Sale a la luz ‘El talismán’, una obra inacabada con libreto del poeta y
música de Joaquín Espín
Gustavo Adolfo Bécquer.
Aparte de ensimismarse en Rimas con
las que en un futuro encuadernaría tantas carpetas adolescentes y perderse con
las Leyendas, Gustavo Adolfo
Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870) tenía dos vocaciones más:
la pornografía y la zarzuela. De la primera, aunque algunos expertos no lo vean
claro, nos legó un clásico clandestino firmado bajo el pseudónimo de SEM y
trazado al alimón con su hermano
Valeriano, pintor. Se titula Los borbones en pelota y
muestra a Isabel II en constante fornicio con los guardias de Corps. La segunda
era alimenticia. Se dedicaba a ella junto a su amigo Luis García Luna, bohemio
y caído en desgracia, como él, con quien colaboró también en obras de teatro.
Pero existía una pieza inédita e inacabada que acaba de salir a la luz:El
talismán, una zarzuela perdida que empezaron a escribir para el músico
Joaquín Espín y Guillén.
Una de las teorías más probables es que lo
empezara a hacer por amor. “Así parece”, confirma Víctor Infantes, coordinador
de la publicación de la pieza junto a la partitura, que ha publicado Visor. Fue
verla en el balcón y caer seducido por su rostro moreno y su nariz aguileña. Se
llamaba Julia Espín —hija de don Joaquín—, acabó dedicándose a cantar ópera
antes de casarse con el político liberal Benigno Quiroga. Aunque previamente
mantuviera una relación con Bécquer que acabó inspirándole varias de sus rimas.
Aparte del deseo de acudir a la tertulia de los
Espín, famosa por sus debates musicales no solo gracias al compositor, sino
también a su esposa, Josefina Pérez, sobrina de Isabella Colbrand, primera
mujer de Rossini, también había algo de alimenticio en el doble acercamiento a
la familia. Había que fomentar las buenas relaciones. Los versos no daban mucho
de sí, cosa que Bécquer lamenta. "La poesía lírica española sería de las
primeras del mundo si con ella se comiese o a sus autores se les premiara de
algún modo", escribe a un crítico que le echa en cara indirectamente
utilizar seudónimos y dejarse llevar por los gustos franceses.
Firmaba alguno de sus libretos con
otro nombre. Cuando lo hacía junto a su amigo García Luna se fundían en Adolfo
García. Juntos escribieronLa ventana encantada, Las
distracciones o Tal para cual, entre otras. Y ambos
concibieron esta pieza recién encontrada, que se desarrollaba en París y
alrededores con un juego de enredos, despistes y disfraces dieciochescos. Comenzaron
titulándola La esmeralda, lo que produjo confusión entre los
expertos que pensaron pudiera ser una adaptación de Nuestra señora de
París, escrita por Víctor Hugo.
Poco o nada se sabía de El talismán.
Salvo pistas difusas. Hasta que el año pasado, en la Feria del Libro de Madrid,
el impenitente bibliófilo Manuel Vázquez de la Plata le comentó no sin misterio
a Infantes que poseía algo que podía interesarle: "No me ha contado dónde
lo compró. Solo que lo encontró gracias a un librero viejo y que podía ser de
Bécquer". Quedaron e Infantes se encontró ante el mamotreto de una
partitura con unas cuartillas dentro. Las había de color azul -pertenecientes a
García Luna- y otras blancas que Infantes supo reconocer del autor sevillano.
Para no equivocarse acudieron a Jesús Rubio
Jiménez, de la Universidad de Zaragoza, gran experto en el poeta. Encargaron un
peritaje caligráfico a Juan José Jiménez Praderas, que certificó la autoría.
Así fue como llegaron a la conclusión de que se trataba de un hallazgo original
de Bécquer dentro de un trabajo conjunto que no llegó a finalizarse.
La compusieron entre 1859 y 1860, pero tras esa
fecha y hasta la muerte del poeta en 1870 -por tuberculosis, según unos, por
problemas hepáticos, sostienen otros o por sífilis, argumentan algunos- no
continúa el proyecto. Sin duda, la ruptura de su relación con la hija del
compositor echa todo al traste. Las fechas coinciden. "El milagro no es
sólo que se haya conservado la partitura, sino que lo haya hecho con las
cuartillas dentro", comenta Víctor Infantes.
Entre los múltiples trabajos que Bécquer tuvo que
hacer para salir adelante tras instalarse en Madrid en 1854 estaban los
encargos de comedias, el periodismo a céntimo la pieza antes de ser nombrado
director de 'La ilustración', las adaptaciones de éxitos franceses a la escena…
Su carrera literaria no acababa de arrancar, aquel proyecto de la Historia
de los templos de España se truncó con un solo volumen. Había enfilado
su vocación con ánimo maratoniano: "Comencé por donde comienzan casi
todos: por escribir una tragedia clásica y algunas poesías líricas. Esto es lo
que en lenguaje técnico llamamos pagar la patente de inocencia". La sombra
del fracaso le acechaba en esos duros comienzos de la capital, lo mismo que a
su compadre García Luna, que acabó muriendo en la más pura miseria.
Pero aun así, sabía encontrar el gusto y escarbaba
en los intríngulis de la jugosa relación que siempre ha dado la música con la
literatura. Añoraba otro idioma para dar letra a las zarzuelas. Así lo deja
patente en una carta recogida para el estudio de El talismán dentro
de un artículo de Rubio Jiménez: "No puede negarse que la palabra musical
dista mucho de sustituir con ventaja a los cantables del libro francés. Los
pensamientos que en este idioma se pueden encerrar en un verso merced a sus
modismos especiales, su manera de construir las oraciones, la brevedad y la
ligereza de sus palabras, es casi imposible que los contenga un verso español
de la misma medida. Lo impide la licuación fastuosa y, por decirlo así,
epopéyica, de nuestra lengua castellana".
Le preocupaba dicho maridaje. Pero a juicio de
Juan Antonio Tamayo, experto en la obra del poeta, lo logra, tal como señala
Miguel Ángel Lama en otro artículo del volumen: "Domina la difícil técnica
de adaptar la poesía a la música. Sabe elegir los metros adecuados a cada
situación, sea cómica o dramática, y consigue los necesarios efectos
aprovechando con evidente maestría el pie forzado que le da el ritmo de la
partitura".
Una pena que ese ritmo no llegara a sonar nunca.
Aunque anuncia Víctor Infantes que para la presentación del hallazgo en Madrid
puede que escuchemos algún dueto. Será la mejor manera de certificar el nuevo
descubrimiento.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/31/actualidad/1401537420_686487.html
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