Felipe Cabezas enmascarado en una
escena de 'Houdini, el arte de la fuga', en la sala Fénix. / GENIA BADANNO
Cuando llego a la sala Fénix, el
actor Felipe Cabezas está caracterizado de Houdini, en mangas de camisa (aunque
no encadenado), a punto para un pase de gráficos. Me le acerco y, llevado de un
impulso, hago amago de darle un puñetazo en el abdomen. Cabezas palidece un
momento y luego sonríe. Houdini (Budapest, 1874-Detriot, 1926), el gran
escapista, murió —teorías conspiratorias aparte— como consecuencia de una
peritonitis causada por el brutal golpe que le propinó un estudiante durante
una demostración de fuerza física por parte del mago que se le fue de las
manos. "Esa escena aparece en el espectáculo", explica Cabezas. Poco
después la representa. Él solo interpreta a la vez a Houdini y a su atlético
oponente en una espléndida exhibición de mimo de resonancias chaplinescas.
Houdini, el arte de la fuga, que se
estrena mañana en el minúsculo teatro del Raval es una singular aproximación a
la figura del más famoso escapista de todos los tiempos, el Gran maestro del
Misterio sobre el que no prevalecían las rejas, ni las cadenas, ni las camisas
de fuerza, ni las esposas, ni los grilletes, el artista prodigioso —con su
puntito de bondage— que desafiaba a la Celda de la Tortura
China del Agua y al claustrofóbico Bidón de Leche, el Eterno Evasor (con perdón
de Pujol) que escapó de 15 cárceles y que ofrecía, genial y fanfarrón, su
Insuperable Show del Peligro (por no hablar del truco de desgajarse la primera
articulación del pulgar) .
Se trata de una obra de pequeño
formato pero creada a partir de un gran trabajo de documentación (uno de los
libros en que se ha basado es el sugestivo La caja de Houdini, de
Adam Phillips, Anagrama 2003) y desde una absoluta fascinación por el
personaje.
El espectáculo, en cartel cuatro
semanas, está dirigido por Berty Tovias, uno de los principales seguidores de
las enseñanzas del maestro de mimos Jacques Lecoq, integrante de Dagoll Dagom
en su primera época y luego director de montajes de Pepe Rubianes. El actor
Felipe Cabezas, que es el autor también de la dramaturgia, actúa acompañado
únicamente por la pianista Mara Lapore. "No es un biopic oficial. Es un
espectáculo de teatro- imagen, de artes parateatrales, pantomima, marionetas
para adultos, clown contemporáneo", explica el intérprete. "La
primera pregunta que viene a la cabeza seguramente es ‘¿es de escapismo?'’ pues
no, no es una sesión de magia. Es un monólogo teatral en el que a partir del
gesto, las máscaras, las sombras y esos otros elementos tratamos de indagar en
la vida de Houdini". De todas formas, durante la conversación, Cabezas se
coloca unas esposas y tras dar un giro se libera. "Las puede abrir
cualquiera", aclara, y recuerda que Houdini ayudó a la policía a
perfeccionarlas.
En el pequeño escenario puede verse
un biombo, un perchero, un reloj de pared y un tocador con espejo sobre el que
descansa un vaso en el que hay encerrada una carta, un rey de corazones.
"Es Houdini atrapado al inicio del espectáculo, que se estructura como una
sesión de espiritismo en la que se invoca al mago para que escape de las garras
de la muerte ('¡¡¡Nada en el mundo puede tener preso a Houdini!!!'). ¿Puede el
hombre escapar a la muerte e incluso después de la muerte? Esa es la pregunta
que se hace Houdini en la obra. Y busca la respuesta en sus recuerdos".
Houdini en el Escape del Bidón de
Leche, en Missouri en 1908.
Cabezas, actor chileno residente en
Barcelona, especialista en Comedia del Arte, subraya su identificación personal
con Harry Houdini, en realidad Erick Weisz, húngaro hijo de un rabino emigrado
a EE UU con toda su familia. "Lo que más nos ha atraído de Houdini es que
inspira un anhelo de libertad, es un símbolo del escape no solo de las
prisiones materiales sino de las sociales. Su aspecto, bajo pero fornido, con
la camisa arremangada, su lucha con dientes y uñas, sin fineza, contra las
cadenas, permitía que se identificaran con él los obreros de las fábricas, la
esclavitud moderna, y se convertía en una imagen simbólica de la posibilidad de
escapar, de expectativas y esperanzas. No en balde fue un ídolo de las clases
obreras". Cabezas dice que ese sentimiento conecta con el momento actual e
"invita a la gente a huir". ¿Hacia dónde? ¿Hacia Podemos? "Hacia
adelante, o hacia uno mismo, hacia los recuerdos, la base, la
autenticidad".
La función recrea una sesión
paranormal en la que el mago se materializa. Lo que en realidad va contra las
creencias del propio Houdini, que toda su vida luchó para desenmascarar a los
espiritistas, lo que le condujo a enemistarse con Arthur Conan Doyle.
"Cada 31 de octubre, la fecha de su muerte, es tradición entre los magos
celebrar sesiones en las que se invoca su espíritu y se le anima a realizar es
último gran acto de escapismo que es volver de ultratumba. Por supuesto nunca
aparece, así que los magos se dedican con otro espíritu, el festivo, a beber a
su salud. Nosotros aquí jugamos con esa paradoja de que sí vuelve". ¡O sea
que oiremos el Código Houdini, esas diez palabras que pactó con Bess, su mujer
para dejar en evidencia a los Médiums! "En realidad nunca se
desvelaron", rie el actor, y Bess dejó de intentar ponerse en contacto con
él en el décimo aniversario de su muerte: ‘Diez años son suficientes para
esperar a un hombre’, dijo". Desgraciadamente, Houdini sigue sin moverse
de su tumba del cementerio judío Machpelah de Queens, Nueva York, una tumba que
por cierto mantiene David Copperfield.
La interpretación que hace Cabezas
no aspira a ser realista, pero se ajusta al mito del personaje. "Era un
visionario y un avanzado en muchas cosas", suspira con admiración el
actor, que recuerda la faceta de pionero de la aviación de Houdini, al que se
acredita el primer vuelo en aeroplano en el cielo australiano (1910). También
señala su labor durante la guerra enseñando a los soldados cómo escapar de las
prisiones alemanas o de los barcos torpedeados. Sus conocimientos de escapismo
y de reventar sistemas de seguridad (revelados en obras como la recientemente
publicada en EspañaCómo hacer bien el mal, Capitán Swing, 2013) no
dejaron de causar alarma en las autoridades, y Houdini hubo de refrenar su
proselitismo en esos campos.
"Es muy entretenido trabajar
con alguien que todo el mundo conoce, aunque mucha gente que viene sabe de
Houdini más que yo", señala el actor. ¿Le cuesta salir de la piel del
escapista al acabar? "No sabría que decir", rie Cabezas. "Pero
estos días me cuesta dormir pensando en el montaje, quizá esa sea la respuesta.
Esperemos que vaya bien y podamos llevar a nuestro Houdini por ahí. A ver si
escapamos de la Fenix".
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/04/actualidad/1423083260_847120.html
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