Medio centenar de poetas de 12 países participa en la antología 'Humanismo
solidario' para reclamar una vuelta a valores perdidos y buscar más compromiso
en momentos de crisis
Un hombre en el muro fronterizo
entre México y Estados Unidos, en playas de Tijuana, en 2012. / GUILLERMO ARIAS (EL PAÍS)
El poema se hace grito. La emoción
es su arma. Es el regreso de la eterna reflexión sobre si el principal compromiso
de los poetas hoy es con el arte mismo o con la realidad resquebrajada de
ideales y asediada de crisis. Medio centenar de poetas hispanohablantes y
magrebíes y casi 600
creadores, intelectuales y otros ciudadanosconsideran que es el
momento de un arte que refleje el humanismo solidario, de la vuelta a la
humanización a la creación artística. Una reflexión que hiciera hace 60 años
Gabriel Celaya en su célebre poema La poesía es un arma cargada de futuro.
“El valor ético de la poesía va más
allá de los contenidos. No se trata sólo de los versos que denuncian una
injusticia o asumen una protesta. La poesía establece una relación con el
tiempo muy distinta de la que hoy domina en las sociedades del vértigo”. Estas
palabras deLuis García
Montero resumen parte del sentir de los 49 escritores de 12
países (nacidos a partir de 1950), que participan en la antologíaHumanismo solidario. Poesía y compromiso en la sociedad contemporánea (Visor),
coordinado por Remedios Sánchez García y selección de poemas de Marina Bianchi,
presentado en Casa de América, de Madrid, en una lectura poética.
“Lo que queremos decir y no podemos
/ lo cubrimos con un manto azul y transparente. / Cicatrices / donde el
silencio dice su verdad / y pudre poco a poco nuestra lengua”, grita el
peruano Eduardo Chirinos en este volumen, en un reconocimiento a lo primero, al
Yo.Cicatrices, se titula el poema. A partir de esa íntima geografía
pretérita que es siempre presente, el poeta viaja a su mundo para otear el
mundo.
Esta poesía no tiene que ver con la
de finales de los años cincuenta y la década de los sesenta que era más bien
colectiva, aclara Marina Bianchi. Lo de hoy, agrega, “es una crisis que desde
la realidad exterior afecta mucho al individuo, a su interioridad, y cada uno
expresa su reacción, que no resignación”. La profesora de la universidad
italiana de Bérgamo reclama una vuelta a los valores que se han extraviado en
una sociedad de consumo. Valores como la cultura o la literatura, que han
perdido su papel fundamental de crear opinión pública y de hacer ver la
realidad.
W. M. S.
Conciencia de su propia poesía debe
ser el primer compromiso de un poeta, dice la autora madrileña Alicia Aza. Si
al poeta, agrega, le es dada la capacidad para observar la realidad y hacerlo
de manera diferente a los demás, “tiene la responsabilidad, más allá de su
propia estética, de su mayor o menor lirismo y de su grado de expresividad, de
dejar constancia con su voz de su posición y de su mirada ante la realidad que
observa. La poesía es una actitud que conlleva un compromiso creativo y vital,
un camino a recorrer y cualquier discurso poético debe construirse sobre una
experiencia humana”.
Esa es la idea de la Asociación Humanismo Solidario,
presidida por Francisco Morales Lomas, una de las promotoras de la edición de
esta antología poética. Creada en 2013, dicha asociación, en palabras de Manuel
Gahete, miembro fundador y consejero de Humanismo Solidario, surgió cuando un
conjunto de creadores alzó su voz para reivindicar “el inalienable compromiso
que debe anteponer lo otro a lo propio; la necesidad de un nuevo humanismo, no
excluyente, que retome como esenciales las aspiraciones de autenticidad,
superación y ética que sustancian la vida”. Esos planteamientos están recogidos en un manifiesto que
ya cuenta con la adhesión de casi 600 creadores, intelectuales y otros
ciudadanos de diferentes países, la cual se puede consultar en
www.humanismosolidario.com
Hasta 1925, cuando José Ortega y
Gasset y suLa deshumanización del arte, se remonta José Sarria para
recordar que ya entonces el filósofo español advertía del “camino errático
hacia el cual se abocaba el arte, al desarraigar al ser humano de su
perspectiva, su punto de vista”. Sarria cree que no se debe renunciar a un
compromiso y comportamiento éticos. Comparte la idea de María Zambrano que
incitaba a ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas.
Y es ahí donde entra el poeta, dice
Bianchi: “Debe darse cuenta de la realidad y hacer que se dé cuenta el lector.
Es el verso que se vuelve grito sin olvidarse del acto creativo. Comunicar el
malestar”.
El primer reto que afrontan los
poetas actuales es hacer buena poesía, que conecte, además, con la situación de
la persona de la calle, que sufre, que es su cómplice, asegura Remedios
Sánchez, de la universidad de Granada. ¿Y, cómo conectar?: “No cayendo en el
cinismo o en la evasión, sino hablando de lo que duele a todos”.
“La poesía es una expresión
universal del Hombre para el Hombre”, recalca Khédija Gadhoum. Para la poeta
tunecina-estadounidense “más allá de las precarias definiciones y
delimitaciones geopolíticas postcoloniales, globales o neo-coloniales, la
poesía sigue siendo un compromiso glocal que expresa la
voluntad del Pueblo que lucha por sus derechos civiles, dignidad y justicia”.
“Hoy la muerte deambula en los
rincones / y se encuentra susurros que se escapan / y confunde siluetas en
todas las esquinas”, advierte Roxana Méndez, desde El Salvador. Más en este
tiempo emboscado de incertidumbres.
A García Montero le gusta creer que
el poeta que piensa durante horas una palabra precisa representa a cualquier
ciudadano que quiere ser dueño de sus opiniones, que quiere pensar lo que dice.
“En época de cancelación de las ilusiones colectivas basta con un ok. Pero
cuando se quiere buscar un espacio de entendimiento, un espacio para que el tú
y el yo constituyan un nosotros, hay que matizar, enriquecer el lenguaje,
buscar las palabras. Esa defensa del lenguaje, del entendimiento y del propio
conocer, con uso libre de razón y de corazón, es lo que le da un carácter
rebelde a la poesía y la enlaza con las tradiciones del humanismo”.
Pero la emoción a secas no,
advierte Bianchi: “La cuestión es cantar emociones universales en las que el
lector pueda reconocerse y experimentar”. Todo eso no es nada si no hay una
cultura de la cultura, afirma la colombiana Piedad Bonnett. Una de las cosas
perdidas de la poesía que debería recuperarse son los lectores de otras épocas:
“No implica que el poeta deba hacer concesiones, sino que la escuela debe
acercar más al alumno a la poesía, haciendo de ella un placer y no un deber”.
España: Juan
Carlos Abril, Sergio Arlandis, Alicia Aza, Luis Bagué Quílez, José Cabrera
Martos, Isla Correyero, Paloma Fernández Gomá, Manuel Gahete, Luis García
Montero, Guadalupe Grande, Pedro Luis Ibáñez Lérida, Raquel Lanseros, Juan
Carlos Mestre, Eduardo Moga, José María Molina, Ángeles Mora, Francisco
Morales, Manuel Moya, Fernando Operé, Julia Otxoa, Benjamín Prado, Josep M.
Rodríguez, Daniel Rodríguez Moya, Javier Salvago, José A. Santano, José Sarria,
Juan José Téllez, Alberto Torés, Fernando Valverde, Javier Vela.
Latinoamérica: Carlos
J. Aldazábal (Argentina), Efraín Bartolomé (México), Mario Bojórquez (México),
Piedad Bonnet (Colombia), Alí Calderón (México), Gabriel Chávez (Bolivia),
Eduardo Chirinos (Perú), Andrea Cote Botero, (Colombia), Federico Díaz Granados
(Colombia), Jorge Galán (El Salvador), Eduardo Langagne (México), Roxana Méndez
(El Salvador), Xavier Oquendo (Ecuador), Miguel Ángel Zapata (Perú).
Magreb y Oriente Próximo: Mohammed
Doggui (Túnez), Abderrahman El Fathi (Marruecos), Nathalie Handal (Palestina),
Khédija Gadhoum (Túnez-EE UU), Fátima Galia (Sáhara Occidental).
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/19/actualidad/1421691401_901975.html
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