ALEJANDRO
GÁNDARA
Suele comentarse tópicamente acerca de los escritores cuya obra
narrativa se ocupa con alguna exclusividad de una ciudad o de un territorio (el
París de Patrick Modiano, por ejemplo, o el condado de Yoknapatawpha en William
Faulkner) que su intención es recrear el universo entero en un espacio
limitado. La ventaja, se supone, es tener al alcance los materiales y dominarlos
gracias a un repertorio previo, y la creencia inherente es que las
posibilidades de la vida se manifiestan en lo pequeño tanto como en lo grande,
según el viejo principio de correspondencias entre microcosmos y macrocosmos.
En mi opinión, sin embargo, hay una diferencia entre usar como objeto
literario una ciudad existente y concreta y usar un territorio. El territorio
(como también por ejemplo el de Región en Juan Benet) tiende a lo mítico, y
efectivamente, mediante sus contornos difusos, su geografía más rica y la
cantidad de complejos caracteres que pueden introducirse en él, el autor puede
dar cauce a su invención y representar cuanto le venga en gana dentro de unas
coordenadas. Un territorio se hace equivalente a un universo gracias a su
potencia abstracta y a que en el fondo nada lo condiciona.
La ciudad es un caso diferente. Una ciudad es reconocible y ha de
hacerse reconocible en la medida en que se le adjudica un nombre real, y el
trabajo narrativo, sea del estilo que sea, ha de supeditar su invención a las
exigencias de reflejo de ese lugar que no está únicamente en la mente del
creador, sino en la de los habitantes y lectores. La representación de lo real
impone condiciones, si no quiere caer en la arbitrariedad o en la abyección.
"Se logra transmitir un sentimiento de instantaneidad"
El efecto es asimismo otro. Donde el territorio se vuelve mítico,
la ciudad queda marcada por la temporalidad, una temporalidad estricta que
a su vez determina los caracteres, las categorías y las historias que caben
dentro de ella. El propio lenguaje queda sometido a ese tiempo, pues no cabe
que el reflejo exceda, ni deforme absolutamente el idioma que corresponde al
momento o al periodo. Por supuesto se dan variaciones de tono, modulaciones del
ritmo y elaboraciones diversas, pero siempre dentro de la cartografía que el
autor se ha propuesto como condición. En otro caso, la ciudad queda relegada a
pretexto o a marco de un paisaje, y su relieve ya no es el de objeto literario.
Todo esto viene a introducir la extraordinaria obra de Giorgio Bassani
(Bolonia, 1916 - Roma, 2000), entregada por completo a la ciudad italiana de
Ferrara, y cuyo primer libro -de los seis que componen el ciclo narrativo
denominado 'La novela de Ferrara', publicado entre 1956 y 1972- edita ahora
Acantilado: 'Intramuros' (1956), con traducción de Juan Antonio Méndez (existe
también traducción de la obra completa en Lumen, a cargo de Carlos Manzano, con
fecha de 2007).
"Es mucho más que un fresco histórico o de costumbres"
Giorgio Bassani. GETTY
Pues bien, lo específico de la obra de Bassani es que, sometiéndose
a todas las condiciones de tiempo y lugar, consigue mucho más que un fresco
histórico o de costumbres, siendo no obstante la historia y las costumbres los
cimientos de su relato. Ello se debe a una particular concepción del tiempo que
logra transmitir un sentimiento de instantaneidad, de algo que está pasando
aquí y ahora, pero que es irreversible e incausado y que no tiene prolongación
en el futuro, pues este instante es todo el tiempo concebible.
La Historia, todos los pasados, y el Futuro, todo posible despliegue
de la experiencia, quedan concentrados en este instante del mundo, siendo el
mundo y su biografía no más que este instante. Las teorías sobre el fin de la
Historia y las teorías sobre el fin de la ideología del Progreso se consuman en
la obra de Bassani mientras se suceden las peripecias de unos individuos y
de unos personajes que no dejarán huella más que en la memoria de aquellos
que les conocieron, pero cuya sustancia es exaltada precisamente por la época
-mejor sería decir el momento- que les ha tocado vivir.
Hay quienes afirman que los grandes hombres o los grandes
acontecimientos son quienes han hecho la Historia, y quizá no les falta razón.
Al fin y al cabo, la Historia no es más que el relato que nace de la confianza
en el desenvolvimiento del tiempo y de la civilización humana, de la fe en el
cambio y en el progreso, del valor que se concede al auge o al derrumbamiento
de los ideales, de las transformaciones de la conciencia en su relación con el
medio. Pero apartadas esas peticiones de principio, la Historia no tiene razón
de ser (hay que diferenciar Historia de memoria).
"No hay unos hechos que van detrás de otros, no hay
'consecuencias'"
Quienes asistieron a las catástrofes de los totalitarismos de las
primeras décadas del siglo XX y quienes sufrieron las consecuencias dejaron de
creer en la Historia, sencillamente porque la Historia era incapaz de
explicar lo que había pasado y toda ella, toda su ciencia y su relato,
quedaron reducidas a un momento del tiempo que desde entonces ha adquirido la
categoría de misterio, del mismo modo en que para los investigadores del
genocidio judío el Holocausto (Shoá) es un misterio, es decir, algo refractario
a cualquier luz o, peor todavía, algo en lo que la luz sólo sirve hacer más
espesas las sombras.
Y este momento es el elegido por Bassani, en el espacio reducido de su
amada Ferrara, y en el periodo que va de la aparición del fascismo en Italia a
la segunda posguerra mundial. Pero no se dedica a contar la Historia, unos
hechos detrás de otros, según el tade meta tade aristotélico, pues no hay unos
hechos que vayan detrás de otros y por tanto produzcan la ilusión de que hay un
origen causal y más tarde unas consecuencias, ni siquiera una cronología en el sentido
de que el tiempo contenga alguna especie de razón, y en resumen que esto ha
sucedido por esto y por lo otro, motivo por el cual hay unas cosas que están
antes y otras después, no, esa historia ya nos la han contado y no ha
servido para aclarar nada. Mejor dicho, oscurece más.
La percepción de Bassani le lleva por otro camino: hay historias, pero
no Historia. Y lo curioso de las historias es que no se ajustan a un patrón
sucesivo y el sentido de cada una de ellas es absoluto en su propia limitación.
La realidad no tiene una estructura discursiva, porque la realidad está
compuesta de yuxtaposiciones, variaciones, intromisiones, connivencias, azares,
sincronicidades. Es un vórtice que genera y destruye continuamente, siempre
está en el principio y el principio ya es su final, a la manera en que el Dios
del Génesis, en los días en que crea el mundo, ya es el Dios del Apocalipsis
colocando la oscuridad al lado de la luz, las aguas del diluvio tras las
compuertas del firmamento, los monstruos marinos y las sierpes junto al
hombre hecho a su imagen y semejanza.
"La realidad no tiene estructura discursiva, tiene azar,
connivencia"
No es una imagen cualquiera: la estirpe de Bassani es judía, la
mayoría de sus personajes centrales son judíos, lo que importa a 'La novela de
Ferrara' es la desaparición como por ensalmo de todo un mundo, el mundo judío,
cuyas raíces en el lugar se hundían en los siglos, cuya existencia era parte
del corazón y de la fisonomía de la ciudad. Pero la narración no acaba
resultando local, ni en lo que se refiere al espacio ni en lo que se refiere a
la estirpe, ya que lo que cuenta se eleva al sentimiento puro de pérdida, de
desaparición de las cosas que alguna vez estuvieron a la vista, eludiendo el
diagnóstico social o político, la crítica de costumbres o de cultura, con una
compasión extrema por los personajes de cualquier ralea, sin aventuras
analíticas.
Los mundos desaparecen, eso es todo, y lo más probable es que su fugaz
presencia en el universo no haya sido más que una de tantas ilusiones, pues el
abrazo entre la vida y la muerte es rotundo, fundacional. Al final, de cuanto
en el mundo parece haber sido alumbrado por la existencia, sólo permanece el
alma. Y el alma es esa emoción profunda que ha provocado un simple destello en
la oscuridad y esas pocas palabras con que nos animamos a describirlo. Sí, a
Bassani le interesa el alma, y el lector que se acerque a él comprobará, si
alarga la mano, que puede tocarse.
Todas las historias en un tiempo único que conforma un momento sin
pasado y sin trascendencia: he aquí la estructura de la narración. He aquí la
estructura del alma. Cuantas novelas conforman el ciclo de Ferrara son una
única Ferrara y una única novela, todo ello hecho de pura desaparición. La
novela misma se desvanece al proponerse contar la indeterminación de la que
procede. La novela caída en su propio vacío, como el ángel caído de Milton.
"Aquí interesa el alma y si el lector alarga la mano puede
tocarse"
Es raro que la composición que da cuenta de semejantes elementos haya
sido calificada eventualmente de realista. El realismo no es más que una
definición de la realidad que sólo acepta los hechos materiales y objetivos,
que fantasea con sus causas y consecuencias, y que desplaza cualquier
trascendencia al terreno de lo metafísico. Lo contrario de Bassani. Que su
lengua esté impregnada de su tierra y de sus personajes no lo vuelve realista:
esto es más bien una simplificación realista.
'Intramuros' es una prueba manifiesta de la forma y el espíritu con
que trabaja el autor. Compuesta a su vez de cinco novelas breves, no hay
entrecruzamientos de trama o de personajes, salvo en alguna rarísima y no
significativa ocasión, y lo que las unifica es precisamente lo intangible, esa
voz que alienta siempre de la misma manera, como el ruah de Elohim, y que
sacude o se posa sobre las criaturas dependiendo de la intención o del estado
de ánimo: acotaciones digresivas en los diálogos, intervenciones de una suerte
de coro ciudadano que actúa trágicamente, la ciudad describiéndose a sí misma como
un personaje vivo, el correlato de una atmósfera presentida o sabida que tiñe
las escenas, el tratamiento de los personajes como fuerzas oprimidas por el
poder de sentimientos exteriores a ellos. Muy poco realista todo el asunto, por
lo demás.
Se diría que cada una de las novelas que componen 'Intramuros' son una
larga frase aportada al párrafo definitivo que, por su lado, ha de ser leído de
un tirón. Si en algunas místicas judías el verdadero nombre de Dios se
escondería en la pronunciación con un solo golpe de voz de todos los sonidos
contenidos en la Torá, en 'Intramuros' se obtiene una impresión similar. Si de
una sola vez pudiéramos decir todas las frases de la novela, entonces sabríamos
qué es lo que está intentando nombrar Bassani.
"Lo que unifica el libro primero, 'Intramuros', es lo
tangible"
'Lida Mantovani', la primera, es una elegía de la impotencia,
pero de una impotencia heredada durante generaciones y que, al cabo, sigue su
curso no guiada por el destino o por lo inexorable, sino por una concatenación
de azares. Paseo antes de cenar es una historia de derrota y de sacrificio
elegidos y pronosticados conscientemente por el que va a sufrirlos, en las que
el amor se oculta, se desfigura y se convierte en el secreto mejor guardado de
toda una vida. En 'Una lápida en Via Mazzini', un superviviente de los
campos de exterminio alemanes se toma una venganza inesperada y banal, pues
no pasa de la bofetada a un asesino y, sin embargo, esa bofetada consigue
resonar en el alma del lector como una descarga de fusilería sobre un
campanario. Es la bofetada probablemente más sonora de la historia de la
literatura, a cargo de un ser escindido entre la indolencia y la locura.
Mientras tanto, 'Los últimos años de Clelia Trotti' nos introduce en la
imposibilidad de comunicación entre dos seres ideológicamente parejos, pero
de generaciones y de culturas políticas distintas, que pugnan por entenderse,
que lo hacen todo por entrar en el corazón del otro, y que finalmente no lo
consiguen. Una noche de 1943 es un relato de terror íntimo, donde lo de dentro
es lo de fuera y viceversa, lo real se vuelve espejo del alma y también al
revés, dejando como conclusión una conciencia despojada y desalmada, que siente
su dolor por encima del dolor del mundo, ensimismada hasta la desesperación y
desesperada de lo que ve.
'Intramuros' no es una novela de sentimientos, al menos no de
sentimientos específicos, de sentimientos uno detrás de otro, como los hechos
que cuenta la Historia, sino de un único sentimiento -o un único espíritu, si
se quiere- modulado en sus posibilidades y sin cambiar de música. Cada
sentimiento por separado suena extraño. Todos juntos escriben la partitura que
Bassani quiere que escuchemos.
http://www.elmundo.es/cultura/2015/01/13/54b41f35268e3e92728b457d.html
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