viernes, 16 de enero de 2015

LA PÉRDIDA DEL ALMA. REAPARECE EN UNA NUEVA TRADUCCIÓN 'LA NOVELA DE FERRARA', DE GIORGIO BASSANI, SOBRE LA DESAPARICIÓN DEL ESPÍRITU DE LA CIUDAD ITALIANA DURANTE EL FASCISMO Y LA II GUERRA MUNDIAL



ALEJANDRO GÁNDARA
Suele comentarse tópicamente acerca de los escritores cuya obra narrativa se ocupa con alguna exclusividad de una ciudad o de un territorio (el París de Patrick Modiano, por ejemplo, o el condado de Yoknapatawpha en William Faulkner) que su intención es recrear el universo entero en un espacio limitado. La ventaja, se supone, es tener al alcance los materiales y dominarlos gracias a un repertorio previo, y la creencia inherente es que las posibilidades de la vida se manifiestan en lo pequeño tanto como en lo grande, según el viejo principio de correspondencias entre microcosmos y macrocosmos.
En mi opinión, sin embargo, hay una diferencia entre usar como objeto literario una ciudad existente y concreta y usar un territorio. El territorio (como también por ejemplo el de Región en Juan Benet) tiende a lo mítico, y efectivamente, mediante sus contornos difusos, su geografía más rica y la cantidad de complejos caracteres que pueden introducirse en él, el autor puede dar cauce a su invención y representar cuanto le venga en gana dentro de unas coordenadas. Un territorio se hace equivalente a un universo gracias a su potencia abstracta y a que en el fondo nada lo condiciona.
La ciudad es un caso diferente. Una ciudad es reconocible y ha de hacerse reconocible en la medida en que se le adjudica un nombre real, y el trabajo narrativo, sea del estilo que sea, ha de supeditar su invención a las exigencias de reflejo de ese lugar que no está únicamente en la mente del creador, sino en la de los habitantes y lectores. La representación de lo real impone condiciones, si no quiere caer en la arbitrariedad o en la abyección.
"Se logra transmitir un sentimiento de instantaneidad"
El efecto es asimismo otro. Donde el territorio se vuelve mítico, la ciudad queda marcada por la temporalidad, una temporalidad estricta que a su vez determina los caracteres, las categorías y las historias que caben dentro de ella. El propio lenguaje queda sometido a ese tiempo, pues no cabe que el reflejo exceda, ni deforme absolutamente el idioma que corresponde al momento o al periodo. Por supuesto se dan variaciones de tono, modulaciones del ritmo y elaboraciones diversas, pero siempre dentro de la cartografía que el autor se ha propuesto como condición. En otro caso, la ciudad queda relegada a pretexto o a marco de un paisaje, y su relieve ya no es el de objeto literario.
Todo esto viene a introducir la extraordinaria obra de Giorgio Bassani (Bolonia, 1916 - Roma, 2000), entregada por completo a la ciudad italiana de Ferrara, y cuyo primer libro -de los seis que componen el ciclo narrativo denominado 'La novela de Ferrara', publicado entre 1956 y 1972- edita ahora Acantilado: 'Intramuros' (1956), con traducción de Juan Antonio Méndez (existe también traducción de la obra completa en Lumen, a cargo de Carlos Manzano, con fecha de 2007).
"Es mucho más que un fresco histórico o de costumbres"


Giorgio Bassani. GETTY

Pues bien, lo específico de la obra de Bassani es que, sometiéndose a todas las condiciones de tiempo y lugar, consigue mucho más que un fresco histórico o de costumbres, siendo no obstante la historia y las costumbres los cimientos de su relato. Ello se debe a una particular concepción del tiempo que logra transmitir un sentimiento de instantaneidad, de algo que está pasando aquí y ahora, pero que es irreversible e incausado y que no tiene prolongación en el futuro, pues este instante es todo el tiempo concebible.
La Historia, todos los pasados, y el Futuro, todo posible despliegue de la experiencia, quedan concentrados en este instante del mundo, siendo el mundo y su biografía no más que este instante. Las teorías sobre el fin de la Historia y las teorías sobre el fin de la ideología del Progreso se consuman en la obra de Bassani mientras se suceden las peripecias de unos individuos y de unos personajes que no dejarán huella más que en la memoria de aquellos que les conocieron, pero cuya sustancia es exaltada precisamente por la época -mejor sería decir el momento- que les ha tocado vivir.
Hay quienes afirman que los grandes hombres o los grandes acontecimientos son quienes han hecho la Historia, y quizá no les falta razón. Al fin y al cabo, la Historia no es más que el relato que nace de la confianza en el desenvolvimiento del tiempo y de la civilización humana, de la fe en el cambio y en el progreso, del valor que se concede al auge o al derrumbamiento de los ideales, de las transformaciones de la conciencia en su relación con el medio. Pero apartadas esas peticiones de principio, la Historia no tiene razón de ser (hay que diferenciar Historia de memoria).
"No hay unos hechos que van detrás de otros, no hay 'consecuencias'"
Quienes asistieron a las catástrofes de los totalitarismos de las primeras décadas del siglo XX y quienes sufrieron las consecuencias dejaron de creer en la Historia, sencillamente porque la Historia era incapaz de explicar lo que había pasado y toda ella, toda su ciencia y su relato, quedaron reducidas a un momento del tiempo que desde entonces ha adquirido la categoría de misterio, del mismo modo en que para los investigadores del genocidio judío el Holocausto (Shoá) es un misterio, es decir, algo refractario a cualquier luz o, peor todavía, algo en lo que la luz sólo sirve hacer más espesas las sombras.
Y este momento es el elegido por Bassani, en el espacio reducido de su amada Ferrara, y en el periodo que va de la aparición del fascismo en Italia a la segunda posguerra mundial. Pero no se dedica a contar la Historia, unos hechos detrás de otros, según el tade meta tade aristotélico, pues no hay unos hechos que vayan detrás de otros y por tanto produzcan la ilusión de que hay un origen causal y más tarde unas consecuencias, ni siquiera una cronología en el sentido de que el tiempo contenga alguna especie de razón, y en resumen que esto ha sucedido por esto y por lo otro, motivo por el cual hay unas cosas que están antes y otras después, no, esa historia ya nos la han contado y no ha servido para aclarar nada. Mejor dicho, oscurece más.
La percepción de Bassani le lleva por otro camino: hay historias, pero no Historia. Y lo curioso de las historias es que no se ajustan a un patrón sucesivo y el sentido de cada una de ellas es absoluto en su propia limitación. La realidad no tiene una estructura discursiva, porque la realidad está compuesta de yuxtaposiciones, variaciones, intromisiones, connivencias, azares, sincronicidades. Es un vórtice que genera y destruye continuamente, siempre está en el principio y el principio ya es su final, a la manera en que el Dios del Génesis, en los días en que crea el mundo, ya es el Dios del Apocalipsis colocando la oscuridad al lado de la luz, las aguas del diluvio tras las compuertas del firmamento, los monstruos marinos y las sierpes junto al hombre hecho a su imagen y semejanza.
"La realidad no tiene estructura discursiva, tiene azar, connivencia"
No es una imagen cualquiera: la estirpe de Bassani es judía, la mayoría de sus personajes centrales son judíos, lo que importa a 'La novela de Ferrara' es la desaparición como por ensalmo de todo un mundo, el mundo judío, cuyas raíces en el lugar se hundían en los siglos, cuya existencia era parte del corazón y de la fisonomía de la ciudad. Pero la narración no acaba resultando local, ni en lo que se refiere al espacio ni en lo que se refiere a la estirpe, ya que lo que cuenta se eleva al sentimiento puro de pérdida, de desaparición de las cosas que alguna vez estuvieron a la vista, eludiendo el diagnóstico social o político, la crítica de costumbres o de cultura, con una compasión extrema por los personajes de cualquier ralea, sin aventuras analíticas.
Los mundos desaparecen, eso es todo, y lo más probable es que su fugaz presencia en el universo no haya sido más que una de tantas ilusiones, pues el abrazo entre la vida y la muerte es rotundo, fundacional. Al final, de cuanto en el mundo parece haber sido alumbrado por la existencia, sólo permanece el alma. Y el alma es esa emoción profunda que ha provocado un simple destello en la oscuridad y esas pocas palabras con que nos animamos a describirlo. Sí, a Bassani le interesa el alma, y el lector que se acerque a él comprobará, si alarga la mano, que puede tocarse.
Todas las historias en un tiempo único que conforma un momento sin pasado y sin trascendencia: he aquí la estructura de la narración. He aquí la estructura del alma. Cuantas novelas conforman el ciclo de Ferrara son una única Ferrara y una única novela, todo ello hecho de pura desaparición. La novela misma se desvanece al proponerse contar la indeterminación de la que procede. La novela caída en su propio vacío, como el ángel caído de Milton.
 "Aquí interesa el alma y si el lector alarga la mano puede tocarse"
Es raro que la composición que da cuenta de semejantes elementos haya sido calificada eventualmente de realista. El realismo no es más que una definición de la realidad que sólo acepta los hechos materiales y objetivos, que fantasea con sus causas y consecuencias, y que desplaza cualquier trascendencia al terreno de lo metafísico. Lo contrario de Bassani. Que su lengua esté impregnada de su tierra y de sus personajes no lo vuelve realista: esto es más bien una simplificación realista.
'Intramuros' es una prueba manifiesta de la forma y el espíritu con que trabaja el autor. Compuesta a su vez de cinco novelas breves, no hay entrecruzamientos de trama o de personajes, salvo en alguna rarísima y no significativa ocasión, y lo que las unifica es precisamente lo intangible, esa voz que alienta siempre de la misma manera, como el ruah de Elohim, y que sacude o se posa sobre las criaturas dependiendo de la intención o del estado de ánimo: acotaciones digresivas en los diálogos, intervenciones de una suerte de coro ciudadano que actúa trágicamente, la ciudad describiéndose a sí misma como un personaje vivo, el correlato de una atmósfera presentida o sabida que tiñe las escenas, el tratamiento de los personajes como fuerzas oprimidas por el poder de sentimientos exteriores a ellos. Muy poco realista todo el asunto, por lo demás.
Se diría que cada una de las novelas que componen 'Intramuros' son una larga frase aportada al párrafo definitivo que, por su lado, ha de ser leído de un tirón. Si en algunas místicas judías el verdadero nombre de Dios se escondería en la pronunciación con un solo golpe de voz de todos los sonidos contenidos en la Torá, en 'Intramuros' se obtiene una impresión similar. Si de una sola vez pudiéramos decir todas las frases de la novela, entonces sabríamos qué es lo que está intentando nombrar Bassani.
"Lo que unifica el libro primero, 'Intramuros', es lo tangible"
'Lida Mantovani', la primera, es una elegía de la impotencia, pero de una impotencia heredada durante generaciones y que, al cabo, sigue su curso no guiada por el destino o por lo inexorable, sino por una concatenación de azares. Paseo antes de cenar es una historia de derrota y de sacrificio elegidos y pronosticados conscientemente por el que va a sufrirlos, en las que el amor se oculta, se desfigura y se convierte en el secreto mejor guardado de toda una vida. En 'Una lápida en Via Mazzini', un superviviente de los campos de exterminio alemanes se toma una venganza inesperada y banal, pues no pasa de la bofetada a un asesino y, sin embargo, esa bofetada consigue resonar en el alma del lector como una descarga de fusilería sobre un campanario. Es la bofetada probablemente más sonora de la historia de la literatura, a cargo de un ser escindido entre la indolencia y la locura. Mientras tanto, 'Los últimos años de Clelia Trotti' nos introduce en la imposibilidad de comunicación entre dos seres ideológicamente parejos, pero de generaciones y de culturas políticas distintas, que pugnan por entenderse, que lo hacen todo por entrar en el corazón del otro, y que finalmente no lo consiguen. Una noche de 1943 es un relato de terror íntimo, donde lo de dentro es lo de fuera y viceversa, lo real se vuelve espejo del alma y también al revés, dejando como conclusión una conciencia despojada y desalmada, que siente su dolor por encima del dolor del mundo, ensimismada hasta la desesperación y desesperada de lo que ve.
'Intramuros' no es una novela de sentimientos, al menos no de sentimientos específicos, de sentimientos uno detrás de otro, como los hechos que cuenta la Historia, sino de un único sentimiento -o un único espíritu, si se quiere- modulado en sus posibilidades y sin cambiar de música. Cada sentimiento por separado suena extraño. Todos juntos escriben la partitura que Bassani quiere que escuchemos.

http://www.elmundo.es/cultura/2015/01/13/54b41f35268e3e92728b457d.html

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