Hay quienes dicen que Allen Ginsberg (1926- 1997) fue un
verdadero gran poeta. Otros lo juzgan un excelente “showman” –quizás un algo
pirado- que , eso sí, estuvo en todas las guerras. O contra todas las guerras.
Defendió a los judíos (él lo era) pero también culpó a Israel de las matanzas
de palestinos. Probó todas las drogas, lideró todos los antisistemas con poesía
que recitaba muy bien o incluso salmodiaba. Su novio de toda la vida, Peter
Orlovsky (que le sobrevivió unos años) no era óbice ni para su promiscuidad gay
ni para los tríos consentidos, por ejemplo con Jack Kerouac, el otro gran
“beat”, el otro gran mito… Creo que Mailer lo dijo bien: “No diría que es un
gran poeta sino que es nuestro gran poeta americano”. Muchos carismas ha de tener
para que Anagrama (que tiene pavor a la poesía) haya editado -y muy bien,
bilingüe- los libros más famosos de Allen, “Aullido” (1956) y “Kaddish” (1961)
que acaba de salir en la más completa edición española…
Hay poemas de Ginsberg que parecen desastrados, o fruto de un
visionarismo sin meta, pero a veces logra magníficos poemas directos o esos dos
himnos bravos que son “Aullido” y “Kaddish” que es el nombre de una oración
judía, escrita en arameo, que se reza en público y que según los muy ortodoxos
precisa, por tanto, la presencia de diez varones.
El “Kaddish” es una exaltación
y una súplica a dios, por eso el “Kaddish” a los difuntos es el más famoso.
Cuando en 1956 murió la desdichada Naomi (la madre de Ginsberg) tras años de
padecimientos y locura, no le pudieron entonar el “kaddish”, por falta de
quórum de varones. Su hijo pagó esa falta y el amor y la desolación hacia su
madre, escribiendo el largo himno que abre el libro: súplica, desorden,
ensoñación, amor, relato de la destrucción de una emigrada rusa… (“Es
extraño pensar en ti ahora, lejos sin corsé ni ojos, mientras camino por el
soleado pavimento de Greenwich Village…”) Ginsberg, que es un gran poeta
desmedido pero que llevó el poema más lejos (lo que importa) pertenece, claro,
a la tradición de Whitman o de otro norteamericano, Vachel Lindsay, que
recorría los caminos recitando… Pero también es plenamente moderno,
porque “Aullido” es un peldaño de la modernidad, como antes lo fue (en rada
distinta) “La tierra baldía”. En el libro “Kaddish” hay poemas que pueden
caerse en su delirio (“Gas de la risa”) pero otros, aparte del principal,
enseñan maneras oníricas nuevas en la época: “Ácido lisérgico”.
De algún modo
Ginsberg, defensor de todas las rebeldías, sensual sin cortarse, enseñó también
otro camino a la mística, no por la ascesis ni por el “satori”, sino por el
desarreglo sensorial no razonado (Rimbaud decía razonado) que lleva a metas
transestelares, viajes por el universo, sin dejar de vivir el hoy o el sexo…
Como Kerouac, Ginsberg resulta imprescindible. A todos se les ocurre que tiene
una película intelectual, visionaria y gay, y la tiene. Es curioso que el actor
(gay) que hace de Ginsberg sea Daniel Radcliffe, el que hizo de “Harry Potter”.
Ahora la magia es distinta. Pero lean y sientan que la Poesía lo llena todo y
de todo puede hablar. No es una mujer seca y sola teñida de viejo hermetismo.
http://luisantoniodevillena.es/web/articulos/siempre-ginsberg/
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