miércoles, 6 de junio de 2018

ROBERT F. KENNEDY: EL ASESINATO QUE CONECTA CINCO DÉCADAS


PABLO PARD

El senador demócrata Robert Kennedy, en el suelo del Hotel Ambassador tras ser disparado.GETTY

Lo que aconteció hace 50 años en la cocina del Hotel Ambassador, escenario de la muerte del senador, no fue sólo una tragedia familiar, sino un símbolo de EEUU
Juan Romero había tomado el rosario de la guantera del coche de su madre y se lo había puesto en el bolsillo de la chaqueta blanca que llevaba en el Hotel Ambassador donde trabajaba de 'busboy', una palabra que puede traducirse como 'chico para todo': desde llevar a los huéspedes a la mesa hasta servirles agua, ayudar en la cocina, o ser un camarero formal en el servicio de habitaciones. El objetivo del rosario era ayudar a Romero a no volver a hacer lo que él mismo definía en el diario 'Los Angeles Times' el sábado pasado: "Meterme en líos". El marido de su madre, que trabajaba en el Ambassador, le había conseguido el trabajo para reconducirle al buen sendero, tras una temporada en la que el chico, que estaba a punto de cumplir los 18 años, y que había llegado a EEUU de su México natal a los 10, había mostrado una preocupante atracción por la vida de la calle. Lo que no pensó Romero era que ese rosario iba a acabar en la mano de un hombre moribundo en el suelo de la cocina del Ambassador: el ex máximo responsable del Departamento de Justicia, senador, y candidato a la presidencia Robert Kennedy. 

Romero fue la última persona a la que Kennedy le dio la mano antes de ser tiroteado a bocajarro por el palestino jordano Sirhan Sirhan a las cero horas y diez minutos del 6 de junio de 1968, justo cuando celebraba su victoria en las Primarias demócratas de California.

 La foto del adolescente junto al senador agonizante se convirtió en la imagen del magnicidio. Romero recuerda todo. "¿Están todos bien?", le preguntó Kennedy, con el rosario en la mano. "Todos están bien", le contestó él. "Todo va a salir bien", replicó el senador. Fueron sus últimas palabras. Unas horas más tarde, RFK - como se le conoce, por sus iniciales, en EEUU - era declarado muerto en un hospital. 

Un símbolo, ayer y hoy. Fue un asesinato que creó un término: 'La maldición de los Kennedy'. John, el presiente, asesinado; el primogénito, Joe, muerto en la Segunda Guerra Mundial. Kick, otra hermana, fallecida en un accidente aéreo. Rosemary, que tenía problemas psicológicos, sometida a una lobotomía por orden del patriarca, Joseph, y sepultada en vida en una institución en el remoto estado de Wisconsin. El terror ante el atentado contra Bob - como llamaban a Robert sus allegados - fue tal que la familia decidió dispersar por el mundo a los 10 hijos del senador asesinado, ante la posibilidad de que aquello fuera una especie de exterminio del clan de dimensiones bíblicas. Uno de ellos pasó una temporada en España. Pero lo que pasó en aquella cocina del Ambassador es mucho más que una tragedia familiar: es un símbolo de EEUU en 1968 y en 2018. Kennedy, un 'patricio' de izquierdas oportunista; Sirhan, un asesino anti israelí de Oriente Medio - aunque no musulmán, sino cristiano -; y Rosey Grier, un guardaespaldas afroamericano, que desarmó a Sirhan y que hoy apoya a Donald Trump, se juntaron en aquella cocina en un friso puramente estadounidense. Junto a ellos, Romero, el inmigrante mexicano, cuatro décadas más tarde rompió su silencio público para protestar contra un brutal proyecto de ley que hubiera dejado sin atención médica a los inmigrantes indocumentados. Era como como si EEUU hubiera sido capaz de comprimir su realidad política en el escenario teatral de una cocina de un hotel. En aquel junio de 1968, la Guardia Nacional había instalado ametralladoras pesadas en los tejados del Capitolio, el edificio que alberga el Congreso, en Washington, después de los tumultos en los que habían muerto 13 personas tras el asesinato del líder de la lucha por la igualdad racial Martin Luther King. 

Un asesinato que amenazaba el legado que RFK había empezado a construir como fiscal general - cargo de nombre engañoso para el lector español, ya que en realidad es secretario de Justicia - en el Gobierno de su hermano. Y un cargo que fue un ejemplo de nepotismo. De hecho, si Ivanka Trump y Jared Kushner son asesores de Trump, pero no miembros de su gabinete, es por la legislación que se creó tras el asesinato de Kennedy para evitar casos como el de Bobby.A 14.500 kilómetros de Washington, 549.000 soldados estadounidenses combatían en Vietnam mientras sus compatriotas habían visto en sus televisiones en febrero a su embajada en Saigón atacada, y al general sudvietnamita Nguyen Ngoc Loan pegarle un tiro en la cabeza a un prisionero de guerra. Era una guerra iniciada por John F. Kennedy durante su presidencia, pero de la que ahora RFK decía que no tenía solución militar. Nixon, el precedente de TrumpEn 1968, sin embargo, la violencia política también estaba en EEUU, con grupos terroristas de izquierdas, como los Weather Underground, y racistas negros - como los Panteras Negras -, y blancos - como el Ku Klux Klan -. Los Panteras Negras, que rechazaban a King por su carácter conciliador (y por su abierta misoginia) son los antecesores de Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan), uno de los movimientos más controvertidos hoy en la sociedad estadounidense, y a los que cabe atribuir en parte de la reacción que ha cristalizado en Donald Trump.El actual presidente de EEUU también tiene sus precedentes en aquel 1968. Richard Nixon, el candidato derrotado en 1960 por, precisamente, John F. Kennedy, estaba lanzándose a la nominación republicana bajo la bandera de la defensa del "hombre de la calle" y "la mayoría silenciosa" frente a las "élites" de Kennedy y su propio rival republicano, el centrista John Rockefeller, un ejemplo de una clase social, los WASP - anglosajones blancos y protestantes, algo así como "la gente bien" - que estaba extinguiéndose irremediablemente.Nixon usaba el miedo y el resentimiento de los llamados 'blancos pobres del Sur', que temían que sus escasos privilegios fueran barridos por la ola negra y 'contracultural' que se cernía sobre el país. Una ola que a su vez rechazaba al candidato oficial demócrata Hubert H. Humprey, porque lo veía demasiado cercano al 'establishment'. Y ahí entró RFK, más 'establishment' que nadie, pero con el pedigrÍ político familiar y el aura trágica del hermano muerto como principales activos políticos. Aquel 6 de junio de hace 50 años, en torno a aquel rosario y a aquella cocina del Hotel Ambassador - cuyo solar es hoy una escuela pública - se estaba produciendo una lucha por el alma de Estados Unidos. Una lucha que cinco décadas más tarde sigue. Kennedy, Sirhan, Romero, y Grier son acaso el mejor retablo de EEUU de 1968 y de 2018.

http://www.elmundo.es/internacional/2018/06/06/5b16574c468aebcb4b8b457a.html

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