PRÓXIMAS ACTUACIONES DE CELSO ALBELO
¿Por qué geografías operísticas transita ahora el conocido tenor? Como se nos informa desde su Agencia, “Interpretará por primera vez al Chevalier Des Grieux en su regreso a Bilbao después de cantar Rigoletto en Génova junto a Carlos Álvarez y Leo Nucci en enero, tras terminar el año con su aplaudido Duque de Mantua de Rigoletto en el Teatro Carlo Felice de Génova (23, 27 y 29 de diciembre).
¿Por qué geografías operísticas transita ahora el conocido tenor? Como se nos informa desde su Agencia, “Interpretará por primera vez al Chevalier Des Grieux en su regreso a Bilbao después de cantar Rigoletto en Génova junto a Carlos Álvarez y Leo Nucci en enero, tras terminar el año con su aplaudido Duque de Mantua de Rigoletto en el Teatro Carlo Felice de Génova (23, 27 y 29 de diciembre).
A continuación, Albelo regresará en enero
(20, 23, 26 y 29) a la temporada de la Asociación Bilbaína de Amigos de la
Ópera (ABAO-OLBE), este vez para sumar un nuevo rol a su ya extenso repertorio:
el Chevalier Des Grieux de la ópera Manon, de Jules Massenet, junto a la
soprano rusa Irina Lungu en el papel
protagonista.
Encontrar la llave de este tipo de fraseo
exige madurez. La orquesta es más pesada y el tratamiento armónico es mucho más
rico, porque va describiendo los estados de ánimo de los personajes, algo muy
presente en Massenet”.
Amanece en Madrid, frío y
oscuro y ya pasándose el soslticio de invierno en Europa, el comienzo del
verano en el hemisferio sur. Me pongo a trabajar en la entrevista que me
ofreció el tenor canario Celso Albelo, el hombre del tren y los aviones, hace
muy pocos días. Me contesta telefónicamente desde una estación de trenes.
Retomando con Celso la
conversación telefónica, le pregunto:
A.P.: Buenos días, Celso
Albelo, soy Alicia Perris, para Música Clásica de Buenos Aires…
C.A.: Ah!…Hola, qué tal,
¿cómo estás?
A.P.: Bien, muy bien,
gracias. Para empezar me gustaría comentarte que intento siempre encontrar en
cada entrevista un lugar de originalidad, para que el entrevistado no se
encuentre respondiendo siempre a las mismas cuestiones trilladas, aunque
algunas habrá que saldrá siempre a relucir, claro…
Ya que este encuentro es
telefónico, si no le parece muy personal, para aclarar un poco el “setting” a
los lectores, ¿Dónde estás ahora mismo?
C.A.: No, no, no me
importa. Ahora mismo estoy en la estación de trenes de Roma, para ir a Génova, donde
tengo un Rigoletto en el Teatro Carlo Felice.
A.P.: ¡Qué suerte, porque
Roma es una ciudad preciosa y tiene una buena sala de ópera, además…!
C.A.: Sí, la ciudad de Roma
es maravillosa y tengo la suerte de tener casa aquí también…Es una de mis
ciudades favoritas digamos.
A.P.: Y mía también, claro.
Para seguir, en Canarias, donde naciste, dijiste alguna vez, “el canto es
cotidiano”. ¿Me podrías ampliar un poco más esta afirmación tuya?
C.A.: Nosotros tenemos un
folklore muy arraigado. Entonces, en casi todas las reuniones, las fiestas, se
empieza, se termina o se dilata la fiesta con música. Todo el mundo toca la
guitarra, o el timple, un instrumento local nuestro, y como la música está tan
a mano, se descubren muchos talentos musicales y vocales de esta forma. El
canto es expansivo, hacia afuera y esto contribuye a que todos se sientan mucho
mejor y afloran así unos importantes recursos musicales.
A.P.: Además que Canarias
ha dado y sigue dando cantantes, no solo tú o el recordado Alfredo Kraus, si no
sopranos y otras cuerdas, reconocidas en el mundo de la lírica.
C.A.: Sí, lo que pasa es
que cuando uno nombra a alguno siempre se olvida de otros, y no me gusta,
porque todos somos importantes y Canarias es un sitio muy pequeñito , pero sale
mucha gente, entre otros, Raquel
Lojendio, Nancy Fabiola Herrera, Jorge León, Francisco Corujo.
Esta es la fortuna de la
amalgama de razas, de culturas, de todo eso emergen influencias muy interesantes
y nosotros vivimos de todo eso. La cultura que nos llegó de Europa, la que está
tan cerca de nosotros, las tradiciones vinculadas a Sudamérica, la relación con
África, todas estas aportaciones nos hacen ver o entender y sentir la música de
una manera peculiar.
Canarias ha sido y sigue
siendo un punto de encuentro de viajeros, de repostaje, de intercambio, antes
del gran cruce del “charco”, como dicen. Un ejemplo claro es cuando nosotros
decimos que Venezuela es la octava isla. Muchas familias emigraron allí, a
Argentina, a Cuba, existe un diálogo entre Europa y América del Sur.
A.P.: Siempre has tenido
palabras muy elogiosas para Leo Nucci
que esta noche (se hace referencia al 18 de diciembre) canta en el Teatro de La
Zarzuela…
C.A.: Claro, Nucci es uno
de los “·últimos mohicanos” que queda de una generación de oro, es todo un
ejemplo a seguir no solo en lo que atañe al canto, sino también por cómo ha
llevado su carrera. El me escuchó cantar cuando yo estudiaba con Carlo Bergonzi, se me acercó, me dio su
teléfono y a la semana ya estaba trabajando con su mismo agente. Y así mi
carrera cambió completamente, entonces se trata una persona generosa, y mucho
conmigo, por lo que lo respeto, lo quiero y lo admiro.
A.P.: Celso, ¿qué te queda
de tus años de aprendizaje con Carlo Bergonzi, aparte de haber cantado tantos
finales de Puritani en tu entrenamiento diario?
C.A.: Quizá con el Maestro
Bergonzi no solo aprendí canto, sino también las charlas alrededor de un té, un
café, sobre la vida, la organización diaria que tiene que llevar a cabo un
cantante. Estas vivencias de dos meses juntos me las quedo para mí y luego me
enseñó la seriedad con que debía acercarme a una partitura, el cariño que se le
debe tener al compositor,¡ son tantas cosas! Le tengo un cariño especial,
porque desde que lo conocí hubo una colaboración muy estrecha entre alumno y
maestro.
A.P.: Carlo Bergonzi (yo lo
oí cantar en el Colón de Buenos Aires) es un Radamés para la historia.
C.A.: Un Radamés, un Riccardo
de Un ballo in maschera, ¡tantos y tantos roles!
No en vano esa calidad, esa “morbidez” que
tenía en la voz, lo convirtió en un intérprete verdiano excepcional.
A.P.: Tú bisaste “La donna
è mobile” en el Reggio di Parma,
¿cómo fue aquello, yo conozco el Reggio
y sus atmósferas…
C.A.: Tengo la fortuna,
creo, de ser un tenor querido y
respetado allí. Ya desde el inicio de la función, el público estaba muy
entregado. Son unos melómanos que, o te aman o te odian a unos
niveles…peligrosos. Pero ir a Parma, la tierra de Giuseppe Verdi a cantar Rigoletto
y que te pidan el bis, no solo el mío,
sino también el famoso de Leo Nucci de la “vendetta”, la dirección era con Daniel Oren y con ellos cerca, opté por
arriesgarme y salió bien.
A.P.: Celso, ¿parece que
sin que aparezca al menos una vez la palabra “vendetta” no hay ópera italiana? (Risas)
C.A.: Sin embargo, mi
crecimiento musical desde los comienzos fue muy italiano y no creo que se trate
de un pueblo vengativo. Es una forma de
despertar ciertos sentimientos en un determinado contexto histórico y nada más.
A.P.: Hablando de estos
grandes teatros y de sus públicos, hace
unos días un conocido periodista de uno de los periódicos de gran tirada en
España, no especialista en música, sino una especie de “todoterreno”, se
refirió en una reseña, despreciativamente, a los “loggionisti” como “hooligans
musicales”. A mí me dolió muchísimo porque entonces yo también hubiera sido una
de ellas en mis años de estudio en el conservatorio, en el Colón, cada función,
en paraíso. ¿Qué le contestarías a este “señor”? (Meditando…)
C.A.: Tú has dicho que no
es un especialista. Hay un nuevo snobismo que está emergiendo. Siempre se nos
enseña que se deben controlar las emociones, pero me parece que en un teatro,
no hay nada más bonito que la gente deje fluir la espontaneidad, en cualquier
sentido.
A mí no interesa ser
perfecto, sino hacer sentir a la gente, por lo que ese tipo de snobismo
“cultureta”, que está tomando una dirección que no comparto para nada, no me
interesa y no le hago demasiado caso.
A.P.: La ópera de Montecarlo es, por decirlo de un modo superficial, como una deliciosa cajita de bombones, una obra del mismo arquitecto, Garnier, que concibió y construyó la Ópera de París más antigua (luego está la Ópera Bastilla, claro). Se trabaja muy bien allí, escenarios cuidadísimos, estética, belleza, facilidades para la prensa, generosidad, elegancia. Es una pena que no se difunda mucho este trabajo de la sala donde cantas a menudo en los medios internacionales, casi nada en los españoles…
A.P.: La ópera de Montecarlo es, por decirlo de un modo superficial, como una deliciosa cajita de bombones, una obra del mismo arquitecto, Garnier, que concibió y construyó la Ópera de París más antigua (luego está la Ópera Bastilla, claro). Se trabaja muy bien allí, escenarios cuidadísimos, estética, belleza, facilidades para la prensa, generosidad, elegancia. Es una pena que no se difunda mucho este trabajo de la sala donde cantas a menudo en los medios internacionales, casi nada en los españoles…
C.A.: Montecarlo sin embargo es una de las grandes temporadas
de ópera del mundo. Por ahí pasan grandes cantantes como Roberto Alagna, muchísimos artistas, yo llevo colaborando con
ellos, especialmente con Jean Louis
Grinda desde que empecé, un director artístico que está en todos los
ensayos, un hombre de teatro, que apoya
a los artistas invitados y se trabaja realmente bien. No solo por la sala, tan
bonita, también está el Auditorio, con un poco más de capacidad (1600 asientos
de aforo aproximadamente). Ahí hicimos un Puritani fantástico, igual que la
Manon Lescaut anterior.
A.P.: Te pones muy en serio sobre todo cuando los falsos profetas te preguntan por la “técnica”… (Más risas).
C.A.: Para la mí la
expresividad y el ámbito teatral me parecen fundamentales, siempre y cuando no
se hagan para enmascarar ciertas carencias vocales, porque es ahí cuando me
enfado.
A.P.: ¿Es más expuesta que
otras la tesitura de tenor, si pensamos en las cancelaciones, las afecciones
incluso de los grandes cantantes,
desapariciones temporales o más o menos permanentes, intervenciones
quirúrgicas no siempre exitosas…
C.A.: No sé, yo nunca he
cantado como soprano o como barítono, la voz de tenor por los resultados y lo
que se ve, es algo más “artificial”, más extrema hasta cierto punto y supongo
que por eso…
A.P.: ¿Hay una cierta
vulnerabilidad en esos registros?
C.A.: Si y en el aparato,
porque la musculatura la llevamos a límites que son complicados, pero es así,
no es que se haya descubierto nada nuevo. Es una cuerda con la que es difícil
sobre todo mantener una regularidad
constante y hoy en día con la velocidad de los traslados, la acumulación
de teatros, roles, cambios de escenarios, geografías. Pero es así, ni malo ni
bueno. Como Historiador del Arte procuro
entender el momento histórico que nos toca vivir: se viaja muy rápido, todo
transcurre de una manera más dinámica ahora, no como, por ejemplo, en los años
sesenta y todo eso influye.
A.P.: ¿Los nuevos medios
como youtube o los visionados a todo el mundo en streaming, son una ventaja por
la cantidad de público que tiene acceso a una oferta musical enorme o crees que
van en detrimento de la lírica?
C.A.: Creo que todo lo que
sirva para dar a conocer este tipo de música (y otras) debe ser bienvenido, aunque sin perder de
vista que la magia del teatro es precisamente, estar en el teatro. Pero hay
mucha gente que no puede acudir por estar lejos o enferma…
A.P.: O porque las entradas
son muy caras, y hay que tener dinero y tiempo para estar pendientes de los
abonos o las ventas y las fechas.
C.A.: Efectivamente, todas
estas plataformas tienen la ventaja de posibilitar que el público pueda seguir
disfrutando a distancia. Pero la verdad es tan etérea, porque depende a quién
le preguntas. A mí particularmente me parece este desarrollo perfecto, incluso
las grabaciones piratas. Se trata de ver o mostrar momentos únicos que para
disfrutarlos bien hay que estar en el teatro, pero los recientes
descubrimientos tecnológicos ayudan a conquistar nuevos aficionados que a lo
mejor, terminan después por acudir a una sala, aunque sí, son muy caras las
localidades.
A.P.: En España debutaste
en La Coruña. ¿En qué teatros o en qué países te encuentras mejor cantando?
C.A.: Yo soy muy optimista,
me encuentro bien trabajando en Italia, en Austria, en España, donde nos
quejamos tanto, aquí se trabaja muy bien, con grandes profesionales, en el Teatro Real, en el Liceo de
Barcelona, en La Coruña, en Bilbao, con las asociaciones privadas, las
Palmas, Tenerife, hay mucho cariño y respeto hacia lo que es el mundo de la
ópera. Aunque me encuentro bien en cualquier parte, la verdad.
A.P.: Bueno, eso es una
suerte que se trabaja también.
C.A.: Luego no soy nada
raro a la hora de comer, me gusta probar muchas cosas y divertirme, porque cada
ciudad te ofrece descubrimientos. Desde luego, no se puede pretender que
Tenerife te ofrezca lo que te ofrece Madrid. Tenerife tiene particularidades
que no encuentras en la capital, por ejemplo…
A.P.: Por ejemplo, el mar.
C.A.: Sí pero Madrid tiene
museos maravillosos.
A.P.: Efectivamente, sin
perder el sentido de la realidad, pero viendo la botella medio llena y no medio
vacía, en cada sitio, si vas con los ojos y el corazón disponibles puedes encontrar grandes hallazgos.
C.A.: No hay lugar del
mundo que no te ofrezca cosas fascinantes, algo.
A.P.: Tú tienes un disco
con Juan Francisco Parra (editado
por Sony), “Íntimamente”, con obras de compositores argentinos que se han
convertido en clásicos en el mundo entero: Carlos
Guastavino, Alberto Ginastera, Carlos López
Buchardo. El año pasado por ejemplo, se estrenó, con enorme expectación
actividades paralelas complementarias Bomarzo, con libreto de su autor
literario, Manuel Mujica Láinez,
“Manucho”, en el Teatro Real, de Alberto Ginastera.
Esta es una pregunta
obligada y muy querida para mi. Carlos López Buchardo le dio nombre al
Conservatorio donde completé mi carrera de piano, entre la niñez y la
adolescencia, Carlos Guastavino fue mi maestro de coro en el mismo lugar. Tocábamos
sus obras al piano y repetíamos, fatigados por tantas asignaturas, sus
partituras, que traía de casa, para cuatro voces. Guastavino era muy elegante,
con sus trajes grises, su bigotito, el pelo abundante y canoso, sus hermosas
manos y esos gritos que demostraban su pérdida de paciencia cuando nos decía:
“Están calando, calando”…daba algunas patadas en el suelo, muy contrariado y
vuelta a empezar.
Teniendo en cuenta que esta
entrevista se leerá seguro con curiosidad en Buenos Aires, cuéntame más de tu
disco de música argentina. ¿Y para cuándo tu debut en el Teatro Colón de Buenos Aires,
Celso?
C.A.: Soy un enamorado de
Argentina. Tuve una pareja argentina que me enseñó mucho, Virginia, una persona
encantadora, por circunstancias no seguimos, pero esa relación me hizo visitar
Argentina muy a menudo, su música la he vivido muy de cerca y no sabes cómo me
encantaría ir al Colón de Buenos Aires, de verdad. Será cuestión de “ponerse
las pilas” y cuando aparezca la oportunidad poder estar a la altura.
A.P.: ¿Además este disco lo
cantaste casi íntegro en un recital que diste en Madrid, no?
C.A:: La música de
Ginastera y Guastavino, son clásicos y está a la altura que nos hacen disfrutar
de un Schubert, de un Brahms, o un Schumann, lo único que nacieron en latitudes
lejanas y distintas, entonces, la manera de componer de cada uno, incluso los
olores, la forma de sentir y de interpretar, son únicas. Me siento muy cercano
de lo que hago, claro. Ha sido una elección.
A.P. Siempre hablas de
encontrar un equilibrio entre la vida familiar y tu profesión. ¿Cómo se
consigue unir intereses cuando se viaja tanto, cuando se es un ciudadano del
mundo, de acá para allá?.
C.A.: Podría soportar que
me dijeran que soy opinable como cantante pero no que pensaran de mí que he estado
ausente como padre, así que es una decisión que tengo que tener siempre
presente. Si tengo que elegir entre el canto y mi familia, lo tengo bastante
claro.
A.P.: ¿Crees que se cuidan
las voces en las distintas profesiones, como un verdadero instrumento de trabajo,
por respeto a aquellos que los escuchan, que a veces soportan voces feas, sin
educar, inadecuadas para la labor que realizan, los profesores, tal vez sobre
todo los periodistas que nos hablan y nos molestan o solo se tiene en cuenta la presencia, el
vestuario, las marcas, la peluquería, la piel tersa y esas cosas? Creo que la
voz es un instrumento fundamental a la hora de intentar transmitir, conectar,
¿se cuidan estos aspectos de las personas que la utilizan con otros?
C.A.: La voz debería
cuidarse mucho, sobre todo si eres un comunicador, hablando o cantando. Hay
gente que tiene las voces rotas en el sentido más literal de la palabra y tienen
un encanto, esa capacidad de comunicación que te engancha. Es tan misterioso lo
de la voz humana. A mí también me molestan algunas voces y otras me calman. Es
tan particular la voz que no sabría qué contestarte. Lo que sí es evidente que
si la tienen como forma de vida especialmente, tienen que cuidarla, y
trabajarla.
C.A.: Me parece que llevas
13 años cantando, Celso. ¿Eres supersticioso?
C.A.: No, digamos que llevo
doce más uno. (Risas).
A.P.: Entendido… ¿Qué tal
tu experiencia este verano en el Festival
de Savonlinna con el Teatro Real que organizó una verdadera expedición para
trasladarla a toda la compañía, los técnicos, los gestores, para allá? Creo que
fue sensacional.
C.A.: Fue
extraordinariamente bien y estoy muy contento y ese orgullo patrio, aunque
dentro de una ”normalidad”, es importante. Ver allí al Real, no solo Puritani,
sino sus otras producciones. Era la segunda vez que fui a Savonlinna y con la
misma ópera.
A.P.: Era un poco la Onu
ese montaje, porque había gentes de todas partes del mundo participando.
C.A. ¡Claro! Había
italianos, australianos, español estaba yo, y dos argentinos, Daniel Bianco, Director del Teatro de La Zarzuela hoy y en esa ocasión responsable de la
escenografía y el Maestro Andrés Máspero,
también argentino, director de un coro siempre admirado y elogiado.
C.A.: Sí estaba también
este joven bajo, guapísimo, Fernando
Radó.
A.P.: ¿Quisieras agregar
algo más a los lectores y a tus oyentes melómanos en estas celebraciones
navideñas y de Año Nuevo?
C.A.: Que todos las pasen
tranquila y agradablemente y nos vemos en los teatros, la música es un
condimento esencial que no debería faltar tampoco en estas fechas.
A.P. Maestro, que se pueda
seguir haciendo música y que los que la consideran algo inalcanzable, solo para
las élites, tantos pueblos e individuos que no tienen nada, a quienes les falto
todo, porque no llegan ni a cubrir sus necesidades vitales básicas y de
supervivencia en muchísimos puntos del planeta, también puedan mejorar su
situación, la convivencia, la seguridad más elemental, los derechos humanos, el
cuidado y la protección de la tierra y el entorno, los animales, ¿te parece,
podríamos decir esto?
C.A.: Eso sería perfecto,
creo que todos debemos tener el deseo y la conciencia de pedir y desear unos
derechos y una dignidad para todos los seres humanos.
A.P.: Deseamos entonces,
Celso, las mejores oportunidades para todos. Se lo pediremos a los Reyes Magos
y a los gobiernos, a ver si pasan por aquí y otros confines del mundo y nos
hacen caso.
C.A.: Perfecto, se lo
pedimos tanto a los Reyes Magos como a Papá Noel y así quedamos bien con todos
los países.
A.P.: En Italia dicen “il
Babbo Natale”, ¿no? Bueno, muchísimas gracias por atenderme con las valijas en
la mano, desde un sitio tan rumoroso
como la estación Termini de Roma, te lo agradezco de verdad, en nombre de todos
los lectores y melómanos.
C.A. Sí, aparte que el
último tramo de la entrevista estaba subiendo al tren, colocando el equipaje, fue
divertido, divertido.
A.P.: Este encuentro fue
así más especial y único, verdaderamente.
C.A.: No, gracias a ti, por
considerarme alguien digno para una entrevista, Feliz Navidad y a ver si nos
conocemos pronto.
A.P.: Eso es, cuando
vuelvas a España o yo esté en algún sitio donde cantas y podamos coincidir, voy
a verte y te digo “Yo soy aquella que te hizo la entrevista telefónica desde Termini,
camino de Génova. Gracias de nuevo y que vaya todo muy bien.
Celso Albelo no lo sabe, pero aparte de su compañía musical en trashumancia, me regaló una deliciosa vuelta a mis orígenes primigenios en Buenos Aires: el Conservatorio Nacional Carlos López Buchardo, que entonces estaba en Callao y Las Heras, en aquel palacete lleno de pianos diferentes y de escondrijos, de pasadizos por descubrir, donde estudiábamos, pero también jugábamos y hacíamos travesuras, porque algunos éramos muy chicos, de 11, 12, 14 años.
sus maestros, Luis Dabini, acogedor, serio y generoso
conmigo (me daba clases desinteresadas los domingos por la mañana, para
ayudarme, justamente con Las niñas, una complicada partitura para piano de
Carlos Guastavino. Los alumnos le vaciaban el borrador de tiza en su sombrero
de felpa, así que siempre, entre pentagramas y quejas y reprimendas inútiles, a limpiarlo, porque se lo volverían a hacer la
siguiente clase.
Carlos Suffern,
con sus oníricas lecciones magistrales multilingües sobre Historia de la
Música, y Roldán, pianista, que era
también mi profesor en el Colegio
Nacional de Buenos Aires, en aquel auditorio pequeño donde me descubrió a María Callas. Y la Señora de Angyal, casada con un húngaro con sus nacaradas manos
engalanadas con una manicura perfecta y sus ramilletes de flores frescas que se
ponía cada día en sus inefables trajes de chaqueta. Era como un hada, pero me
reprendía lo suyo. Y luego a la Alianza Francesa con Fernan Goethals, otro de mis inolvidables maestros de francés y de
vida, de risas y de sueños.
Y por supuesto, casi cada noche al Colón, a ver una
y otra vez la misma ópera o ballet con mi madre, incansable, siempre con mis
partituras a cuestas en los colectivos, para que pudiera correr más libre de un
lado al otro de esa ciudad, extensa como una pampa capitalina, como si de
pronto me volviera aérea, intangible.
“No digas que fue un sueño”
todo aquello, como escribió de Alejandría Terenci
Moix. Todo ese universo fue muy real, compartido, querido, gozado, con la
complicidad de mi familia, de mis compañeros, de mis pretendientes y algún
novio (algunas veces, también sufrido, como la muerte prematura de mi padre).
Lejana Buenos Aires, perfumada y
florida, llena de parques y de helados, que aún va conmigo. Como los benéficos
fantasmas del pasado, siempre presentes, marcando el camino, contra la fealdad,
la desesperanza y la injusticia. Por la honradez y por la belleza en la vida,
los dones que me han legado. Un hermoso desiderátum. (Tengo que escribir esa
novela).
Alicia Perris
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