Quizás llegó el momento de
recomenzar una etapa desértica y eremítica. Un fingimiento de eternidad
FÉLIX DE AZÚA
Escultura de Miguel Ángel
en la Basílica del Santo Spirito en Florencia. ALBERTO PIZZOLI AFP/GETTY IMAGES
Nuestra civilización, ahora
en trance de mutar en otra desconocida, se construyó sobre un doble esqueleto
incompatible. Quizás por eso estamos tan locos. De una parte el esqueleto
clásico grecolatino, compuesto por elegante alfarería, desnudos impecables,
edificios de simetría deslumbrante. Aunque también por dioses terribles como el
criminal Dionisos o el apestoso Apolo. Pero de otra parte estaba nuestro
esqueleto bíblico compuesto por nómadas del desierto, hirsutos y barbados,
pirámides de adobe, un solo dios incógnito que solo se manifestaba por el
habla. Aunque también santos y vírgenes de elevada belleza espiritual y visión
celeste.
Por el lado clásico nos
tomábamos la vida y sus desdichas de un modo claramente irónico. Los dioses
reían o sonreían y los mortales aceptábamos, con una fatalidad trágica, nuestra
muerte definitiva y absoluta. Por el lado bíblico no había ni rastro de humor,
allí nada sonreía, por el contrario era un mundo de extremada seriedad,
compatible con escenas de hermosa sencillez como las mozas que acuden con
cántaros a tomar agua del pozo. Inesperadamente, fue en este mundo severo,
barbado y desértico, donde se fraguó la conciencia de que no moríamos en
absoluto sino que íbamos a vivir eternamente. Dos ánimos discordantes: la risa
ática ante la muerte inminente y la seriedad cristiana de una vida eterna, se
han ido alternando en la historia de occidente. Hay momentos de gran
clasicidad, como la Florencia de los Medici, y otros de imponente rigor
bíblico, como la constelación de monasterios románicos en la ruta de la Vía
Láctea.
Nuestra vida también es a
veces ática y a veces bíblica. Quizás llegó el momento de recomenzar una etapa
desértica y eremítica. Un fingimiento de eternidad.
https://elpais.com/elpais/2018/06/04/opinion/1528113328_853828.html
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