaje en el
bosque), con los tutús y las zapatillas de puntas, pero desde una
focalización irónica. Para cerrar su concepción, Mats Ek usa el gran adagio del
pas de dux final, pero lo saca de la posible festividad y lo conduce a
un tenso tejido trágico; luego coloca la variación del Príncipe Desirée
y salta exitoso al desfile, casi fanfarria, final. No necesita más, así cierra
circularmente y elude todo el divertissement lleno de números festivos y
hermosos pero que aquí no tenían lugar, como Caperucita y el lobo, el Pájaro
Azul y la Princesa Florina o La cenicienta.
La compañía canadiense se
muestra dúctil y adaptada a las exigencias formales de un tipo de ballet
contemporáneo que debe ser virtuoso, expansivo y muy particular en el estilo,
así como sus solistas dan a los personajes los giros de humor o dolor con
madurez y calidad. Está bastante lejos hoy el conjunto de Montreal de lo que
fue en su momento, pues Pankov lo ha insertado con pie realista en el mejor
repertorio de nuestro tiempo y en el formato medio, una inteligente solución.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/02/06/madrid/1423249691_784324.html
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