La experiencia de Lévi-Strauss
en las selvas brasileñas le condujo muchos años después a cuestionar los
convencionalismos sobre las sociedades primitivas y a formular una nueva teoría
sobre los vínculos humanos
JUAN
MANUEL BELLVER París
"Sabio no es quien proporciona las buenas respuestas, sino aquel
que formula las buenas preguntas", dejó escrito Claude Lévi-Strauss
en 'Lo crudo y lo cocido' (1964). Este año se cumple medio siglo de la
publicación del primer volumen de la tetralogía 'Mitológicas', en el cual el fundador
de la Antropología moderna transformó la percepción occidental de los
pueblos primitivos. Pero el mundo de la cultura francesa no ha previsto ninguna
conmemoración especial, quizá porque ya homenajeó suficientemente a su autor en
2008, cuando cumplió 100 años, y al año siguiente, cuando falleció.
Sin embargo, su legado filosófico está más vigente que nunca en esta
era de materialismo exacerbado y choque de civilizaciones. Este pionero de la
ecología que anticipó la globalización -sin usar jamás dicho término- y
advirtió de los peligros del progreso en su libro 'Tristes trópicos'
(1955), es reivindicado aún hoy como uno de los intelectuales más pertinentes
de nuestra época. No tanto ya por haber introducido el estructuralismo en las
ciencias sociales, sino por su visión profundamente humanista de la existencia
y, más concretamente, por ese certero estudio de las diferentes culturas de los
hombres, sus conductas, esquemas lingüísticos y mitos, que reveló la existencia
de patrones comunes y confirmó la universalidad de la mente humana.
"Su análisis de los mitos implica una teoría de nuestra relación
con el mundo mucho más avanzada que lo que él mismo sugiere en su
discurso", explica Yvan Simonis, autor de 'Lévi-Strauss o la pasión
del incesto' (1968). "Yo lo releo constantemente porque sus libros -y
especialmente los cuatro volúmenes de 'Mitológicas'- son, en sí mismos, una
hermosa obra de arte que nunca ha dejado de asombrarme e inspirarme".
"Antes que etnólogo, Lévi-Strauss es sobre todo un viajero, un
hombre que recorre el mundo para tomarle la medida", indica su más
concienzudo biógrafo, Denis Bertholet. "La pasión por el descubrimiento le
llevó a Brasil, donde aprendió un oficio que ninguna universidad enseñaba en
aquel tiempo. En 1940, tuvo que huir de Francia y Nueva York fue para él una
revelación, un lugar de reencuentro con la 'intelligentsia' del Viejo Mundo. A
través de su amistad con Roman Jakobson y el deslumbramiento que le
causó la lingüística estructural, obtuvo el armazón que daría sentido y rigor a
su exploración de la diversidad humana", prosigue este reputado profesor
del Instituto Europeo de la Universidad de Ginebra.
Etnólogo, antropólogo, filósofo y escritor, Claude Lévi-Strauss
(1908-2009) nació en Bruselas (Bélgica), en el seno de una familia judía, y se
crió en Francia, cerca de Versalles, donde su abuelo era un respetado rabino
y su padre un conocido pintor. Entre 1927 y 1932, estudió Leyes y Filosofía
en la Sorbona de París. Luego enseñó en un instituto de bachillerato local, el
Lycée Janson de Sailly, al lado de profesores como Jean-Paul Sartre y Simone de
Beauvoir. Pero se decidió a aceptar un destino docente en el extranjero, a
instancias del director de la École Normale Supérieure, Célestin Bouglé, que le
convenció para enseñar Sociología entre 1935 y 1938 en la Universidad de Sao
Paulo (Brasil) y así poder dar rienda suelta a su vocación antropológica los
fines de semana, yendo a visitar junto a su esposa Dina -etnóloga de formación-
las tribus nativas circundantes.
"La vocación de antropólogo es un refugio contra la civilización
de nuestro siglo. Desde niño estuve fascinado por el pasado y por la naturaleza. Tras
esa pasión se oculta no sólo la curiosidad por los hombres, sino también el
deseo de vivir en un entorno natural tan salvaje como hace millones de
años", explicaría años después.
A bordo de un maltrecho Ford 34, Dina y él siguieron la antigua ruta
de los buscadores de oro por medio estado de Mato Grosso y, cuando los
caminos se volvieron impracticables, alquilaron un carromato tirado por reses
para penetrar en la jungla. Así contactaron, en diversas expediciones, con las
tribus Caduveo, Bororo, Nambikwara... Luego, debido a una enfermedad ocular,
varios miembros del grupo tuvieron que abandonar la misión; entre ellos Dina,
que volvió a Sao Paulo y luego a París. Se divorciaron en 1939. Entretanto,
Claude había trasladado su campo de actuación al estado de Rondônia,
donde convivió con las tribus Mundé y Tupi Kawahib.
De vuelta a Francia con un inmenso bagaje de vivencias, se proponía
escribir su tesis doctoral, 'Las estructuras elementales del parentesco' -que
no sería publicada hasta 1949-, pero estalló la Segunda Guerra Mundial y fue
primero movilizado, luego destinado a un instituto de Montpellier y por fin
despedido debido a las leyes racistas del régimen colaboracionista de Vichy. Se
fue del país en 1941 huyendo de la persecución nazi para establecerse en
los Estados Unidos, donde ejerció como profesor invitado en la New School for
Social Research neoyorquina en lo que él mismo definió luego como "el
período más fructífero de su vida".
Allí conocería también al antropólogo germano-americano Franz Boas
y al lingüista y estructuralista ruso Roman Jakobson, que le iniciaron
en la obra de Ferdinand de Saussure, tan trascendente en su
revolucionario análisis de las civilizaciones primitivas.
Efectivamente, en una época donde la mayoría de los antropólogos se
ocupaban esencialmente de distinguir las diferencias entre las culturas,
Lévi-Strauss prefirió reivindicar lo que estas tenían en común, estudiando las
ideas abstractas y el pensamiento de los hombres con un enfoque diferente,
llevando sus investigaciones etnográficas en dirección a la psicología, la
lógica y la filosofía.
"A su regreso en 1948, necesitó 12 años para dotar a su
disciplina de un lugar institucional, con la creación de una cátedra de
Antropología Social en el Collège de France", recuerda Bertholet. "A
partir de aquel momento, su pensamiento se impuso como uno de los polos de la
conciencia contemporánea, cuya obra es inseparable de una reflexión sobre
nuestra sociedad y su funcionamiento y anticipa una visión ecológica del
mundo".
Frío y caliente, crudo y cocido, animal y humano. Hasta que él
llegó, el estudio antropológico de la mitología se basaba en conceptos binarios
opuestos, mediante los cuales la humanidad había concebido tradicionalmente
el sentido de la vida. Pero su experiencia en las selvas brasileñas le condujo
muchos años después a cuestionar los convencionalismos sobre las sociedades
primitivas, que eran consideradas entonces como irracionales y a las cuales se
atribuía un enfoque muy limitado de la existencia, regido fundamentalmente por
la satisfacción de necesidades básicas como comida, ropa y vivienda.
Lévi-Strauss descubrió que las tribus con las que había convivido en
los años 30, además de preocuparse por esas cuestiones primarias, mostraban un
profundo anhelo por entender sus orígenes, cultivaban la lógica e incluso
cierto sentido del orden y el diseño. De esta forma, elevó el estatus del
pensamiento salvaje -concepto que, en 1962, serviría de título para otro de
sus libros esenciales- e impuso la teoría de que un ser humano es tal porque
habla, fabrica instrumentos y ajusta su conducta a una serie de reglas.
En 1964, lanzó en la editorial Plon el primer tomo de 'Mitológicas',
donde analiza cientos de mitos de tribus nativas y tradiciones prácticamente
desconocidas de América. A esa entrega inicial llamativamente titulada 'Lo
crudo y lo cocido' -y que sería traducida al castellano por primera vez en 1968
en México, por el Fondo de Cultura Económico-, le seguirían en años sucesivos 'De
la miel a las cenizas', 'El origen de los modales en la mesa' y 'El
hombre desnudo', completando esta tetralogía imprescindible para entender
las sociedades humanas en el tiempo y el espacio.
Elegido en 1973 para ocupar el asiento 29 de la Academia Francesa,
fue el primer etnógrafo en ingresar en esta legendaria institución gala. Casado
tres veces, padre por partida doble, Lévi-Strauss fue comandante de la Legión
de Honor, integrante de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, de
la Academia Americana y del Instituto de Artes y Letras del mismo país y doctor
'honoris causa' de las más prestigiosas universidades: Oxford, Montreal,
Yale, Harvard, Columbia...
Ecologista antes de su tiempo, durante su última intervención
televisiva en 2005, en el programa 'Campus' de France 2, abogó por la
protección del planeta. "Constato la devastación actual, la alarmante
desaparición de especies vivas, ya sean vegetales o animales, y el hecho de
que, debido a la densidad demográfica, el ser humano vive en una especie de
régimen de envenenamiento interno. Pienso en el presente y en el mundo en
el cual voy a terminar mi existencia. No es un mundo que me guste".
Para entonces, hacía tiempo que sus teorías interdisciplinares habían
sido desplazadas en los círculos intelectuales de la 'rive gauche' por el
pensamiento post-estructuralista de Michel Foucault, Roland Barthes o Jacques
Derrida, e incluso abiertamente criticadas por antropólogos como Marc
Augé, que le reprochaban el intento de crear un puente entre los sistemas
de parentesco o los mitos y las estructuras del cerebro humano de forma
incompleta, virtual y parcial. Pero él ya estaba por encima del bien y del mal,
jugaba a epatar a su audiencia proclamándose "anarquista de derechas"
y acusaba a la sociedad parisina de "glotona". "Más o menos cada
cinco años necesita llevarse algo nuevo a la boca", ironizaba. "Desde
que el estructuralismo ha sido tan deformado, ya casi no me atrevo a usar esa
palabra".
"La obra de Lévi-Strauss permanece antropológicamente válida,
como demuestran numerosos trabajos académicos sobre el parentesco y los
mitos", nos explica Vincent Debanne, coordinador de la edición de
sus obras completas para La Pléiade (2008). "Conserva su pertinencia
también debido a su ambición teórica. No ha renunciado a los principios del
estructuralismo ni a la preocupación de descubrir las reglas subyacentes que
dirigen las conductas de los hombres. Nos recuerda que el fin último de la
Antropología es comprender a los hombres de todos los lugares y todas las
épocas".
http://www.elmundo.es/cultura/2014/06/28/53adc7ad268e3e0f768b4570.html
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