La Familia Real del emirato
adquiere «Los jugadores de cartas» al magnate griego George Embiricos
NATIVIDAD PULIDO / MADRID
Cuando parecía que las aguas habían vuelto a su cauce y que la crisis
había puesto de nuevo las cosas en su sitio, un nuevo tsunami (y ya van tres)
ha conmocionado el mercado del arte. A comienzos de los 90 fueron los japoneses
los que rompían el mercado. Entonces el objeto de deseo era Van Gogh. Durante
años su «Retrato del Doctor Gachet» estuvo encaramado a lo más alto: se vendió
por 82,5 millones de dólares en 1990 a un hombre de negocios japonés llamado
Ryoei Saito. Se especuló con que el excéntrico japonés quemó el «Retrato del
Dr. Gachet» antes de morir o que incluso se enterró con él.
El segundo tusnami tuvo lugar en 2006. Hasta ese año, el mercado había
logrado serenarse, dejando atrás la tendencia especulativa de los 90. Pero en
2004 una obra superaba por vez primera en la Historia los cien millones de
dólares. Lo consiguió Picasso con su «Muchacho con pipa», un precioso cuadro de
su codiciada etapa rosa, que se remató en subasta en 104 millones de dólares.
Pero aquello sería solo un aviso de lo que vendría tan solo dos años después.
En 2006 saltó la sorpresa: el «Retrato de Adele Bloch-Bauer I», de Gustav
Klimt, fue adquirido en venta privada por el magnate de la cosmética Ronald S.
Lauder por 135 millones de dólares. Lo cedió a la Neue Galerie neoyorquina que
él había fundado en 2001. La obra había pertenecido al Estado austriaco hasta
que un tribunal ordenó que aquella obra, y otras cuatro más de Klimt, fueran
restituidas a María Altmann, heredera de Ferdinand Bloch-Bauer, su dueño
legítimo.
Aquella compra originó una carrera desenfrenada por batir el récord de
Klimt. Un puñado de magnates lograron desestabilizar el mercado, creando una
nueva burbuja especulativa. Primero fue Steve Wynn, propietario de casinos y
hoteles en Las Vegas, quien, al parecer había cerrado un trato con Steven Cohen
para venderle «El sueño», de Picasso por 139 millones. Pero un inesperado
codazo de Wynn al cuadro, y un consiguiente agujero en el lienzo, desbarató la
venta. Poco después saltó la noticia de que David Geffen, magnate del mundo del
disco y el cine, habría vendido «Woman III», de Willem de Kooning, a Steven
Cohen por 137,5 millones, y un Pollock, «Nº 5. 1948», por 140 millones, al
coleccionista mexicano David Martínez. Al ser ventas privadas, y no subastas,
es muy difícil comprobar estos datos. A esa lucha se sumó Roman Abramovich.
Apenas seis años de tranquilidad y el tercer tsunami ha estallado. En
esta ocasión lo han provocado los Emiratos Árabes. Concretamente, Qatar. Se
veía venir. Si Abu Dabi y Saadiyat, su impresionante isla de los museos, hacía
trizas la museística mundial con franquicias de museos como el Guggenheim y el
Louvre, ahora es Qatar el que ha hecho lo propio con el mercado del arte.
«Vanity Fair» publicaba la exclusiva: la Familia Real qatarí había adquirido un
cuadro de Cézanne, «Los jugadores de cartas», por la estratosférica cifra de
¡250 millones de dólares! (más de 190 millones de euros). Se duplica
holgadamente el récord en subasta, obtenido por «Desnudo, hojas verdes y
busto», de Picasso, vendido por 106,5 millones de dólares. El Cézanne, que era
propiedad del magnate griego George Embiricos, pertenece a una serie de cinco
cuadros que el pintor dedicó a este tema entre 1890 y 1894 en su casa a las
afueras de Aix-en-Provence: los otros cuatro están en el Metropolitan Museum de
Nueva York, el Museo d'Orsay de París, el Courtauld Institute de Londres y la
Barnes Foundation de Philadelphia. Al parecer la compra tuvo lugar a finales de
2011 y entraron en la pugna los todopoderosos marchantes Larry Gagosian y
William Acquavella, quienes podrían haber ofertado por encima de 220 millones
de dólares. Según los especialistas, esta venta cambiará por completo la
estructura del mercado.
La hija del emir de Qatar, de 28 años de edad, Sheikha al-Mayassa,
encabeza la Autoridad de Museos de Qatar. En 2008 se inauguró el Museo de Arte
Islámico. En 2010 se abrió el Museo Árabe de Arte Moderno y en 2014 se reabrirá
el Museo Nacional de Qatar, cuyas obras corren a cargo de Jean Nouvel. Este
prodría ser el destino del Cézanne, que colgaría junto a obras de Rothko,
Warhol, Hirst... La próxima semana se inaugura una exposición de Takashi
Murakami, que ya se exhibió en el Palacio de Versalles. Qatar apuesta fuerte
por el arte y le gana la batalla, de momento, a otros emiratos como Abu Dabi y
Dubai. Pero la guerra sigue abierta. ¿Quién dará el siguiente paso?
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