EFE / NUEVA YORK
«En Estados
Unidos van a disfrutar, han pagado una entrada cara y están listos para gozar
porque aman la lírica»
ISABEL PERMUY
Conocido por su timbre de voz único
y por sus prontos de carácter, el tenor Roberto Alagna vuelve al
Metropolitan de Nueva York con un «viejo amigo», el Don José de «Carmen», y
ante una audiencia, la estadounidense, que prefiere a la de España o
Italia, donde «el público va a masacrar».
«En Italia y en España existe esta
cosa del "nosotros sabemos" y es un error. En Estados Unidos vienen a
disfrutar. Han comprado el billete, es caro, y están listos para gozar. Si amas
la lírica, déjala libre, porque los cantantes notamos cuando hay algo negativo
en el público y no cantamos bien, pero cuando lo ves receptivo, le quieres dar
lo mejor de ti», explica.
Alagna, nacido en Francia en 1963 e
hijo de emigrantes sicilianos, ha desarrollado una carrera de renombre
internacional por la solidez de una voz limpia y luminosa en el do de pecho,
pero también se ganó un lugar en la historia al dejar abandonada una
función de «Aida» en La Scala de Milán, en 2006, indignado por los
abucheos de parte del público.
«Quiero olvidarlo porque han pasado
muchos años. Ha sido la cosa más estúpida que jamás ha sucedido. La
interpretación era buena, como queda patente en el DVD. No entiendo por qué
abuchearon. Hoy me llaman cada cinco minutos de La Scala, los del
loggione (los fanáticos que ocupan las plazas sin asiento) me dicen que
vuelva», asegura. «Es una pena, porque es algo que me ha herido mucho y,
todavía hoy, cada vez que subo al escenario estoy sugestionado y pienso: ¿qué
pasará esta noche? Desde entonces, nunca he vuelto a estar feliz al cien por
cien en el escenario», añade. Es ese carácter siciliano que le hizo
salir como una exhalación del escenario el mismo que luego lo hace grande sobre
él.
«Antes que cantante soy un apasionado
de la voz humana, de la ópera. Cuando descubro una partitura es como conquistar
una mujer. Yo me enamoro de la música», dice quien, además de los
grandes clásicos, ha sido todo un arqueólogo de piezas menos conocidas, como
«Cyrano de Bergerac» o «Fiesque».
Y todavía hoy, después de más de 30
años de carrera, no deja de sentir cada representación bien ejecutada
como un milagro.«Es todo en directo, no hay amplificadores, hay 120
músicos, los coros, la sala, la acústica», afirma.
Ahora recupera a uno de sus
personajes, Don José, el cabo del ejército francés que, bajo el embrujo de
«Carmen», vive un amor condenado a la fatalidad. «Nunca juzgo a los
personajes. Yo siempre veo el lado positivo, porque cuando uno actúa
de alguna manera, siempre existe una razón. Don José es el personaje que, a día
de hoy, más veces he representado y va creciendo conmigo. Y la evolución de mi
vida me ha hecho madurarlo», asegura.
Y es que la vida personal de Alagna
no ha tenido nada que envidiar a la de las trágicas tribulaciones que
protagonizan las óperas más famosas. Vivió la tragedia de quedar viudo
y con una hija apenas cumplidos los 30 años al morir su primera esposa,Florence
Lancien, a causa de un tumor cerebral. Luego, se casó y se divorció de la
soprano rumana Angela Gheorghiu. Y en 2013 anunció que esperaba un hijo con
otra soprano, esta vez polaca, Aleksandra Kurzak.
Es por eso que ya no le asusta el
dilema que afronta Don José: el de elegir entre el amor y la libertad. «El
amor siempre te enfrenta a algo. A veces es la libertad, a veces es el honor», asegura.
Hoy sigue en su vida el consejo que un día le dio Luciano Pavarotti: «Nada de
piano piano. Hay que vivir piano forte», recuerda. Y con «Carmen», la última y
más famosa ópera de Georges Bizet, llega al Metropolitan sin medias tintas: con
la exitosa versión dirigida por Sir Richard Eyre en 2009 y de nuevo acompañado
de otra de las máximas figuras, la «prima donna» Elina Garanca.
Tras el ovacionado reestreno del
viernes, se representará mañana y otras seis veces más hasta el 7 de febrero,
aunque en las dos últimas representaciones, Alagna sera sustituido por
otra gran estrella de la opera actual, Jonas Kaufmann.
Sin embargo, pese a esta «crème de la crème» del bel canto, Alagna lamenta
que ser un divo de la opera ya no es lo que era: «Me recuerdo de joven, cuando
cantaba y veía a Pavarotti, a Kraus o Matteo Manuguerra y eran como monstruos
sagrados. La palabra divo se ha convertido en algo peyorativo y se
trata mejor a los caballos de carreras que al cantante de ópera», concluye
http://www.abc.es/cultura/musica/20150208/abci-roberto-alagna-espana-italia-201502081747.html
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