El pianista francés vuelve a la
carga con su personal y sabia visión de Bach
El pianista Pierre Laurent Aimard.
/ SAMUEL SANCHEZ
El pianista francés Pierre-Laurent
Aimard (Lyon, 1957) vuelve a la carga con su personal y sabia
visión de uno de los padres de la Música. Seis años separan este disco, que
recoge el primer libro de El clave bien temperado, de Bach,
de su anterior regreso a la música antigua con su grabación de El arte
de la fuga. En esta ocasión, ha creído necesario tomarse un tiempo sabático
para afrontar como merece esta pieza fundamental del repertorio para tecla.
Este jueves presentará sus resultados con un concierto en el Palau de la Música
de Barcelona, tras su paso por Madrid, ayer martes, San Sebastián y Oviedo.
Aimard considera tanto El arte de la fuga como El
clave bien temperado “dos piezas muy diferentes, dos monumentos
opuestos”. Curtido en el Conservatorio de París y con una relación directa con
Ligeti, del que ha interpretado buena parte de su obra, el pianista vuelve a
los recuerdos de su juventud con esta colección de 24 preludios y 24 fugas de
“uno de los compositores más difíciles de interpretar, por la riqueza que
encierra”. “Si quieres dar una respuesta a la diversidad y la profundidad que
propone Bach, debes tener una serie de experiencias previas que te ayuden a
ello”, subraya.
“Siempre he tocado música antigua y actual, es
la manera en que he sido educado, la forma en la que comencé a dar conciertos y
la manera en la que siempre he planeado mi vida. Me atrae lo nuevo, pero
siempre sin dejar de lado lo que construye la tradición. No soy un especialista
en la música actual que vuelve atrás en la historia, sino que continúo con mi
intención de extender mi campo de visión y expandir los territorios que he ido
descubriendo a lo largo de mi vida”, añade.
De vuelta a Bach, Aimard expresa su sorpresa “una y otra vez por su
creatividad”. “Es capaz de hacer una pieza de tanta fuerza y tanta inspiración
que esos 24 preludios son un abanico muy variado”. Por ello dejó de dar
conciertos, para afrontar esta grabación y poder estudiar detenidamente y sin
prisas cada una de las piezas que componen el libro, estudiando cuando le
apetecía estudiar y dedicando mucho tiempo a la investigación: “Estudiar sin la
necesidad de tener que coger un avión o un tren para dar un concierto”.
Ese tiempo de reflexión se lo ha tomado en un centro de estudios avanzados
de Berlín en el que se ha recluido junto a 50 especialistas de todas las
disciplinas, conviviendo juntos. “Había grandes expertos en biología,
sociología, escritores, historiadores; vivíamos todos juntos y compartíamos
nuestros descubrimientos cada día con los demás, lo que fue una experiencia muy
enriquecedora”.
“Cuando decidí tocar Bach en un instrumento como el piano moderno, había
que adaptar esta música a la realidad del instrumento. El piano tiene una serie
de cualidades que puede brindar. Glenn Gould encontró
una verdad en esta música que es increíblemente diferente de lo que se había
hecho hasta ese momento”, confiesa.
Aimard, aunque ha probado de todas las épocas, ha dedicado buena parte de
su vida al repertorio contemporáneo (trabaja ahora en una web para abordar el
universo de Ligeti con tintes divulgativos). Y es consciente de las
dificultades de la música actual para calar en el público: “A la sociedad le
cuesta trabajo incorporar lo nuevo, pasa con el pensamiento y con la ciencia.
Hacen falta un par de generaciones para asimilar esos descubrimientos. Liszt
decía en su libro sobre Chopin que el polaco era un gran revolucionario pero
que no mucha gente entendía su obra. Sin embargo, una generación después, desde
el ámbito académico, comenzaría un movimiento de comprensión y asimilación de
su legado. Los estudios de Ligeti, que se compusieron en los ochenta, se están
llevando ahora a concursos y los jóvenes pianistas los están interpretando en
los conservatorios”.
Para esa
asimilación es fundamental la educación musical, no solo de los niños, sino de
toda la sociedad. “Lo que pasa en Occidente es un desastre en cuanto a la
educación en las artes. Y estamos viendo los buenos resultados de otros países
que han invertido en educación musical. Es el caso de Finlandia, un pequeño
país que está dando una gran generación de músicos; o Japón, el lugar que ahora
tiene un abanico de conciertos de extraordinaria calidad y un público fenomenal
que ama la música, fruto de una buena educación cultural, como en su día tuvo
Hungría, que dio una importante generación de grandes músicos”.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/13/actualidad/1421174116_735088.html
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