NICOLÁS
AZNÁREZ
De un balazo. Lo remataron de un
balazo. Hoy somos todos Charlie Hebdo, pero
también soy Ahmed Merabet, el policía francés, musulmán y de origen árabe,
caído y rematado en el suelo. Hoy soy libertad, igualdad, fraternidad, e hijo
de emigrantes (españoles) que ha crecido en Francia.
Lo ocurrido en Francia dará para
muchos silencios y tertulias, acciones y reacciones. El hashtag de
repudio al ataque en París,#JeSuisCharlie, se ha convertido en el
más difundido en la historia de la red social Twitter, con más de 5 millones de
mensajes. Pero hoy soy también Ahmed, hijo de inmigrantes, allegado a un país
que ha recibido cientos de miles y millones de españoles, portugueses,
marroquíes, argelinos, tunecinos, y muchos otros. Cruzaron la frontera francesa
y han hecho lo que sigue siendo hoy en día Francia: una gran potencia
económica, pero también cultural y moral. Gente valiente como Ahmed que no dudó
en cumplir con su deber.
Mis padres llegaron a Francia, como
muchos españoles, buscando un mundo mejor. Y lo encontraron en una ciudad
pegada a París, cerca del palacio del rey Sol. Como los de Ahmed, cruzaron
fronteras. Y la República nos ha permitido a mi hermano y a mí crecer. He
podido estudiar en las grandes écoles francesas, Sciences Po y
HEC, cuna de las élites francesas desde Napoleón, y de ahí saltar a Oxford y Boston.
Francia es ese país de oportunidades donde meritocracia y excelencia no son
palabras vacías, no son ficciones ni cuentos de hidalgos. Deberíamos tomar
nota. Allí las instituciones funcionan: en la Cour des Comptes, el
Tribunal de Cuentas francés, no hay cientos de familiares; sólo premiados por
los concursos republicanos, y cuando la institución saca su informe anual es
noticia en los telediarios del país.
Se abre el año sobre una tragedia.
Mi deseo para 2015 es que Francia salga más fuerte que nunca y recobre
confianza. Nuestro país vecino, mi segunda patria, es grande por esa capacidad
única de recibir con los brazos abiertos savia nueva. Los españoles lo sabemos
muy bien: hoy en día el primer ministro del país, Manuel Valls, es catalán,
nacido en Barcelona. La alcaldesa de la capital, Anne Hidalgo, es gaditana. Si
uno mira hacia las grandes corporaciones francesas, muchas tienen en sus
comités directivos españoles, y a veces dobletes. ¿Quién sabe, por ejemplo, que
la número uno mundial del grupo publicitario Havas es una hija
de emigrantes catalana, Mercedes Erra (también estudió en HEC), y que su cúpula
directiva alberga otro español en el máximo nivel, Alfonso Rodés? En los
comités de dirección mundial de Renault hay también dos españoles, al igual que
en el grupo Airbus, con un español al mando de la división militar y otro
consejero delegado de Eurofighter. ¿Quién sabe que el consejero delegado de la
mítica marca del cocodrilo, Lacoste, es un español, José Luis Durán, años atrás
también consejero delegado de Carrefour?
Durante años, el presidente de
Rungis, el mayor mercado de abastecimiento del mundo, se llamó Xavier… España,
una persona deliciosa, compatriota nuestro, asentado todavía, hoy en día, en
Francia, su segunda patria. Y la lista es (muy) larga: en Danone, en Schneider,
en Sodexo, en la FNAC, en Suez Environnement, en Alcatel Lucent y en Arcelor
Mittal, en el grupo de lujo Kering y en su rival Louis Vuitton, en la
multinacional Hachette (propietaria de Anaya), en todos ellos también hay
españoles en los comités de dirección mundiales.
Pensemos en nuestros grupos del
Ibex 35: ¿cuántos extranjeros están en sus comités de dirección? La diversidad
no es sólo de género, sino también de trayectorias, historias, culturas,
nacionalidades. En el ámbito cultural, también abundan los ejemplos. Sin ir más
lejos, el Premio Goncourt de 2014, uno de los más prestigiosos del país, ha
recaído en Lydie Salvayre, una hija de republicanos españoles, de padre andaluz
y de madre catalana. Su lengua materna no era el francés; y escribió con un
estilo digno de los grande estilistas del paísPas Pleurer, una
novela que cuenta la juventud de su madre en la España de la Guerra Civil, y
con ella se llevó uno de los más prestigiosos premios literarios.
El ataque —algunos hablan de
guerra— que se ha producido en Francia es de esperar provoque también un
sobre-salto de esa (gran) nación. Esperemos que del horror y del barro salga
luz y oro, que ese acto refuerza el país en su cohesión: católico, protestante,
judío y musulmán. Francia se lo merece: tiene que recobrar confianza en sí
misma. La barbarie de los atentados sufridos podría ser el catalizador.
2014 demuestra, si fuera necesario,
la enorme vitalidad del país. Nada menos que dos Premios Nobel, el de
Literatura, con Patrick Modiano, y el de Economía, con Jean Tirole, han recaído
en Francia. Por si fuera poco, Thomas Piketty, otro economista francés, se ha
convertido en estrella mediática mundial con su best seller sobre
el capital. Una de las mayores salidas a Bolsa de una startup “californiana”
ha sido Lending Club, una financiera tecnológica fundada por… un francés,
Renaud Laplanche. Una de las más recientes introducciones europeas en el Nasdaq
es… francesa: Criteo. Hasta en España, alguna de las startups más
prometedoras, como Kantox, tiene como CEO y CFO a dos franceses (y sus
financiadores son en parte fondos de capital riesgo franceses, Partech e
Indinvest).
A principios de 2015, Francia ya no
sería la quinta sino la sexta potencia mundial económica, rebasada por Reino
Unido. No importa: el país sigue en primera liga mundial. No hay prácticamente
ningún sector económico donde no haya un campeón francés, sea en el automóvil,
el aeronáutico, la energía nuclear, la ingeniería civil, los servicios, la
banca o los seguros, el mundo del lujo o el de la alimentación, la producción
de vidrio, de cemento, de energía petrolera o de trenes de alta velocidad.
Francia tiene una profundidad industrial de la cual carecemos. Y no hemos
desmerecido estos últimos años a la hora de crear grandes grupos, algunos de
ellos rebasando a los galos.
La reacción de Charlie
Hebdo debería inspirar a todo el país: provocar un sobresalto vital de
cohesión nacional y social. El periódico satírico, que tenía tiradas
relativamente modestas, apenas 60.000 ejemplares, saltó en los kioscos a un
millón justo después de los atentados. Una manera de decirlo alto y fuerte:
estamos vivos. Las manifestaciones masivas en toda Francia, después de los
atentados, han demostrado que se han transcendido las fracturas del país. Un
país que respeta a todos, cualquiera que sea su religión, su cultura o su
procedencia, un Estado laico como Francia que ha dado oportunidades a tantos
(hay que recordar de nuevo: muchos hijos de españoles) merece que se respeten
sus valores de libertad de expresión.
Quizás de la desgracia ocurrida
salga algo positivo. Un país reforzado, que recupere la confianza para poder
desplegarse a lo ancho, y que levante su tríptico universal. Libertad.
Igualdad. Fraternidad. Estas palabras, en Europa y en España, también importan.
Nos toca de nuevo levantarnos con valor y valores. No perdamos el norte. Ni el
sur. Seamos Charlie y Ahmed.
Javier Santiso es
profesor de Economía de ESADE Business School y autor deEspaña 3.0:
Necesitamos resetear el país, Planeta, 2015.
http://elpais.com/elpais/2015/01/11/opinion/1420991939_763079.html
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