Publicado
por primera vez el libro 'Viaje a España', un diario de notas jocosas y dibujos
del arquitecto creador de la Ópera de París. Recorrió el país durante 25 días
en mayo de 1868
Manuel Morales Madrid
Pueblerinos de Burgos. / editorial nerea
Desde San Sebastián hasta Cádiz y desde Granada a Perpiñán, cuatro
franceses recorrieron España de arriba abajo durante 25 días en mayo de 1868,
en un periplo encabezado por Charles Garnier, el arquitecto que levantó la
Ópera de París. De aquel viaje, básicamente en tren pero también en carruajes y
barcos, Garnier tomó sin descanso apuntes que convirtió en ripios de tono
jocoso. Además, dibujó a pluma catedrales, paisajes, calles y, por supuesto, a
los españoles que veía. Todo ello configuró un retrato de aquel país que meses
después finiquitaría el reinado de Isabel II. De este material apenas se
conocía nada hasta que ahora se ha editado por primera vez (Nerea) en una reproducción en facsímil del manuscrito con 400
ilustraciones, acompañada de un segundo volumen con la traducción al español.
"Lo más valioso del libro son los dibujos de las escenas
costumbristas", señala Fernando Marías,
uno de los dos editores de esta obra. A ello contribuyó sobre todo uno de los
acompañantes de Garnier, su amigo el pintor Gustave Boulanger y, en menor
medida, un discípulo del arquitecto, Ambroise Baudry. El cuarto componente de
la expedición fue Louise, la esposa de Garnier.
La mayoría de las ilustraciones de arquitectura y las caricaturas las
hizo Garnier pero los retratos de mendigos, campesinos, toreros, guardias… son
de Boulanger. "Es casi una aportación antropológica a la historia de
España del XIX", subraya la coeditora Véronique Gerard-Powell, de la
Universidad de la Sorbona.
"Los cuadernos de Garnier pasaron de su viuda a la biblioteca de
la Ópera parisiense, pero no estaban bien estudiados hasta que una parte se
hizo pública en una exposición de arte en 2005 en Francia. Él era un hombre
viajado pero no se tenía ni idea de que hubiera hecho este viaje a
España", explica Marías, miembro de la Academia de Historia.
Antes que este cuarteto hubo otros europeos, sobre todo franceses, que
fueron a España, entonces un destino exótico, de leyendas y tópicos. Alexandre
Dumas, Gautier, Gustave Doré, Mérimée y, más adelante, Édouard Manet para ver
El Prado. ¿Por qué se entregaron a este frenesí turístico cuatro gabachos?
La clave está en la granadina Eugenia de Montijo, emperatriz consorte y esposa
de Napoleón III. Garnier estaba en plena construcción del edificio de la Ópera
y Eugenia de Montijo le insistió en que antes tenía que ir a España a conocer
su arquitectura, sobre todo la Alhambra y la Mezquita", señala Marías.
Para este catedrático de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de
Madrid, hay evidentes influencias de la escalera principal del Alcázar de
Toledo y de la de El Escorial en la que se construyó para el teatro parisiense.
Por cierto, el monasterio que ordenó levantar Felipe II no fue del agrado del
francés: "Si lo demolieran enterito, / a todos nos importaría un
pito".
Está claro que Garnier no se mordía la lengua cuando algo le
disgustaba: "Ciudad pestilencial / mira que Burgos huele mal". En
Madrid, visitó durante dos jornadas el Museo del Prado, vio una corrida de
toros, espectáculo que le desagradó, y se burló del Manzanares: "Un río
sorprendente en el que hay arena en vez de corriente". También lamentó
"las procesiones de mendigos, que encontró en algunas ciudades", subraya
Marías.
Dibujos de Cádiz, abajo su catedral. / editorial
nerea
Pero también dejó constancia de lo que satisfacía su refinado gusto:
"San Sebastián, esta urbe, largo y ancho, / posee carácter e imán".
Estos pareados "eran comunes en aquella época como entretenimiento, con un
tono habitualmente festivo. Son textos que seguían el ritmo de canciones
populares del XIX". Garnier declaró su admiración por paisajes como Sierra
Nevada: "Blanca nieve en la cumbre, / prados verdes, mansedumbre, / el
cielo es de un azul puro". O por el mar alicantino: "Su extensión
inmensa brilla / bajo un sol esplendoroso". Sus ciudades favoritas fueron
las andaluzas: Córdoba, Sevilla, Granada y Cádiz, "ville
coquette".
Además de rimas y dibujos, este viajero registró de forma escrupulosa
en su guía turística los núcleos urbanos y pueblos por los que pasaba, las
horas de salida y llegada a cada destino, los ríos que veía, la distancia recorrida
entre uno y otro lugar y hasta el medio de transporte. Para conocimiento de
futuros aventureros.
"Los cuatro lo pasaron muy bien. A Garnier le gustaba mucho comer
y beber, sobre todo cerveza con limón", apunta Marías. Aunque las fondas y
posadas fueron diana de sus versos por su falta de limpieza. "En todo caso
se le nota que disfrutaba de lo que tenía ante sus ojos". Véronique
Gerard-Powell incide en el carácter de su compatriota: "Hacía un chiste
cada dos palabras. A pesar de que el matrimonio acababa de perder un niño era
un hombre lleno de vida, de sentido del humor".
El caballero Garnier también tuvo tiempo de fijarse en las españolas.
En Valencia le llamaron la atención "las mujeres de labios de
corazón". Otras veces miraba las ropas: "Una mujer va ataviada / de
color, abigarrada, / y otra lleva vestiduras / que al viento inflan las
hechuras". Los últimos versos de sus cuadernos muestran el positivo
balance de su paso por España: "Nuestro viaje ha terminado, / tengo el
lápiz agotado. […] Todo ha sido encantador, / ¡alabado sea el Señor!".
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/28/actualidad/1401291413_712273.html
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