El director de orquesta
Gustavo Dudamel habla sobre el futuro de las discográficas
y de su nuevo disco sobre
Wagner, que EL PAÍS pone a disposición de los lectores
Jesús Ruiz Mantilla Madrid
Gustavo Dudamel, durante un concierto gratuito en
Caracas. / jorge silva (reuters)
Estaba llamado, según directores míticos de nuestro tiempo como Claudio Abbado o Simon
Rattle, a ser la gran esperanza para la música clásica. Pero Gustavo Dudamel
(Barquisimeto, Venezuela, 1981) no solo se ha consagrado ya ante los podios y
las orquestas más importantes del mundo, sino que demuestra una audacia en el
negocio que va más allá de la mera interpretación o la punta de lanza de un
proyecto educativo, como prueba la iniciativa que esta semana pone en marcha
con EL PAÍS, donde se podrá acceder a través de su web a su nuevo disco
dedicado a Wagner grabado con cerca de 200 músicos de la Orquesta Simón
Bolívar.
Dudamel, que responde a esta entrevista por teléfono, apuesta por una
masiva expansión de su arte antes de una nueva gira en España con la orquesta
venezolana, la joya de la que salió este director, puro carisma del conocido
como “sistema”, creado por José Antonio
Abreu en 1975 y que aúna a 500.000 jóvenes y niños del país
suramericano en torno a un proyecto de acción social, artístico y educativo,
que ha marcado un hito pedagógico en todo el mundo.
Pregunta. Parecen eliminarse los intermediarios en el negocio de la música.
¿Cuál será el papel de las discográficas si surgen iniciativas como la de EL
PAÍS y Dudamel de la mano?
Pregunta. Estamos intentando pensar más en la accesibilidad y quizás menos en
la viabilidad económica de nuestra música. Eso es único. Mi prioridad ha sido
siempre abrir la puerta de la música clásica en cualquier forma o manera en que
me sea posible. En esta ocasión hemos planificado mejorar la experiencia del
concierto al dar algo muy especial en su origen. Hasta donde yo sé, es la
primera vez en la que se realiza una iniciativa de esta naturaleza. Además, mi
discográfica [Deustche Gramophon, Universal] apoya este proyecto. Tenemos
planes de grabar a continuación, Turangalila, de Messiaen, y quizás algo
de Haydn. Y luego: ¡mucho Beethoven!
P. Wagner es épico y tierno. Conecta con la espectacularidad de Star
Wars y explora armonías nuevas. ¿Fue mesías de un tiempo que va más allá
del nuestro?
R. Wagner conecta tantos aspectos de la historia de nuestra música, e
ilumina tanto de lo que ha sucedido tras él… Lo de Star Wars es
absolutamente cierto, pero creo que ese es el caso en general de todas las
partituras de películas épicas. En ellas se utilizan conceptos que Wagner llevó
a la escena para trasladarlos a la gran pantalla. El término mesías iría quizás
demasiado lejos.
P. No se me ocurre otro compositor mejor que Wagner para dar matices al
Sistema de orquestas venezolano.
R. Estoy completamente de acuerdo. Mi sueño es dar un paso adelante con
la Simón Bolívar, pasar de ser considerados como una orquesta de jóvenes a algo
que sea tomado mucho más en serio, algo revolucionario. Sabemos que no hacemos
música de la misma manera que las orquestas europeas. Estas tienen, como
colectivos, cientos de años de historia y saber hacer musical a sus espaldas.
Nunca ha sido nuestro objetivo imitar a estas orquestas, sino crear algo que
sea completamente nuestro, un sonido y una interpretación del repertorio que
sólo la juventud, la energía, el compromiso y el espíritu de El Sistema puede
prestar a estas obras. ¿Sabían que el pasado año interpretamos Tannhauser,
la ópera de Wagner, en Bogotá? Fue la primera vez que se interpretó en Colombia
y una experiencia realmente fascinante. Eso nos ha inspirado para comenzar a
construir un proyecto operístico en Venezuela.
P. Usted ha colaborado con varias de las grandes, como las Filarmónicas
de Viena y Berlín. ¿En qué se complementan respecto a la Simón Bolívar?
R. Lo que más he amado son los intercambios que hemos tenido con estas
formaciones y como nos hemos enriquecido mutuamente. Todo el mundo conoce en
qué medida Simon Rattle
ha apoyado nuestro trabajo en Venezuela, pero lo que no sabe tanta gente es que
los músicos de la Filarmónica de Berlín llevan viajando a Venezuela desde hace
años para formar y compartir sus conocimientos con nosotros. El maravilloso
Thomas Clamor, anterior trompeta principal, lidera nuestro grupo de metales que
hace grabaciones y giras. Con La Scala hemos desarrollado una relación muy
estrecha y este próximo verano, hemos sido invitados a tocar en el foso de este
teatro de ópera legendario para interpretar La Boheme. No puede uno ni
imaginar cómo de excitante —¡y terrorífico!— será para los músicos de mi
orquesta sentarse en un teatro de ópera así de mítico e interpretar este
repertorio. De alguna manera, estas orquestas son una parte esencial de nuestro
puzzle musical, de nuestra creciente tradición, y un factor determinante como
miembros de nuestra familia.
P. Confesaba hace poco: “Ya no soy un joven director”. Acababa de
afrontar su proyecto Mahler, estaba en sintonía con Richard Strauss. Wagner parecía
biológicamente a punto para pasar a sus manos. ¿Se considera ya el maduro
director que puede aportar algo más a su mundo?
R. Este año ha sido un año de referencia para mí en muchos aspectos.
Abandono 2014 siendo un hombre diferente al que lo recibió. Es más, no estoy
seguro de que haya habido otro año en el que haya sentido que he crecido tanto
en mi visión y haya resuelto tantos aspectos. Decir que me siento “lleno” no
sería correcto. Cuando comenté aquello de que no era ya un joven director no
olvidaba añadir que espero seguir aprendiendo hasta que me entierren. Porque no
creo que pase un solo día en el que no me quede totalmente sorprendido ante lo
que experimento. Puesto que hablamos de Strauss, los conceptos que acuña
Nietzsche sobre auto-perfeccionamiento, auto-dominio, auto-dirección,
auto-superación, están ligados a la comprensión por su parte de estos dos
grandes compositores: Strauss y Wagner. Él dirige, en gran medida, mucho de lo
que hacemos a lo largo de nuestra formación musical en El Sistema.
P. Y como padre, ¿en qué medida esa experiencia le ha dotado de otras
dimensiones humanas y artísticas?
R. He pasado mucho tiempo con mi familia este año y en particular con mi
mujer y mi hijo. Ver a mi hijo crecer y desarrollarse me ha influenciado de
tantas maneras diferentes que siento la obligación personal de contribuir
encontrando más energía y tiempo que poder centrarme en su desarrollo pero al
tiempo, también poder aprender de él. Me siento de igual manera en relación a
mi orquesta Simón Bolívar.
P. Puede que el mayor enemigo de Wagner sean los wagnerianos. ¿Cuál es
el daño que pueden seguir produciéndole?
R. Custodiar una tradición no es necesariamente algo malo. En realidad
se dan momentos y lugares para que ello suceda. Esto último no implica que no
tengamos que aproximarnos con una mirada fresca de vez en cuando, y eso es lo que
estamos haciendo con esta grabación. Aprendiendo juntos, mi orquesta y yo,
compás a compás, nota a nota, momento a momento… Ha sido una experiencia
emocionante. Lo próximo, la tetralogía de El anillo del Nibelungo.
P. ¿Qué respuestas nos ofrecen los enigmas de El anillo?
R. Es una historia universal y eterna. Sobrevive al paso del tiempo y a
los medios artísticos para ser contada una y otra vez e integrada en nuestra
psique, algo que sucede tan raramente en el mundo actual, rápido, inmediato, online,
digital… Es una de las cosas que más amo de esta obra. Y no me tomo a la ligera
la responsabilidad asociada a la hora de proteger esta integridad.
P. ¿Podría hacer un retrato de la Venezuela actual? ¿Qué le aflige de
ella? ¿Qué le preocupa más? ¿Cómo ve su futuro?
R. Contribuyo dónde y cómo puedo. Siempre me veo en primer lugar como
padre y director musical. No me corresponde comprometerme profesionalmente a
otros niveles. Esta es una pregunta tremendamente compleja sobre la que
discutiremos a lo largo de muchos años.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/03/actualidad/1420322539_597381.html
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