"Alemán de origen persa que hablaba francés en al frontera de
Suiza". Así se define quien va a llevar la batuta en la ONE a partir de la
próxima temporada, pero este fin de semana ha vuelto a demostrar su valía.
"El director no debe ser un dictador pero tampoco un policía de
tráfico", dice
El músico David Afhkam. SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL
RUBÉN
AMÓN Madrid
David Afkham (Friburgo, 1973)
es un alemán con matices. Tantos matices que proviene de una
familia persa. Que estudió en un colegio francés. Y que despuntó como director
de orquesta en Londres. Le puso en órbita el premio Donatella Flick en 2008.
Tres años antes de presentarse con la Orquesta Nacional y de producirse un
flechazo premonitorio. Por eso Afkham aceptó la titularidad. No a ciegas. De
oído.
Empezará a
desempeñarla la temporada que viene, pero ha dirigido a la ONE este fin de semana en Madrid con arreglo a un programa que puso el
cartel de no hay billetes. Tocó Maria Joao Pires el 'Cuarto de Beethoven'. Y
dirigió Afkham la 'Cuarta de Shostakovich'.
La partitura
destaca en la mesa de su camerino. Allí nos recibe el maestro mucho más apocado
de lo que parece en escena. Le resulta pudoroso hablar de su carisma. Se le
detecta una cierta timidez. Es un conversador ameno, reflexivo. Y preocupado. Preocupado por la subordinación de la cultura en Occidente.
E indignado. Indignado por la epidemia continental de populismos. Incluido el
fenómeno filonazi que representa Pegida en Alemania.
"Me cuesta
mucho trabajo asistir al desmoronamiento de una Europa liberal que nos parecía
el remedio a tantos errores de la historia. Creíamos haber descubierto el valor
enriquecedor de la identidad. No como un fenómeno restrictivo, sino como una suma de rasgos y de
posibilidades. Yo mismo era un alemán de origen persa que
hablaba francés en la frontera de Suiza. Y me parecía que Europa era la gran
oportunidad, pero la crisis ha multiplicado la frustración y el desengaño.
Entiendo la desesperación de la gente, pero me desagrada que el populismo o la
extrema derecha o el neonazismo, manipulando a su antojo los chivos
expiatorios, pretendan corromper nuestro ámbito de convivencia. Sigo creyendo
en él".
Y cree Afkham cada vez menos en
la dieta con la que los gobiernos europeos, el español incluido, han
subestimado la cultura. O la han degradado a un aspecto marginal, castigándola
con recortes económicos que desenfocan el problema. Por eso Afkham concuerda
con un aforismo de Claudio Abbado. Que fue su maestro: la cultura engendra
riqueza, y no al revés. "La cultura es la razón que ha hecho de Occidente
un espacio para el desarrollo del pensamiento, del arte, de la música. La cultura es nuestra identidad, y no creo que
puedan esgrimirse razones puramente económicas o presupuestarias para incitar
los recortes. Ocurre en España, pero en Alemania también. Renunciar a la
cultura es renunciar a lo que somos".
Tiene sentido insistir en
Abbado. Esta vez por cuestiones puramente musicales, toda vez que David Afkham
reconoce en la figura del maestro italiano el gran antecedente de la abolición
del podio. Y no porque el director de orquesta tenga que capitular, sino porque
la superioridad jerárquica, muchas veces vinculada a los resabios de la
dictadura, debe someterse a la prioridad armónica de "hacer música
juntos".
"El
director de orquesta tiene que llegar al podio con un criterio, desde luego. Y
debe liderar. Es un 'primus inter pares', para entendernos, pero mi experiencia
demuestra que el gran fenómeno musical se produce cuando una orquesta intenta y
logra hacer música de cámara, cuando los músicos se escuchan entre sí, cuando el director establece un criterio, no por imposición, sino
porque representa un camino de comprensión entre todos. Creo
que el director de orquesta no debe ser un dictador. Ni tampoco pienso que deba
resignarse al papel convencional de un guardia de tráfico".
Tiene ganas
David Afkham de comenzar su relación formal y oficial con la ONE. Le atrajo de
ella la energía. Le gustó la vitalidad de los músicos, el apasionamiento.
Le impresionó la facilidad con la que pudo entenderse con ellos, cuestionando
implícitamente las limitaciones que puso Rubinstein al oxímoron de una orquesta
española: "el individualismo de los españoles contradice que puedan formar
una orquesta", decía el pianista. Discrepa Afkham. Y sostiene que su gran
desafío en el podio consiste en lograr que una orquesta se convierta en la
extrapolación de un cuerpo. O de un corpus. El término lo utiliza el maestro,
no por pedantería, sino porque abarca un mayor espacio semántico y conceptual.
El todo.
"De la Orquesta Nacional
de España me atrajo la oscuridad de su sonido", explica.
"Una oscuridad sugerente, bella, que además me permitía intentar
conducirla en un viaje a la claridad. Me motiva mucho establecer una relación
estable y leal con esta orquesta. Me interesa que podamos recorrer juntos este
camino. Por eso mi implicación va a ser absoluta. Venir a Madrid no significa
tocar unos cuantos conciertos. Supone hacer un trabajo juntos para que la ONE
sea reconocible en un sonido y en una personalidad. Buscando además un
repertorio versátil, ambicioso. Y esa posibilidad me parece una oportunidad
fascinante de la que estoy muy convencido".
Quizá es la
manera con la que Afkham garantiza un pacto de fidelidad. Tres años forman el
compromiso a partir de la temporada próxima, pero tenemos la sensación, aquí
los melómanos, de que las ofertas internacionales pueden marear al maestro,
como ocurre con un crack en un equipo de fútbol que no juega la Champions
League.
http://www.elmundo.es/cultura/2015/02/16/54e1a7aee2704e36178b456d.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario