martes, 10 de febrero de 2015

HÄNSEL Y GRETEL DE ENGELBERT HUMPERDINCK EN EL TEATRO REAL



"Hänsel und Gretel". Märchenspiel en tres actos, de Engelbert Humperdinck (1854-1921). Libreto de Adelaide Wette, basado en un cuento de Kinder- und Hausmärchen (1812) de Jacob y Wilhelm Grimm. 7 de febrero, 2015.

 Dirección musical: Paul Daniel 
Dirección de escena y figurines: Laurent Pelly
Escenografía: Barbara de Limburg
Iluminación: Joël Adam
Peter: Bo Skovhus
Gertrud: Diana Montague
 Hänsel: Alice Coote
Gretel: Sylvia Schwartz
La bruja: José Manuel Zapata
Duende del sueño: Elena Copons
Duende del rocío: Ruth Rosique
 Producción del Festival de Glyndebourne
Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid/Coro Intermezzo)
Pequeños cantores de la JORCAM
Directora: Ana González
Colaboración especial de la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM)


Cualquier alumno que se precie de primero de Psicología o de Filología, seguramente ha leído u oído hablar de Bruno Bettelheim, denostado y controvertido (para algunos) psicoanalista vienés, que había nacido en la antigua capital austrohúngara en 1903 y sufrido la barbarie de los campos de concentración de Dachau y Buchenwald.
Se trasladó  luego a Chicago, en Estados Unidos, donde reconstruyó lo que pudo su vida aunque acabó suicidándose ya mayor, enfermo y deprimido a los seis años de la muerte de su mujer. Este especialista en tratamiento de niños autistas y de los menores en general, se hizo célebre por sus tratamientos curativos y por un libro, cuya narrativa cambió con un giro copernicano, la lectura que hasta ese momento se había hecho de los cuentos de hadas.
En efecto, la obra “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” viene a demostrar y a arrojar luz sobre unas historias, que, aunque en apariencia llenas de bonhomía y optimismo, descubren un tratamiento negro de la infancia, la relación con los progenitores, el inconsciente y los poderes fácticos y reales que aterrorizan a los niños.
De eso tratan Blancanieves y los siete enanitos, Caperucita Roja, Cenicienta, Rapunzel y tantos otros y por supuesto, el argumento de la ópera que nos ocupa, Hänsel y Gretel.
Obra pensada como las anteriores, para niños, no se representaba en el Real desde la temporada 1912-1913. Ahora estaba prevista una puesta de Els Comediants, suspendida por razones presupuestarias y reemplazada por una versión del Festival de Glyndebourne, a cargo de Laurent Pelly, que también fue el responsable de La fille du régiment, exhibida con éxito hace pocas semanas en el coliseo madrileño.

 La historia se retrotrae al más riguroso presente, una sociedad de consumo con clases medias empobrecidas y unos grupos menos favorecidos desahuciados, una televisión que brutaliza y entorpece la inteligencia de los espectadores, una actualidad que relaciona a la infancia con las chucherías, las hamburguesas y el fast food, envuelto en un halo de miseria física, material y moral, que desarma y perturba, porque se puede reconocer y palpar con claridad en todos los sitios.
Dos niños empujados por una madre poco amorosa, descubren en el bosque, las posibilidades de una vida mejor pero también el precio que deben pagar por sobrevivir y alimentar sus necesidades orales y alimenticias. Un padre más amable pero igual de ausente transforma a estas criaturas en héroes, derrotando a una bruja que paga su merecido por no apiadarse de unos pequeños aparentemente indefensos. La sordidez está bien envuelta por una música agradable, con unos lejanos ecos wagnerianos.
La partitura no tiene grandes momentos orquestales, ni tampoco partes de bravura para solistas, pero se deja escuchar y enlaza a la perfección con la narración. La puesta de Pelly es creativa y “aggiornata” y la dirección musical de Paul Daniel acompaña con gracia pero sin excesos toda la performance. La escenografía de Barbara de Limburg llama la atención: están bien conseguidos el tenebroso y depauperado bosque, la casa ínfima de cartón de la familia y el gran supermercado que invita al consumo, residencia de la bruja mala.
El conjunto vocal funciona de maravillas. Hänsel es la mezzosoprano Alice Coote, que desarrolla su papel vocal con una escenificación acertada. Igual que la enérgica e inagotable Gretel de Sylvia Schwartz, un hallazgo de frescura, luminosidad y astucia. Una voz cuidada, con buena afinación, que empasta muy bien con el resto de sus compañeros, un placer verla y escucharla. Bo Skovhus declina un hermoso instrumento de barítono, noble y seguro y la madre de la fogueada en muchas lides Diane Montague, también está a la altura.
Caso aparte es el de José Manuel Zapata, que, según la tradición de hace años, (antes lo desempeñaba una mezzosoprano) defiende el papel de la bruja, un ser andrógino, autoritario, que no conoce la piedad. Bien el desempeño vocal y fantástica su creación teatral, el movimiento, el lucimiento de las ropas femeninas y la composición-compleja- de un rol poco agradecido pero vital en este cuento.
El Duende del Sueño y del Rocío, suavizan la narración y aportan gracia y delicadeza en las voces de Elena Copons y Ruth Rosique, respectivamente.
Tener a los pequeños Cantores de la JORCAM, tan bien dirigidos por Ana González, siempre es un estímulo añadido en una representación. La prestación del grupo es eficiente y le saca muy buen partido a las voces de los niños.

Esta ópera ha tenido numerosas representaciones en esta ocasión en el Teatro Real y las primeras ocurrieron muy poco después de que los Reyes Magos en España o la Befana en Italia, pudieran circunscribirla dentro de la tradición musical navideña. A pesar de los grandes tótems como Mozart, Wagner o Richard Strauss, hay que tener en cuenta que esa composición de Humperdinck es la obra alemana más representada hoy en día.
La combinación de canciones populares alemanas con una refinada orquestación de tintes wagnerianos resultó una fórmula magistral para consagrar Hänsel y Gretel, una de las primeras Märchenoper u óperas de cuentos de hadas típicas del siglo XIX, entre las más interpretadas del repertorio lírico.
Estrenada en 1893 en Weimar por Richard Strauss, quien la calificó como “una obra maestra de eximia calidad, original en todo, nueva y auténticamente alemana”, esta versión edulcorada del cuento homónimo de los hermanos Grimm, que Humperdinck compuso a instancias de su hermana, autora del libreto, conquistó muy pronto al público. Fue la primera en ser retransmitida íntegramente por la radio desde el Covent Garden y también la pionera en ser radiada en directo desde el Met.
El público del Teatro Real, a menudo establece instintivamente, una suerte de jerarquías operísticas, por lo que, se supone generalmente aceptado que hay óperas que concitan grandes expectativas y entusiasmo a priori y otras, no de segundo orden, pero sí, creadoras de menos efervescencia.
Los presentes respondieron con agradecimiento al montaje de este nuevo intento del coliseo de la capital de España por estar a la altura en calidad y en actualidad  en la programación y en la consecución de todos sus proyectos. Tal vez los aplausos debieron ser más efusivos y más generosos, porque los artistas- cantantes, músicos, montadores, asistentes a la dirección, vestuario, iluminación (de Joël Adam, acertadísima)  y escenografía - se entregaron a fondo para que todo resultara perfecto. Somos muy parcos en reconocer la entrega y el talento. 

Alicia Perris

No hay comentarios:

Publicar un comentario