PABLO PARD
El senador demócrata Robert
Kennedy, en el suelo del Hotel Ambassador tras ser disparado.GETTY
Lo que aconteció hace 50
años en la cocina del Hotel Ambassador, escenario de la muerte del senador, no
fue sólo una tragedia familiar, sino un símbolo de EEUU
Juan Romero había tomado el
rosario de la guantera del coche de su madre y se lo había puesto en el
bolsillo de la chaqueta blanca que llevaba en el Hotel Ambassador donde trabajaba
de 'busboy', una palabra que puede traducirse como 'chico para todo': desde
llevar a los huéspedes a la mesa hasta servirles agua, ayudar en la cocina, o
ser un camarero formal en el servicio de habitaciones. El objetivo del rosario
era ayudar a Romero a no volver a hacer lo que él mismo definía en el diario
'Los Angeles Times' el sábado pasado: "Meterme en líos". El marido de
su madre, que trabajaba en el Ambassador, le había conseguido el trabajo para
reconducirle al buen sendero, tras una temporada en la que el chico, que estaba
a punto de cumplir los 18 años, y que había llegado a EEUU de su México natal a
los 10, había mostrado una preocupante atracción por la vida de la calle. Lo
que no pensó Romero era que ese rosario iba a acabar en la mano de un hombre
moribundo en el suelo de la cocina del Ambassador: el ex máximo responsable del
Departamento de Justicia, senador, y candidato a la presidencia Robert Kennedy.
Romero fue la última persona a la que Kennedy le dio la mano antes de ser
tiroteado a bocajarro por el palestino jordano Sirhan Sirhan a las cero horas y
diez minutos del 6 de junio de 1968, justo cuando celebraba su victoria en las
Primarias demócratas de California.
La foto del adolescente junto al senador
agonizante se convirtió en la imagen del magnicidio. Romero recuerda todo.
"¿Están todos bien?", le preguntó Kennedy, con el rosario en la mano.
"Todos están bien", le contestó él. "Todo va a salir bien",
replicó el senador. Fueron sus últimas palabras. Unas horas más tarde, RFK - como
se le conoce, por sus iniciales, en EEUU - era declarado muerto en un hospital.
Un símbolo, ayer y hoy. Fue un asesinato que creó un término: 'La maldición de
los Kennedy'. John, el presiente, asesinado; el primogénito, Joe, muerto en la
Segunda Guerra Mundial. Kick, otra hermana, fallecida en un accidente aéreo.
Rosemary, que tenía problemas psicológicos, sometida a una lobotomía por orden
del patriarca, Joseph, y sepultada en vida en una institución en el remoto
estado de Wisconsin. El terror ante el atentado contra Bob - como llamaban a
Robert sus allegados - fue tal que la familia decidió dispersar por el mundo a
los 10 hijos del senador asesinado, ante la posibilidad de que aquello fuera
una especie de exterminio del clan de dimensiones bíblicas. Uno de ellos pasó
una temporada en España. Pero lo que pasó en aquella cocina del Ambassador es
mucho más que una tragedia familiar: es un símbolo de EEUU en 1968 y en 2018.
Kennedy, un 'patricio' de izquierdas oportunista; Sirhan, un asesino anti
israelí de Oriente Medio - aunque no musulmán, sino cristiano -; y Rosey Grier,
un guardaespaldas afroamericano, que desarmó a Sirhan y que hoy apoya a Donald
Trump, se juntaron en aquella cocina en un friso puramente estadounidense.
Junto a ellos, Romero, el inmigrante mexicano, cuatro décadas más tarde rompió
su silencio público para protestar contra un brutal proyecto de ley que hubiera
dejado sin atención médica a los inmigrantes indocumentados. Era como como si
EEUU hubiera sido capaz de comprimir su realidad política en el escenario
teatral de una cocina de un hotel. En aquel junio de 1968, la Guardia Nacional
había instalado ametralladoras pesadas en los tejados del Capitolio, el
edificio que alberga el Congreso, en Washington, después de los tumultos en los
que habían muerto 13 personas tras el asesinato del líder de la lucha por la
igualdad racial Martin Luther King.
Un asesinato que amenazaba el legado que
RFK había empezado a construir como fiscal general - cargo de nombre engañoso
para el lector español, ya que en realidad es secretario de Justicia - en el
Gobierno de su hermano. Y un cargo que fue un ejemplo de nepotismo. De hecho,
si Ivanka Trump y Jared Kushner son asesores de Trump, pero no miembros de su
gabinete, es por la legislación que se creó tras el asesinato de Kennedy para
evitar casos como el de Bobby.A 14.500 kilómetros de Washington, 549.000
soldados estadounidenses combatían en Vietnam mientras sus compatriotas habían
visto en sus televisiones en febrero a su embajada en Saigón atacada, y al general
sudvietnamita Nguyen Ngoc Loan pegarle un tiro en la cabeza a un prisionero de
guerra. Era una guerra iniciada por John F. Kennedy durante su presidencia,
pero de la que ahora RFK decía que no tenía solución militar. Nixon, el
precedente de TrumpEn 1968, sin embargo, la violencia política también estaba
en EEUU, con grupos terroristas de izquierdas, como los Weather Underground, y
racistas negros - como los Panteras Negras -, y blancos - como el Ku Klux Klan
-. Los Panteras Negras, que rechazaban a King por su carácter conciliador (y
por su abierta misoginia) son los antecesores de Black Lives Matter (Las Vidas
Negras Importan), uno de los movimientos más controvertidos hoy en la sociedad
estadounidense, y a los que cabe atribuir en parte de la reacción que ha
cristalizado en Donald Trump.El actual presidente de EEUU también tiene sus
precedentes en aquel 1968. Richard Nixon, el candidato derrotado en 1960 por,
precisamente, John F. Kennedy, estaba lanzándose a la nominación republicana
bajo la bandera de la defensa del "hombre de la calle" y "la
mayoría silenciosa" frente a las "élites" de Kennedy y su propio
rival republicano, el centrista John Rockefeller, un ejemplo de una clase
social, los WASP - anglosajones blancos y protestantes, algo así como "la
gente bien" - que estaba extinguiéndose irremediablemente.Nixon usaba el
miedo y el resentimiento de los llamados 'blancos pobres del Sur', que temían
que sus escasos privilegios fueran barridos por la ola negra y 'contracultural'
que se cernía sobre el país. Una ola que a su vez rechazaba al candidato
oficial demócrata Hubert H. Humprey, porque lo veía demasiado cercano al
'establishment'. Y ahí entró RFK, más 'establishment' que nadie, pero con el
pedigrÍ político familiar y el aura trágica del hermano muerto como principales
activos políticos. Aquel 6 de junio de hace 50 años, en torno a aquel rosario y
a aquella cocina del Hotel Ambassador - cuyo solar es hoy una escuela pública -
se estaba produciendo una lucha por el alma de Estados Unidos. Una lucha que
cinco décadas más tarde sigue. Kennedy, Sirhan, Romero, y Grier son acaso el
mejor retablo de EEUU de 1968 y de 2018.
http://www.elmundo.es/internacional/2018/06/06/5b16574c468aebcb4b8b457a.html
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