Juan Ángel Vela
del Campo
La ópera Hansel y Gretel, de Humperdinck, con libreto de su
hermana Adelheid Wette, a partir del cuento homónimo de los hermanos Grimm, se
asocia normalmente al periodo navideño pues, en esencia, se trata de un cuento
de hadas, ideal para la asistencia en familia. Los teatros alemanes y muchos
estadounidenses la suelen programar año tras año durante esos días.
Curiosamente es, además, una especie de refugio afectivo para muchos cantantes
de campanillas que se recrean interpretando alguna vez en la vida a sus
personajes.
Por poner un ejemplo en uno de los registros discográficos de
referencia de este título, el dirigido por Colin Davis a la Staatskapelle de
Dresde, intervenían nada más y nada menos que Ann Murray, Edita Gruberova,
Franz Grundheber, Christa Ludwig y Gwyneth Jones. En la caja de la grabación,
incitando al disfrute infantil, se incluía un puzle de 200 piezas. El carácter
de juego, y hasta el de magia, se vinculan con naturalidad a esta obra de
curiosas reminiscencias musicales wagnerianas. A todos los efectos, para mantener
esa deseada vinculación familiar e imaginativa, podemos pensar que la Navidad
se ha alargado un poco. Siendo soñadores o nostálgicos, es un consuelo
contemplar la ópera como un cuento de invierno.
La producción que ahora presenta el Teatro Real se estrenó en el
Festival de Glyndebourne de 2008 y se grabó en disco en 2010 dirigida por Robin
Ticciati, con un reparto vocal del que se mantiene en Madrid solamente la
estupenda Alice Coote, como Hansel. Vuelve, unos meses despúes de La hija
del regimiento, Laurent Pelly como director de escena, y como entonces la
corrección prevalece, pero el montaje deja mucho que desear en la dirección
teatral y, visualmente hablando, pone en primer plano una banal exhibición del
consumismo elemental a costa de prescindir del elemento fantástico, tan
fundamental en esta ópera. El bosque no tiene encanto y la casa de la bruja es
un supermercado. El domicilio familiar tiene, sin embargo, una dimensión
poetica con sus cartones flexibles. Y los niños de los Pequeños Cantores de la
JORCAM crean un cuadro melancólico al final que incita a la sonrisa.
De Engelbert Humperdinck. Con A. Coote, S. Schwartz, B. Skovhus, D.
Montague y J. M. Zapata, entre otros. Sinfónica de Madrid, Pequeños Cantores de
la JORCAM. Director musical: P. Daniel. Director de escena: L. Pelly.
Producción del Festival de Glyndebourne, 2008. Teatro Real, hasta el 7 de
febrero.
En el apartado musical, afortunadamente, las cosas funcionan a un
nivel más apropiado, con un Paul Daniel dirigiendo con temperamento dramático y
con un elenco de cantantes coherente en su conjunto, con algunas figuras
destacadas como el danés Bo Skovhus por su fuerza escénica y melódica, la
soprano Sylvia Schwartz por su entusiasta entrega y su adecuación al personaje
de Gretel, o José Manuel Zapata por su esforzada comicidad en el disparatado
papel de la bruja que dibuja el director teatral.
La ópera se escucha con agrado, en esa convivencia de canciones
populares y hallazgos orquestales que tanto sorprendieron a Richard Strauss
cuando la estrenó. En lineas generales, el espectáculo globalmente se deja ver
pero no entusiasma.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/23/actualidad/1422032880_148894.html
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