Tatxo Benet compra la
polémica obra de ‘La bèstia i el sobirà’ para comenzar a crear una importante
colección de arte censurado
Del arte degenerado de los
nazis a Mapplethorpe, hay una larga lista de candidatos para integrarla
JUSTO BARRANCO, Barcelona
Una colección para el arte
censurado. La retirada en la pasada edición de la feria Arco de Madrid de la
obra Presos políticos, de Santiago Sierra, motivó al cofundador de la
productora Mediapro Tatxo Benet a comprarla. Tenía un precio de salida de
80.000 euros. Benet calificó entonces de “intolerable, escandaloso e
inexplicable que en un Estado democrático y con libertad de expresión se
hubiera censurado esa obra”. Ahora, según ha podido saber La Vanguardia, Benet
está llevando a cabo una operación de mayor envergadura: crear una colección de
arte censurado sin límites temporales ni geográficos. Y, por lo pronto, ya ha
adquirido entre otras una pieza que ha dado mucho que hablar en los últimos
años y que se llevó por delante en el 2015 a todo el equipo de dirección del
Museu d’Art Contemporani de Barcelona: la escultura de la artista austriaca
Ines Doujak en la exposición La bestia y el soberano, una pieza titulada Not
dressed for conquering (No vestida para la conquista) en la que se veía a una
campesina feminista boliviana sodomizando al rey emérito.
La colección que inicia en
estos momentos Tatxo Benet tiene ambición –y el respaldo económico de su
fortuna– y obras desde luego no van a faltar para integrarla. ¿Qué piezas
podrían formar parte de un museo, una colección de arte censurado? El artista
Francesc Torres (Barcelona, 1948) tiene algunas respuestas. Después de todo, a
finales del año pasado montó la fabulosa exposición La caja entrópica en el
MNAC, en la que mostraba arte censurado de la peor manera: atacado, destruido,
otras veces escondido para poder salvarlo. Había feminicidios –durante la
celebración del Congreso Eucarístico de Barcelona en 1952 alguien entró de
noche en el Museu d’Art Modern y rasgó con saña todos los desnudos femeninos
que encontró a su paso– y también arte quemado, como las pinturas de Sert que
ardieron en la catedral de Vic en la Guerra Civil. Al final de esa misma
contienda, el Museu d’Art Modern decidió esconder dentro del propio centro el
arte del periodo republicano para evitar que se perdiese “desde el año 1939 al
año 1986, que se dice pronto”, subraya.
‘Piss Christ’, de Andrés
Serrano, causó polémica en EE.UU. y fue atacada en Francia
Por supuesto, Torres tiene
claro que lo que más le gustaría ver en una colección de arte censurado es la
gran muestra de Arte degenerado que los nazis llevaron a cabo en 1937 en
Munich. “Más contundente, imposible, orquestada por el Estado, censura arte
pero también a la gente que lo hizo por el mero hecho de cómo pensaban, unos
porque eran judíos, otros porque eran comunistas. Muchas de esas obras se
perdieron: lo que los nazis no pudieron subastar en Suiza para conseguir dinero
para comprar arte que le gustara a Hitler para el Museo de Arte Alemán que se
iba a hacer en Linz. Cuando se dieron cuenta de que podían sacar pasta
vendiendo en Suiza lo que pensaban que era una porquería, lo vendieron. Y eso
se salvó”.
A Torres también le
interesaría ver en la colección a los artistas rusos Komar y Melamid, “que
trabajaban juntos como el Equipo Crónica aquí en los años setenta y ochenta, no
son muy conocidos, pero son fantásticos, se tuvieron que marchar de la URSS”.
De hecho, en 1974 les detuvieron durante una performance y al final de ese año
destruyeron su Autorretrato doble –en el que parodiaban a Lenin y Stalin– en la
conocida como exposición bulldozer, porque la muestra de artistas en el bosque
de Belyayevo fue arrasada por una fuerza policial que incluía bulldozers y
cañones de agua. Torres incluiría en el museo El origen del mundo, el primer
plano de un sexo femenino pintado por Courbet, “una pintura que no ha parado desde
el primer día, ha sido explosiva en todo momento, la coloques donde la
coloques, es una bomba”. De hecho, Facebook ha ido a juicio en Francia por
censurarla.
La exposición nazi de ‘arte
degenerado’ acabó subastada en Suiza o perdida...
Torres vivió en Estados
Unidos el mundo de Reagan y la censura artística que trajo la época. Era la
presidencia de Reagan, que se carga el National Endowment for the Arts, y el
senador Jesse Helms va haciendo de las suyas, como si fuera McCarthy y
metiéndose con la izquierda artística y antipatriótica. Dice que no es
constitucional ni justo utilizar dinero público para hacer obras que ponen en
entredicho la integridad del American way of life. Al primero que le lanzan la
caballería es a un chaval joven que en una exposición del Chicago Art Institute
crea una instalación que para llegar al final has de pisar una bandera
americana. “Se tuvo que retirar y devolvió el dinero para la pieza”, recuerda.
Helms atacó duramente la fotografía Piss Christ de Andrés Serrano de 1987 –un
crucifijo de plástico sumergido en orina– que ha sido vandalizado en Francia
Australia. Serrano fue amenazado de muerte y perdió becas. También se atacó la
sexualidad explícita de las fotografías de Robert Mapplethorpe, cuya exposición
de 1989 en la Corcoran de Washington fue cancelada.
Torres aclara que “hay arte
censurado por nosotros de los que consideramos malos. El arte nazi. En Alemania
no se puede mostrar. Hay arte nacionalsocialista confiscado en Washington, en
los fondos de las fuerzas armadas. He fotografiado allí acuarelas de Hitler de
cuando era estudiante. Es una colección de arte nazi que no te la acabas y sólo
la puedes ver con permisos especiales. En Alemania pasa igual”.
...y ahora es el arte nazi
el que permanece encerrado en EE.UU. o Alemania
El profesor Antonio Monegal
añade una reflexión: “Todos estamos en contra de la censura, pero hay formas de
tolerancia que son signos de irrelevancia social. Una de las cosas que la
censura demuestra es que el arte sigue importando y tiene capacidad de impactar
a ciertos sectores. A todos los artistas y creadores que intentan hacer algún
tipo de afirmación política les preocuparía que su arte no generara irritación.
Pero la libertad de creación es diferente a la de expresión, que puede tener
límites. El arte necesita una libertad particular. En la medida que quiera
generar conflicto debe tener ese espacio de relación y diálogo con la gente. La
capacidad del arte es incidir en el espacio de los símbolos, debe provocar una
reacción. Es normal que la haya, lo que nos debe parecer mal es que la gente
tenga instrumentos políticos y judiciales para reprimir”.
http://www.lavanguardia.com/cultura/20180611/452916974/arte-censura-museo-tatxo-benet-bestia-sobira.html
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