Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares.
Director, Pablo Mielgo.
Solista: Juan Diego Flórez, tenor. Organizado por
Juventudes Musicales de Madrid. Teatro Real, 11 de enero de 2015.
Programa
I
1.- Ouverture.
Le Toréador. Adolphe Adam
(1803-1856)
2.- Prende le dessin . Lakmé. Léo Delibes (1836-1891)
3.- Ouverture.
Carmen. Georges Bizet
(1838-1875)
4.- Plus blanche que la blanche. Les
Huguenots. Giacomo Meyerbeer (1791-1864)
5.- Suite – Farandole. L’
Arlésienne. Georges Bizet
6.- O nature
pleine. Werther. Jules Massenet
(1842-1912)
7.- Pourquoi me réveiller.
Werther. Jules Massenet
(1842-1912)
II
1.- Un ange, une femme innconue. La Favorite. Gaetano Donizetti
(1797-1848)
2.- Ouverture. La Favorite. Gaetano Donizetti
3.- O blondes ceres. Les
Troyens. Hector Berlioz (1803-1869)
4.- Ballet Act II (A, B). Les Troyens. Hector Berlioz
5.- L’amour. Roméo et Juliette. Charles Gounod (1818-1893)
6.- Au mont Ida. La Belle Hélène. Jacques Offenbach (1819-1880)
La velada
prometía, con todas las localidades vendidas, incluso aquellas que nunca se
ofertan.Organizada por Juventudes Musicales de Madrid. Juan Diego Flórez, con
un programa de ópera francesa, el mismo que grabó para Decca junto a la
Orchestra e Coro del Teatro Comunale di Bologna, dirigido por Roberto Abbado, hechizó a los presentes con su técnica, su
musicalidad, un generosísimo fiato y una interpretación muy por encima de los
cánones habituales. Y sin olvidar además una dicción que alcanza casi la
perfección, una línea de canto excelsa y unos agudos apabullantes y seguros.
El artista peruano,
especialista en belcanto y en papeles que ya ha hecho paradigmáticos como los
de La fille du Régiment, Don Pasquale o Lucia, Flórez acude al Real, bastante
menos de lo que unos melómanos entregados desearían. Tiene citas concertadas
por todos los teatros del mundo, hasta 2020.
En 1996 debutó en
la Scala de Milan, dirigido por Riccardo
Muti, en la temporada 96/97. Desde entonces hasta hoy, han pasado muchas
lunas y hoy acude al Real a escucharlo y venerarlo hasta el Premio Nobel de
Literatura español de origen peruano, Mario Vargas Llosa.
Aunque se lamentó de “la sequedad de Madrid”, su
prestación fue asombrosa, con unas cotas de calidad, belleza y lozanía
envidiables. El polifacético tenor peruano (Lima, 1973), participa a la vez de
muchos proyectos musicales, entre ellos, el más importante de corte solidario,
en la misma tónica que otros artistas hispanoamericanos como Daniel Baremboim o Gustavo Dudamel con
su impresionante agrupación musical venezolana, el que organiza el sistema de
orquestas de niños de Perú, iluminado por la imaginación y el buen hacer de Abreu, del que se benefician más de dos
mil pequeños en distintos lugares del país andino. Flórez respalda esta
iniciativa y fue nombrado además recientemente Embajador de Buena Voluntad de
la UNESCO.
Esa noche se
alternaron ejecuciones de arias famosas de la tradición gala, como Prendre le
dessin de Delibes o Plus blanche que la blanche de Meyerbeer, o el famosísimo
Pourquoi me réveiller ? del Werther de Massenet, consiguió momentos de gran
emoción, dando vida a un jovencísimo Roméo con su L´amour, que da nombre a su
último disco o Au mont Ida de La belle Hélène de Offenbach, que junto a
Meyerbeer, representan la creatividad judía en la Francia del siglo XIX.
Todos los
presentes prácticamente se encuentran sensibilizados en profundidad por los
atentados que conmovieron París y otros lugares de Francia en los últimos días.
Alguien exclamó “Vive la France!”. Flórez, sorprendido, exclamó, “Claro, claro,
“vive la France!”. Doble homenaje para un país abatido por la intolerancia y la
sangrienta estela del terrorismo y la barbarie.
El público se
contuvo, durante la primera parte de la velada, como el propio tenor, muy bien
acompañado por un director de orquesta como Pablo Mielgo, habituado a seguirlo, siempre pendiente del cantante
y sus entradas, su propio ritmo y su interpretación de los rubato y los
calderones.
Toca de
maravilla esta orquesta balear, suena como un instrumento homogéneo, rico, con
una sonoridad brillante pero no fácil, como requiere este tipo de partituras,
vitales, encendidas, luminosas.
Durante bastante
tiempo que la Orquesta de las islas Baleares no salió a tocar fuera del
territorio insular, pero esta vez mereció la pena. Recibió muchos aplausos en
las performances puramente orquestales como la obertura de El toréador de Adam,
la Farandole de la Suite de L´Arlésienne o la visitadísima obertura de la
Carmen, también de Bizet.
Como era
previsible, el concierto no se cerró con el programa anunciado, porque el tenor
Juan Diego Flórez, pletórico, feliz también en su vida de padre de familia con
dos hijas pequeñas, como declara, tenía reservadas varias sorpresas.
Apareció con una
guitarra, se sentó en un taburete y acompañándose con ella, se acercó cómplice
al público y comenzó a desgranar la primera propina con Palmero sube a la
palma, en versión peruana, aunque procedente de la tradición de las Canarias.
Le siguieron La resbalosa, el chotis Madrid, Madrid, Madrid, atribuido a
Agustín Lara, coreado tímidamente por parte del público.
Otra vez en
compañía de la orquesta y para despedirse, aunque parecía no querer hacerlo
nunca, un giro hacia su elección constante del repertorio italiano, Una furtiva
lacrima, ovacionada y La donna è mobile, que llenó el coliseo madrileño de
“bravos”, “monstruo”, “vuelve” y otros requiebros de un público completamente
obnubilado.
El fervor de
Italia y de Francia que nos regaló un Juan Diego Flórez entregado nos enjugaron
las lágrimas por el atropello sanguinario del país hermano y el comienzo del 2015
se nos hizo y se esboza, de esta manera, más prometedor y más solidario.
Gracias de
verdad por el asiento en la primera fila de las butacas de patio (butaca de
orquesta) a las organizadoras de Juventudes Musicales, que no dieron abasto en
la distribución de entradas para público y prensa.
Flórez, que esta
vez no la cantó desde el balcón del teatro, es verdaderamente, la flor de la
canela de una Sudamérica generosa en talento y en creatividad compartida.
Alicia Perris
Con todas las
localidades vendidas, hasta aquellas que nunca se ofrecen, la velada prometía. Fue
organizada por Juventudes Musicales de Madrid. Juan Diego Flórez, con
un programa de ópera francesa, el mismo que grabó para Decca junto a la
Orchestra e Coro del Teatro Comunale di Bologna, dirigido por Roberto Abbado, hechizó a los presentes con su técnica, su
musicalidad, un generosísimo fiato y una interpretación muy por encima de los
cánones habituales. Y sin olvidar además una dicción que alcanza casi la
perfección, una línea de canto excelsa y unos agudos apabullantes y seguros.
El cantante
peruano, especialista en belcanto y en papeles que ya ha hecho paradigmáticos
como los de La fille du Régiment, Don Pasquale o Lucia, Flórez acude al Real,
bastante menos de lo que unos melómanos entregados desearían. Tiene citas
concertadas por todos los teatros del mundo, hasta 2020.
Había debutado
en 1996 en la Scala de Milan, dirigido por Riccardo
Muti, en la temporada 96/97. Desde entonces hasta hoy, han pasado muchas
lunas y hoy acude al Real a escucharlo y venerarlo hasta el Premio Nobel de
Literatura español de origen peruano, Mario Vargas Llosa.
A pesar de
lamentarse de “la sequedad de Madrid”, su prestación fue asombrosa, con unas
cotas de calidad, belleza y lozanía envidiables. El polifacético tenor peruano
(Lima, 1973), participa a la vez de muchos proyectos musicales, entre ellos, el
más importante de corte solidario, en la misma tónica que otros artistas
hispanoamericanos como Daniel Baremboim
o Gustavo Dudamel con su impresionante agrupación musical venezolana, el
que organiza el sistema de orquestas de niños de Perú, iluminado por la
imaginación y el buen hacer de Abreu,
del que se benefician más de dos mil pequeños en distintos lugares del país
andino. Flórez respalda esta iniciativa y fue nombrado además recientemente
Embajador de Buena Voluntad de la UNESCO.
Alternando
ejecuciones de arias famosas de la tradición gala, como Prendre le dessin de
Delibes o Plus blanche que la blanche de Meyerbeer, o el famosísimo Pourquoi me
réveiller ? del Werther de Massenet, consiguió momentos de gran emoción, dando
vida a un jovencísimo Roméo con su L´amour, que da nombre a su último disco o
Au mont Ida de La belle Hélène de Offenbach, que junto a Meyerbeer, representan
la creatividad judía en la Francia del siglo XIX:
Sensibilizados
casi todos los presentes en profundidad
por los atentados que conmovieron París y otros lugares de Francia en los
últimos días, alguien gritó “Vive la France!”. Flórez, sorprendido, exclamó, “Claro,
claro, “vive la France!”. Doble homenaje para un país abatido por la
intolerancia y la sangrienta estela del terrorismo y la barbarie.
En la primera
parte de la velada, el público se contuvo, como el propio tenor, muy bien
acompañado por un director de orquesta como Pablo Mielgo, habituado a seguirlo, siempre pendiente del cantante
y sus entradas, su propio ritmo y su interpretación de los rubato y los
calderones.
La orquesta toca
de maravilla, suena como un instrumento homogéneo, rico, con una sonoridad
brillante pero no fácil, como requiere este tipo de partituras, vitales,
encendidas, luminosas.
Hacía bastante
tiempo que la Orquesta de las islas Baleares no salía a tocar fuera del
territorio insular, pero esta vez mereció la pena. Recibió muchos aplausos en
las performances puramente orquestales como la obertura de El toréador de Adam,
la Farandole de la Suite de L´Arlésienne o la visitadísima obertura de la
Carmen, también de Bizet.
El concierto no
se cerró con el programa anunciado, porque el tenor Juan Diego Flórez,
pletórico, feliz también en su vida de padre de familia con dos hijas pequeñas,
como declara, tenía reservadas varias sorpresas.
Sentado en un
taburete apareció con una guitarra y acompañándose con ella, se acercó cómplice
al público y comenzó a desgranar la primera propina con Palmero sube a la
palma, en versión peruana, aunque procedente de la tradición de las Canarias.
Le siguieron La resbalosa, el chotis Madrid, Madrid, Madrid, atribuido a
Agustín Lara, coreado tímidamente por parte del público.
De vuelta a su
colaboración con la orquesta y para despedirse, aunque parecía no querer
hacerlo nunca, un giro hacia su elección constante del repertorio italiano, Una
furtiva lacrima, ovacionada y La donna è mobile, que llenó el coliseo madrileño
de “bravos”, “monstruo”, “vuelve” y otros requiebros de un público
completamente obnubilado.
La música de
Italia y de Francia que nos regaló un Juan Diego Flórez entregado nos enjugaron
las lágrimas por el atropello sanguinario del país hermano y el comienzo del
2015 se nos hizo y se esboza, de esta manera, más prometedor y más
solidario.
Un gracias
sentido por el asiento en la primera fila de las butacas de patio (butaca de
orquesta) a las organizadoras de Juventudes Musicales, que no dieron abasto en
la distribución de entradas para público y prensa.
Flórez, que esta
vez no la cantó desde el balcón del teatro, es verdaderamente, la flor de la
canela de una Sudamérica generosa en música y en talento.
Alicia Perris
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