El actor nunca se quita ante
el público la máscara que impide ver lo que hay detrás de los personajes que
interpreta
Sandro Pozzi Nueva
York
Christoph Waltz, en la presentación de 'Spectre'.
/ Dave J Hogan (Getty Images)
Christoph Waltz
(Viena, 1956) evita hablar de cómo prepara su trabajo. Dice que es como si un
mago revelara sus trucos. Eso, en principio, podría complicar la entrevista,
que además tiene lugar en una habitación de un hotel muy oscura, por la que los
periodistas van pasando en fila, con tiempos muy reducidos. Sin embargo, esa
limitación abre el abanico para conversar con un artista que no se corresponde
con los personajes retorcidos que interpreta.
Al sentarse, echa la cabeza hacia atrás buscando la ventana que
tiene a la espalda, mirando a lo alto hacia la poca luz que entra por el hueco
abierto entre las cortinas. “El cielo está azul”, señala, justificando por qué
vive la mitad del año en California. El encuentro tiene lugar mientras se
celebra en Nueva York una protesta multitudinaria contra la brutalidad
policial, tras la muerte estrangulado de un joven negro en Staten Island.
Christoph Waltz
“Sería interesante saber qué hace que la cuestión racial siga tan arraigada
en este país”, se pregunta el vienés, antes de empezar a charlar sobre su nuevo
trabajo, Big eyes, dirigida por Tim Burton, y en la que
el actor interpreta a Walter Keane, considerado el pionero en convertir la
pintura en un producto de masa en los años cincuenta. Big eyes ya está
en las salas españolas.
“Los grandes ojos funcionan de dos maneras”, dice, parafraseando el
título del filme. “De dentro hacia fuera y dejando entrar la luz desde el
exterior al interior”. En su opinión, a la vista de los problemas sociales
actuales, son más “una expresión de no dejar que entre la luz”. Los
protagonistas de los cuadros que llevan la firma de Keane son niños de
expresión muy triste que crean reacciones opuestas entre el público.
“Es interesante, porque los estadounidenses se muestran muy
entusiastas. Tienen una forma diferente de expresarse. En general les gusta
producir emociones. Los europeos también somos emotivos, pero no tendemos hasta
el extremo americano”, comenta. Walz evita decir que el norteamericano sea
superficial. “Es un país diferente”, señala. “Un español comportándose como un
estadounidense, eso podría ser superficial”.
Hasta Andy Warhol reconoció
que tomó algo de la filosofía de Walter Keane para popularizar su arte. Uno de
las secuencias preferidas del actor tiene lugar en un supermercado, cuando al
lado de las populares latas de sopa Campbell aparece, al girar la cámara, una
masa de pósters a un dólar de niños con los ojos enormes. Pero Keane pasó
también a la historia como el autor de uno de los mayores fraudes conocidos en
el mundo del arte.
La que hacía los retratos era en realidad su mujer, Margaret,
interpretada por Amy Adams. La película, de hecho, se basa en la relación entre
ambos. O mejor dicho, sobre el turbulento matrimonio en la que ella queda
atrapado y en cómo después se libera. Sin embargo, en ningún momento ella habla
mal del quien fue su segundo marido. “No lo ha hecho hasta hoy”, comenta Waltz.
Margaret, añade, “es muy generosa”. “Nos llevó a los tres (Burton,
Adams y Waltz) a su galería y nos ofreció una de sus pinturas, la que
quisiéramos. Elegí una cara con 34 ojos. Muy atípica, surrealista. Me dijo que
sabía que escogería esa”, señala con una gran sonrisa.
Christoph Waltz —de larguísima carrera en su país, 35 años, que
incluye la dirección de óperas— no cree que Hollywood le esté encasillando,
interpretando villanos y personajes excéntricos constantemente. “¿Encasillado?
De hecho, ahora tengo más papeles diferentes que antes”, sentencia, aunque no
entra a valorar su trabajo como Oberhauser, el nuevo malvado en Spectre,
el último Bond, que se rueda estos días. Hasta allí ha llegado desde que lo descubriera
Quentin
Tarantino, con cuyas películas Malditos bastardos y Django
desencadenado ganó sendos oscars. Tim Burton, Roman Polanski
y Terry Gilliam
le adoran. Quizás porque nunca se quita ante el público esa máscara que impide
ver lo que hay detrás del personaje.
En Europa, explica, “tendemos demasiado a hacer coproducciones, con
históricas genéricas para llegar a audiencias de países diferentes. Pero al
final la historia pierde su carácter y no se entiende en ninguna parte”. “En
cambio, si coges a Pedro Almodovar, que cuenta historias muy específicas de
España, todo el mundo, todo el mundo la entiende. Por eso creo que Big eyes,
una historia muy de Estados Unidos, muy local, va a funcionar en todas partes”,
augura.
Tampoco se atreve a dar más consejos. De hecho, comenta que Burton le
dio una importante lección al afrontar esta película. Waltz conocía la obra de
Keane antes de que le ofrecieran el papel. Pero la consideraba como algo
barato, “de calendarios que te dan gratis en la farmacia”. “Aprendí de él lo
irrelevante que era mi opinión”, asegura. Lo que tendrán que decidir los
espectadores es si el director consiguió evitar que un personaje y un actor tan
poderoso se comieran la película.
http://es.bukvar.mk/news/christoph-waltz-a-almodovar-todo-el-mundo-lo-entiende?newsid=94P
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