Plácido
Domingo ha vuelto este miércoles a ofrecer una de esas veladas cargadas de
emotividad, en las que el público se entrega a un artista que, por su parte,
siempre lo da todo. Acompañado de la soprano Ana María Martínez y con Alejo
Pérez al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real, Domingo ha sido el gran
protagonista de la séptima cita del ciclo "Las noches del Real".
Alicia Huerta/Fotos: Javier del Real (Teatro Real)
Dos hileras de sillas
embutidas entre la primera fila “oficial” y el escenario, daban idea, antes de
empezar el concierto anoche, de la expectación que siempre provoca cualquier aparición
del cantante madrileño en la capital. Esta temporada aún con mayor razón,
porque en julio del pasado año Domingo tuvo que ser ingresado en un hospital
cuando ya habían comenzado los ensayos de la ópera Il Postino en la que él iba
a interpretar a Pablo Neruda. La decepción que muchos se llevaron por su
substitución era algo que a Plácido, siempre tan generoso con su público en
cualquier lugar del mundo, le pesaba desde su primera aparición ante los medios
para hablar de su enfermedad. Ya aseguró entonces que entre todos intentarían
buscar la fórmula para que los aficionados que se habían quedado sin su “dosis
anual de Plácido”, pudieran disfrutar de él lo antes posible. Sin embargo, las
complejas programaciones de los teatros y las abultadas agendas de los artistas
hacen que no resulte sencillo encontrar una fecha enseguida. De modo que casi
un año después, Plácido ha regresado a Madrid, feliz de estar en su casa, pero
lamentando que la solución no hubiera podido ser una ópera con varias funciones
o un concierto en un lugar mucho más grande que el Real. Para que nadie se
quedara con ganas de verlo.
Por eso, esta noche se
habían colocado sillas donde nunca las hay y en el teatro era imposible
distinguir un hueco vacío. El programa del recital, por otra parte, lo había
diseñado el propio artista pensando en nuestro país, con el significativo
título de “A mi España”. Un homenaje a la música española o relacionada con
España, en el que, como no podía ser de otra forma, la zarzuela ha tenido un
papel destacado. Especialmente, en la segunda parte y en los bises, que, cuando
se trata de Plácido, nunca parecen ser suficientes. De modo que, después de
casi dos horas de un concierto que daba inicio con la Obertura de La forza del
destino, de Verdi, aún se alargaba la velada con cinco bises y los
correspondientes aplausos. No solo aplausos. Con Plácido y los aficionados, que
vienen no sólo de Madrid — “fenómeno”, le gritaba una mujer que decía haber
venido ex profeso desde El Ferrol —, los aplausos siempre saben a poco. Incluso
las aclamaciones de bravo se quedan cortas, y del teatro lo que surge es una
especie de clamor que viaja hasta el escenario. Así, esta noche, a un
emocionado Plácido ni siquiera le hacía falta empezar a cantar para recibir ese
clamoroso afecto que un aficionado se atrevía a traducir en voz alta con dos
sencillas palabras: “Gracias, maestro”, cuando ya se llegaba a la recta final del
concierto. Después de una primera parte en la que Plácido ha calentado motores
con el aria Per me è giunto, de la ópera de Verdi Don Carlo. A continuación, la
soprano Ana María Martínez interpretaba la Chanson Bohème, de la ópera de Bizet
Carmen, para continuar, juntos, con la interpretación del genial dúo La ci
darem la mano, de Don Giovanni. Y terminar con el aria, ya puramente de aquí,
¿Me llamabas, Rafaeliyo?, de El gato montés. Un Plácido en pose torera, abría
la veda para “atacar” la música más sentida por el carismático artista español.
Como él suele decir, desde la cuna.
Porque la segunda
parte iba de zarzuela: Ya mis horas felices, de La del soto del parral,
interpretada por Plácido con esa emoción que él sabe transmitir tan bien; y De
España vengo, de El niño judío, por la que la soprano puertorriqueña ha sido
igualmente muy premiada. Como también lo ha sido la Orquesta Titular del Teatro
Real, especialmente por la impecable dirección de Alejo Pérez en el Intermedio
de El tambor de granaderos, de Ruperto Chapí. No ha faltado tampoco otra de
esas romanzas indispensables cuando de zarzuela y Plácido se trata: “Amor, vida
de mi vida”, del maestro Moreno Torroba. El cantante madrileño la siente con
tanta profundidad cuando la canta, que logra que todos la sientan. “Te ríes
cuando sientes deseos de llorar”. Aunque el máximo nivel de delirio iba a
llegar muy poco después: con su interpretación de “No puede ser”, de La
tabernera del puerto, y con un tema que Plácido siempre regala en los bises —
como si aún faltaran -, la famosa canción Granada, compuesta por Agustín Lara.
Eran casi las once cuando el público abandonaba el teatro y el escenario se
quedaba vacío, pero a Plácido — como es tradición — aún le estaría esperando la
habitual fila de seguidores que no quieren marcharse a casa sin haber podido
saludarle a las puertas de su camerino. En todo caso, para quienes no hayan
podido asistir o aún tengan más ganas de Plácido, en el programa de la próxima
temporada lo podrán disfrutar por partida doble. En los meses de junio y julio,
Domingo volverá a Madrid para dirigir una nueva producción de Goyescas, de
Enrique Granados, e interpretar el papel titular de la ópera de Puccini, Gianni
Schicchi, en una producción que él mismo encargó para la Ópera de Los Ángeles,
con dirección de escena de Woody Allen. Desde luego, no parece un mal plan.
http://www.elimparcial.es/cultura/placido-domingo-rinde-un-emotivo-homenaje-a-espana-en-el-teatro-real-139105.html
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