Libros apilados de la editorial Gredos,
que cumple 70 años.
SERGIO GONZÁLEZ MUNDO
P. UNAMUNO
En 1977, año de nacimiento de la Biblioteca
Clásica Gredos, muchísimos chavales de BUP traducían del griego, mal que
bien, las fábulas de Esopo y podían entender los textos
latinos de Tito Livio,César y Salustio con
un diccionario. Hoy, incontables planes de estudios y leyes de enseñanza
después, un joven de 15 años que quiera cursar esas materias, especialmente el
griego, tiene que escoger un «itinerario» sumamente restrictivo que, además, le
complica las posibilidades de retornar en el futuro a disciplinas de ciencias.
La creación de la editorial Gredos se remonta a
1944, cuando los estudiantes de Bachillerato cursaban siete años de Latín y
cuatro amigos «con más ingenuidad que medios», como escribió uno de ellos, Hipólito
Escolar, se propusieron remediar la falta de libros españoles científicos y
de estudio. Los otros osados eran Julio Calonge, Severiano
Carmona y Valentín García Yebra, que invirtieron 3.000
pesetas por cabeza para echar a andar el sello. El capital inicial alcanzó
apenas para la aventura -literaria, no científica- de publicar la obra de Gastón
Baty Dulcinea, de cuya tirada inicial de 3.000 ejemplares debieron de
venderse poco más de 200.
Con otras 2.000 pesetas por barba y lo logrado con
la edición delEugenio de Rafael García Serrano para el Frente de
Juventudes lograron sacar cabeza. El camino acabó por despejarse con la llegada
de José Oliveira Bugallo, que además de 11.000 pesetas aportó un
conocimiento del mercado editorial del que carecían los fundadores; también
ayudaron lo suyo sendas ediciones para estudiantes de Bachillerato de los
libros II de la Guerra de las Galiasy de la Guerra Civil de
Julio César. Los Clásicos Anotados y Bilingües de Gredos descubrieron
de hecho un mercado nuevo: el de los textos escolares latinos y griegos, volúmenes
de pocas páginas y módico precio que aún hoy se siguen reimprimiendo.
Las
Humanidades como motor de crecimiento
Hipólito Escolar agradecía su buena ventura «al
bendito Pedro Sainz Rodríguez» (ministro de Educación de la época),
hombre convencido de que «las humanidades eran imprescindibles para la
formación o perfección del hombre». Y añadía en su Gente del libro, publicado
por la misma Gredos: Sainz Rodríguez «alcanzó a ver en sus últimos años que sus
sucesores en el Ministerio fueron suprimiendo los estudios clásicos y las
humanidades, inmolados en la pira del saber científico», palabras que recuerdan
que el declive de los conocimientos sin aplicación tangible viene de
lejos.
Antigua sala de correctores de la
editorial Gredos.
El creador y director de la Biblioteca Clásica, Carlos
García Gual, opina que tampoco las disciplinas científicas han salido
ganando en este proceso. En su opinión, el problema es general y reside en «la
decadencia de la enseñanza pública, que tenía centros excelentes» en
los años 60 y 70. «Lo peor es el afán de rentabilidad, la idea de que los
saberes humanistas no sirven para nada, es decir, no sirven para ganar dinero a
menos que uno sea profesor de esa materia. Yo digo que sirven para la vida:
haber leído la Odisea es algo que uno lleva consigo para siempre».
García Gual es de la misma opinión que Borges,
para quien «haber aprendido y olvidado el latín era uno de los mayores dones»
que le dio la vida. «En los tiempos actuales, el grecolatino es un mundo ajeno
y se aprecia un cierto desprecio por el pasado. Sólo interesa lo espectacular o
lo anecdótico, pero no el verdadero conocimiento».
El inicio de
la exploración
Los textos escolares permitieron a Gredos disponer
del colchón necesario para emprender aventuras de mayor calado. Una de las más
señeras fue la Biblioteca Románica Hispánica, fundada y dirigida
por Dámaso Alonso, en la que publicaron las mayores autoridades del
campo filológico (los Amado Alonso, Bousoño, Lapesa, Lázaro Carreter, Gili
Gaya...) y los próceres de las numerosas escuelas lingüísticas que durante décadas
se disputaron ser «el método de referencia».
La colección de Dámaso Alonso se completó y
enriqueció sobremanera con la aparición de dos cimas de la lexicografía, el
Diccionario crítico etimológico de Joan Corominas y el María
Moliner, es decir, el revolucionario Diccionario de uso del español en el
que la bibliotecaria zaragozana introducía elementos de codificación propios de
los diccionarios filológicos y empleaba por primera vez -casi 30 años antes que
la RAE- el orden alfabético universal.
Los éxitos de Gredos corrían parejos a sus
fracasos, pero los eternos problemas de dinero podían sobrellevarse mientras
funcionaran los puntales de la editorial: los manuales escolares y la Románica
Hispánica, que triunfó en buena parte gracias a una acertada red comercial y a
las relaciones con librerías, bibliotecas y profesores, sin olvidar el auge del
hispanismo en América a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Las colecciones de Filosofía y Economía,
así como laUniversitaria, no tuvieron especial fortuna; la de Grandes
Manuales se vendió bien durante unos años, en tanto que la Historia del
Arte de Martín González y la Historia de la literatura de Alborgsupusieron
auténticos bombazos. El éxito de esta última obra «fue tan grande que la gente
no dejaba de preguntar cuándo saldría el tomo siguiente», recordaba Escolar.
«No había nada parecido en la bibliografía española y se lo disputaban los
opositores a cátedra».
Carlos García Gual convenció -va para cerca de 40
años- a Calongey García Yebra, helenistas como él, de
crear la Biblioteca Clásica, un compendio de todo el legado clásico
grecolatino. Sebastián Marinerse hizo cargo de la selección de las
obras latinas, hasta que a su muerte le sucedieron José Javier Iso y José
Luis Moralejo, mientras el propio García Gual se ocupaba de las griegas,
que además de los grandes nombres de la Antigüedad incluían autores menores,
piezas científicas (Euclides, el Corpus hippocraticum y los tratados de
biología de Aristóteles, entre otras) y hasta textos extraídos de fuentes
marginales como papiros, inscripciones o fragmentos.
Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Julio
Calonge y María Moliner.
Escolar rememoraba en 'Gente del libro' los
inicios de la Clásica: «Nos decidimos a esta gran empresa, como tantas veces
había sucedido en Gredos, mirando más a la utilidad cultural que al provecho
material porque nunca pensamos que fuera un buen negocio, aunque sí que no
originaría pérdidas pues, a la larga, cuando la colección tuviera suficientes
volúmenes podría autofinanciarse».
Las previsiones de Escolar se cumplieron. García
Gual explica que la gran cantidad de profesores de Latín y Griego, tanto
universitarios como de instituto, les ofrecía mucho donde elegir y facilitaba
dar siempre con la persona más apropiada para traducir y anotar cada una de las
obras escogidas, todo ello conforme a un proceso especialmente complejo y
riguroso. A diferencia de la creada porMenéndez Pelayo, nutrida de traducciones
antiguas, la Biblioteca Clásica de Gredos está compuesta por versiones
elaboradas ad hoc que hasta hoy suman 411 volúmenes de una colección
que todos identificamos por su cuero azul oscuro y el dibujo de la cabra
hispánica, obra de García Yebra, en el lomo.
Menos títulos
en la actualidad
Cada vez con menos público potencial y más escasa
oferta de catedráticos a los que recurrir, la colección edita unos tres
o cuatro títulos en la actualidad, por los 20 que salían en los buenos tiempos.
García Gual no pierde, sin embargo, el entusiasmo que le produce tener
pendiente de publicar, por ejemplo, el último tomo de la obra de Estrabón y
saber que existe un público fiel que garantiza un mínimo de tirada para sus
libros y que, si bien carece de tiempo u ocasión de estudiar las lenguas
clásicas, mantiene el interés por el pensamiento de la Antigüedad.
Puede estar orgulloso del millón de ejemplares
vendidos de la colección y de haber servido de ejemplo a otras editoriales para
que encargaran sus propias traducciones de los clásicos. Le preocupan, no
obstante, las nuevas tecnologías, «que no invitan ni a la memoria ni a
la reflexión ni a la imaginación» y tampoco se caracterizan por respetar la
autoría del trabajo. «Ya decía un poeta griego primitivo que la única virtud es
ser rico. La mentalidad actual defiende exactamente eso, se desprecia todo lo
que no sea hacer dinero y los ricos despiertan admiración incluso en los casos
en que se sabe que son unos sinvergüenzas», reflexiona el ilustre helenista y
Premio Nacional de Traducción.
Siempre con su doble espada de Damocles (la
rentabilidad económica y el arrinconamiento de las humanidades en la enseñanza)
sobre la cabeza, Gredos pasó en 2006 a ser propiedad del grupo RBA,
que ha respetado sus señas de identidad al tiempo que diversificaba su oferta
editorial con vistas a ampliar el número de lectores. Iniciativas de la última
década han sido una línea de obras lexicográficas agrupadas bajo la marca María
Moliner; la Biblioteca Básica, que ofrece algunos títulos de la
Clásica en formato más manejable y a menor precio; la Nueva Biblioteca Románica
Hispánica, dirigida por Francisco Rico; la de Estudios Clásicos, que reúne
monografías de los grandes clásicos; y la de Grandes Obras de la Cultura
occidental.
La propuesta más ambiciosa de la nueva Gredos es
su Biblioteca deGrandes Pensadores. Sus 38 volúmenes lujosamente
encuadernados, que recogen la obra de los grandes filósofos de nuestra cultura
desde el siglo IV a. C. hasta el presente, ilustran acaso mejor que ninguna
otra obra la necesidad de reivindicar el invento más inútil y necesario creado
por el hombre: el pensamiento.
http://www.elmundo.es/cultura/2014/06/09/53951882e2704e57548b4587.html
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