viernes, 22 de diciembre de 2017

ALBELO AHORA VUELVE AL TEATRO DE LA ZARZUELA, 31 MARZO 2023, Y ANTES, LUNES 5 DE OCTUBRE, 2020. ENTREVISTA (ANTERIOR, XII, 2017)) A CELSO ALBELO

PRÓXIMAS ACTUACIONES DE CELSO ALBELO


¿Por qué geografías operísticas transita ahora el conocido tenor?  Como se nos informa desde su Agencia, “Interpretará por primera vez al Chevalier Des Grieux en su regreso a Bilbao después de cantar Rigoletto en Génova junto a Carlos Álvarez y Leo Nucci en enero, tras terminar el año con su aplaudido Duque de Mantua de Rigoletto en el Teatro Carlo Felice de Génova (23, 27 y 29 de diciembre). 

A continuación, Albelo regresará en enero (20, 23, 26 y 29) a la temporada de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO-OLBE), este vez para sumar un nuevo rol a su ya extenso repertorio: el Chevalier Des Grieux de la ópera Manon, de Jules Massenet, junto a la soprano rusa Irina Lungu en el papel protagonista.

De este modo, y desde el bel canto italiano, Albelo continúa profundizando en el repertorio francés, “un viaje por personajes románticos que se deben a la lengua francesa, aspecto que implica un desarrollo musical diferente del italiano. Intentar descifrarlo es un reto, porque aunque mantiene muchos puntos en común con el canto italiano, también poseen grandes diferencias. 

Encontrar la llave de este tipo de fraseo exige madurez. La orquesta es más pesada y el tratamiento armónico es mucho más rico, porque va describiendo los estados de ánimo de los personajes, algo muy presente en Massenet”.


Amanece en Madrid, frío y oscuro y ya pasándose el soslticio de invierno en Europa, el comienzo del verano en el hemisferio sur. Me pongo a trabajar en la entrevista que me ofreció el tenor canario Celso Albelo, el hombre del tren y los aviones, hace muy pocos días. Me contesta telefónicamente desde una estación de trenes.



Retomando con Celso la conversación telefónica, le pregunto:
A.P.: Buenos días, Celso Albelo, soy Alicia Perris, para Música Clásica de Buenos Aires…
C.A.: Ah!…Hola, qué tal, ¿cómo estás?
A.P.: Bien, muy bien, gracias. Para empezar me gustaría comentarte que intento siempre encontrar en cada entrevista un lugar de originalidad, para que el entrevistado no se encuentre respondiendo siempre a las mismas cuestiones trilladas, aunque algunas habrá que saldrá siempre a relucir, claro…
Ya que este encuentro es telefónico, si no le parece muy personal, para aclarar un poco el “setting” a los lectores, ¿Dónde estás ahora mismo?
C.A.: No, no, no me importa. Ahora mismo estoy en la estación de trenes de Roma, para ir a Génova, donde tengo un Rigoletto en el Teatro Carlo Felice.
A.P.: ¡Qué suerte, porque Roma es una ciudad preciosa y tiene una buena sala de ópera, además…!
C.A.: Sí, la ciudad de Roma es maravillosa y tengo la suerte de tener casa aquí también…Es una de mis ciudades favoritas digamos.
A.P.: Y mía también, claro. Para seguir, en Canarias, donde naciste, dijiste alguna vez, “el canto es cotidiano”. ¿Me podrías ampliar un poco más esta afirmación tuya?
C.A.: Nosotros tenemos un folklore muy arraigado. Entonces, en casi todas las reuniones, las fiestas, se empieza, se termina o se dilata la fiesta con música. Todo el mundo toca la guitarra, o el timple, un instrumento local nuestro, y como la música está tan a mano, se descubren muchos talentos musicales y vocales de esta forma. El canto es expansivo, hacia afuera y esto contribuye a que todos se sientan mucho mejor y afloran así unos importantes recursos musicales.
A.P.: Además que Canarias ha dado y sigue dando cantantes, no solo tú o el recordado Alfredo Kraus, si no sopranos y otras cuerdas, reconocidas en el mundo de la lírica.
C.A.: Sí, lo que pasa es que cuando uno nombra a alguno siempre se olvida de otros, y no me gusta, porque todos somos importantes y Canarias es un sitio muy pequeñito , pero sale mucha gente, entre otros, Raquel Lojendio, Nancy Fabiola Herrera, Jorge León, Francisco Corujo.
Esta es la fortuna de la amalgama de razas, de culturas, de todo eso emergen influencias muy interesantes y nosotros vivimos de todo eso. La cultura que nos llegó de Europa, la que está tan cerca de nosotros, las tradiciones vinculadas a Sudamérica, la relación con África, todas estas aportaciones nos hacen ver o entender y sentir la música de una manera peculiar.
Canarias ha sido y sigue siendo un punto de encuentro de viajeros, de repostaje, de intercambio, antes del gran cruce del “charco”, como dicen. Un ejemplo claro es cuando nosotros decimos que Venezuela es la octava isla. Muchas familias emigraron allí, a Argentina, a Cuba, existe un diálogo entre Europa y América del Sur.
A.P.: Siempre has tenido palabras muy elogiosas para Leo Nucci que esta noche (se hace referencia al 18 de diciembre) canta en el Teatro de La Zarzuela…
C.A.: Claro, Nucci es uno de los “·últimos mohicanos” que queda de una generación de oro, es todo un ejemplo a seguir no solo en lo que atañe al canto, sino también por cómo ha llevado su carrera. El me escuchó cantar cuando yo estudiaba con Carlo Bergonzi, se me acercó, me dio su teléfono y a la semana ya estaba trabajando con su mismo agente. Y así mi carrera cambió completamente, entonces se trata una persona generosa, y mucho conmigo, por lo que lo respeto, lo quiero y lo admiro.
A.P.: Celso, ¿qué te queda de tus años de aprendizaje con Carlo Bergonzi, aparte de haber cantado tantos finales de Puritani en tu entrenamiento diario?
C.A.: Quizá con el Maestro Bergonzi no solo aprendí canto, sino también las charlas alrededor de un té, un café, sobre la vida, la organización diaria que tiene que llevar a cabo un cantante. Estas vivencias de dos meses juntos me las quedo para mí y luego me enseñó la seriedad con que debía acercarme a una partitura, el cariño que se le debe tener al compositor,¡ son tantas cosas! Le tengo un cariño especial, porque desde que lo conocí hubo una colaboración muy estrecha entre alumno y maestro. 
A.P.: Carlo Bergonzi (yo lo oí cantar en el Colón de Buenos Aires) es un Radamés para la historia.
C.A.: Un Radamés, un Riccardo de Un ballo in maschera, ¡tantos y tantos roles!
 No en vano esa calidad, esa “morbidez” que tenía en la voz, lo convirtió en un intérprete verdiano excepcional.



A.P.: Tú bisaste “La donna è mobile” en el Reggio di Parma, ¿cómo  fue aquello, yo conozco el Reggio y sus atmósferas…
C.A.: Tengo la fortuna, creo,  de ser un tenor querido y respetado allí. Ya desde el inicio de la función, el público estaba muy entregado. Son unos melómanos que, o te aman o te odian a unos niveles…peligrosos. Pero ir a Parma, la tierra de Giuseppe Verdi a cantar Rigoletto  y que te pidan el bis, no solo el mío, sino también el famoso de Leo Nucci de la “vendetta”, la dirección era con Daniel Oren y con ellos cerca, opté por arriesgarme y salió bien.
A.P.: Celso, ¿parece que sin que aparezca al menos una vez la palabra “vendetta” no hay ópera italiana? (Risas)
C.A.: Sin embargo, mi crecimiento musical desde los comienzos fue muy italiano y no creo que se trate de un  pueblo vengativo. Es una forma de despertar ciertos sentimientos en un determinado contexto histórico y nada más.
A.P.: Hablando de estos grandes teatros  y de sus públicos, hace unos días un conocido periodista de uno de los periódicos de gran tirada en España, no especialista en música, sino una especie de “todoterreno”, se refirió en una reseña, despreciativamente, a los “loggionisti” como “hooligans musicales”. A mí me dolió muchísimo porque entonces yo también hubiera sido una de ellas en mis años de estudio en el conservatorio, en el Colón, cada función, en paraíso. ¿Qué le contestarías a este “señor”? (Meditando…)
C.A.: Tú has dicho que no es un especialista. Hay un nuevo snobismo que está emergiendo. Siempre se nos enseña que se deben controlar las emociones, pero me parece que en un teatro, no hay nada más bonito que la gente deje fluir la espontaneidad, en cualquier sentido.
A mí no interesa ser perfecto, sino hacer sentir a la gente, por lo que ese tipo de snobismo “cultureta”, que está tomando una dirección que no comparto para nada, no me interesa y no le hago demasiado caso.


A.P.: La ópera de Montecarlo es, por decirlo de un modo superficial, como una deliciosa cajita de bombones, una obra del mismo arquitecto, Garnier, que concibió y construyó la Ópera de París más antigua (luego está la Ópera Bastilla, claro). Se trabaja muy bien allí, escenarios cuidadísimos, estética, belleza, facilidades para la prensa, generosidad, elegancia. Es una pena que no se difunda mucho este trabajo de la sala donde cantas a menudo en los medios internacionales, casi nada en los españoles…
C.A.: Montecarlo  sin embargo es una de las grandes temporadas de ópera del mundo. Por ahí pasan grandes cantantes como Roberto Alagna, muchísimos artistas, yo llevo colaborando con ellos, especialmente con Jean Louis Grinda desde que empecé, un director artístico que está en todos los ensayos, un hombre  de teatro, que apoya a los artistas invitados y se trabaja realmente bien. No solo por la sala, tan bonita, también está el Auditorio, con un poco más de capacidad (1600 asientos de aforo aproximadamente). Ahí hicimos un Puritani fantástico, igual que la Manon Lescaut anterior. 

A.P.: Te pones muy en serio sobre todo cuando los falsos profetas te preguntan por la “técnica”… (Más risas).
C.A.: Para la mí la expresividad y el ámbito teatral me parecen fundamentales, siempre y cuando no se hagan para enmascarar ciertas carencias vocales, porque es ahí cuando me enfado.
A.P.: ¿Es más expuesta que otras la tesitura de tenor, si pensamos en las cancelaciones, las afecciones incluso de los grandes cantantes,  desapariciones temporales o más o menos permanentes, intervenciones quirúrgicas no siempre exitosas…
C.A.: No sé, yo nunca he cantado como soprano o como barítono, la voz de tenor por los resultados y lo que se ve, es algo más “artificial”, más extrema hasta cierto punto y supongo que por eso…
A.P.: ¿Hay una cierta vulnerabilidad en esos registros?
C.A.: Si y en el aparato, porque la musculatura la llevamos a límites que son complicados, pero es así, no es que se haya descubierto nada nuevo. Es una cuerda con la que es difícil sobre todo mantener una regularidad  constante y hoy en día con la velocidad de los traslados, la acumulación de teatros, roles, cambios de escenarios, geografías. Pero es así, ni malo ni bueno. Como Historiador del Arte  procuro entender el momento histórico que nos toca vivir: se viaja muy rápido, todo transcurre de una manera más dinámica ahora, no como, por ejemplo, en los años sesenta y todo eso influye.
A.P.: ¿Los nuevos medios como youtube o los visionados a todo el mundo en streaming, son una ventaja por la cantidad de público que tiene acceso a una oferta musical enorme o crees que van en detrimento de la lírica?
C.A.: Creo que todo lo que sirva para dar a conocer este tipo de música (y otras)  debe ser bienvenido, aunque sin perder de vista que la magia del teatro es precisamente, estar en el teatro. Pero hay mucha gente que no puede acudir por estar lejos o enferma…
A.P.: O porque las entradas son muy caras, y hay que tener dinero y tiempo para estar pendientes de los abonos o las ventas y las fechas.
C.A.: Efectivamente, todas estas plataformas tienen la ventaja de posibilitar que el público pueda seguir disfrutando a distancia. Pero la verdad es tan etérea, porque depende a quién le preguntas. A mí particularmente me parece este desarrollo perfecto, incluso las grabaciones piratas. Se trata de ver o mostrar momentos únicos que para disfrutarlos bien hay que estar en el teatro, pero los recientes descubrimientos tecnológicos ayudan a conquistar nuevos aficionados que a lo mejor, terminan después por acudir a una sala, aunque sí, son muy caras las localidades.
A.P.: En España debutaste en La Coruña. ¿En qué teatros o en qué países te encuentras mejor cantando?
C.A.: Yo soy muy optimista, me encuentro bien trabajando en Italia, en Austria, en España, donde nos quejamos tanto, aquí se trabaja muy bien, con grandes profesionales, en el Teatro Real, en el Liceo de Barcelona, en La Coruña, en Bilbao, con las asociaciones privadas, las Palmas, Tenerife, hay mucho cariño y respeto hacia lo que es el mundo de la ópera. Aunque me encuentro bien en cualquier parte, la verdad.
A.P.: Bueno, eso es una suerte que se trabaja también.
C.A.: Luego no soy nada raro a la hora de comer, me gusta probar muchas cosas y divertirme, porque cada ciudad te ofrece descubrimientos. Desde luego, no se puede pretender que Tenerife te ofrezca lo que te ofrece Madrid. Tenerife tiene particularidades que no encuentras en la capital, por ejemplo…
A.P.: Por ejemplo, el mar.
C.A.: Sí pero Madrid tiene museos maravillosos.
A.P.: Efectivamente, sin perder el sentido de la realidad, pero viendo la botella medio llena y no medio vacía, en cada sitio, si vas con los ojos y el corazón disponibles  puedes encontrar grandes hallazgos.
C.A.: No hay lugar del mundo que no te ofrezca cosas fascinantes, algo.



A.P.: Tú tienes un disco con Juan Francisco Parra (editado por Sony), “Íntimamente”, con obras de compositores argentinos que se han convertido en clásicos en el mundo entero: Carlos Guastavino, Alberto  Ginastera, Carlos López Buchardo. El año pasado por ejemplo, se estrenó, con enorme expectación actividades paralelas complementarias Bomarzo, con libreto de su autor literario, Manuel Mujica Láinez, “Manucho”, en el Teatro Real, de Alberto Ginastera.
Esta es una pregunta obligada y muy querida para mi. Carlos López Buchardo le dio nombre al Conservatorio donde completé mi carrera de piano, entre la niñez y la adolescencia, Carlos Guastavino fue mi maestro de coro en el mismo lugar. Tocábamos sus obras al piano y repetíamos, fatigados por tantas asignaturas, sus partituras, que traía de casa, para cuatro voces. Guastavino era muy elegante, con sus trajes grises, su bigotito, el pelo abundante y canoso, sus hermosas manos y esos gritos que demostraban su pérdida de paciencia cuando nos decía: “Están calando, calando”…daba algunas patadas en el suelo, muy contrariado y vuelta a empezar.
Teniendo en cuenta que esta entrevista se leerá seguro con curiosidad en Buenos Aires, cuéntame más de tu disco de música argentina. ¿Y para cuándo tu debut en el Teatro Colón de Buenos Aires, Celso?
C.A.: Soy un enamorado de Argentina. Tuve una pareja argentina que me enseñó mucho, Virginia, una persona encantadora, por circunstancias no seguimos, pero esa relación me hizo visitar Argentina muy a menudo, su música la he vivido muy de cerca y no sabes cómo me encantaría ir al Colón de Buenos Aires, de verdad. Será cuestión de “ponerse las pilas” y cuando aparezca la oportunidad poder estar a la altura.
A.P.: ¿Además este disco lo cantaste casi íntegro en un recital que diste en Madrid, no?
C.A:: La música de Ginastera y Guastavino, son clásicos y está a la altura que nos hacen disfrutar de un Schubert, de un Brahms, o un Schumann, lo único que nacieron en latitudes lejanas y distintas, entonces, la manera de componer de cada uno, incluso los olores, la forma de sentir y de interpretar, son únicas. Me siento muy cercano de lo que hago, claro. Ha sido una elección.
A.P. Siempre hablas de encontrar un equilibrio entre la vida familiar y tu profesión. ¿Cómo se consigue unir intereses cuando se viaja tanto, cuando se es un ciudadano del mundo, de acá para allá?.
C.A.: Podría soportar que me dijeran que soy opinable como cantante pero no que pensaran de mí que he estado ausente como padre, así que es una decisión que tengo que tener siempre presente. Si tengo que elegir entre el canto y mi familia, lo tengo bastante claro.
A.P.: ¿Crees que se cuidan las voces en las distintas profesiones, como un verdadero instrumento de trabajo, por respeto a aquellos que los escuchan, que a veces soportan voces feas, sin educar, inadecuadas para la labor que realizan, los profesores, tal vez sobre todo los periodistas que nos hablan y nos molestan  o solo se tiene en cuenta la presencia, el vestuario, las marcas, la peluquería, la piel tersa y esas cosas? Creo que la voz es un instrumento fundamental a la hora de intentar transmitir, conectar, ¿se cuidan estos aspectos de las personas que la utilizan con otros?
C.A.: La voz debería cuidarse mucho, sobre todo si eres un comunicador, hablando o cantando. Hay gente que tiene las voces rotas en el sentido más literal de la palabra y tienen un encanto, esa capacidad de comunicación que te engancha. Es tan misterioso lo de la voz humana. A mí también me molestan algunas voces y otras me calman. Es tan particular la voz que no sabría qué contestarte. Lo que sí es evidente que si la tienen como forma de vida especialmente, tienen que cuidarla, y trabajarla.
C.A.: Me parece que llevas 13 años cantando, Celso. ¿Eres supersticioso?
C.A.: No, digamos que llevo doce más uno. (Risas).
A.P.: Entendido… ¿Qué tal tu experiencia este verano en el Festival de Savonlinna con el Teatro Real que organizó una verdadera expedición para trasladarla a toda la compañía, los técnicos, los gestores, para allá? Creo que fue sensacional.
C.A.: Fue extraordinariamente bien y estoy muy contento y ese orgullo patrio, aunque dentro de una ”normalidad”, es importante. Ver allí al Real, no solo Puritani, sino sus otras producciones. Era la segunda vez que fui a Savonlinna y con la misma ópera.
A.P.: Era un poco la Onu ese montaje, porque había gentes de todas partes del mundo participando.
C.A. ¡Claro! Había italianos, australianos, español estaba yo, y dos argentinos, Daniel Bianco, Director del Teatro de La Zarzuela hoy y en esa ocasión responsable de la escenografía y el Maestro Andrés Máspero, también argentino, director de un coro siempre admirado y elogiado.
C.A.: Sí estaba también este joven bajo, guapísimo, Fernando Radó.
A.P.: ¿Quisieras agregar algo más a los lectores y a tus oyentes melómanos en estas celebraciones navideñas y de Año Nuevo?
C.A.: Que todos las pasen tranquila y agradablemente y nos vemos en los teatros, la música es un condimento esencial que no debería faltar tampoco en estas fechas.
A.P. Maestro, que se pueda seguir haciendo música y que los que la consideran algo inalcanzable, solo para las élites, tantos pueblos e individuos que no tienen nada, a quienes les falto todo, porque no llegan ni a cubrir sus necesidades vitales básicas y de supervivencia en muchísimos puntos del planeta, también puedan mejorar su situación, la convivencia, la seguridad más elemental, los derechos humanos, el cuidado y la protección de la tierra y el entorno, los animales, ¿te parece, podríamos decir esto?
C.A.: Eso sería perfecto, creo que todos debemos tener el deseo y la conciencia de pedir y desear unos derechos y una dignidad para todos los seres humanos.
A.P.: Deseamos entonces, Celso, las mejores oportunidades para todos. Se lo pediremos a los Reyes Magos y a los gobiernos, a ver si pasan por aquí y otros confines del mundo y nos hacen caso.
C.A.: Perfecto, se lo pedimos tanto a los Reyes Magos como a Papá Noel y así quedamos bien con todos los países.
A.P.: En Italia dicen “il Babbo Natale”, ¿no? Bueno, muchísimas gracias por atenderme con las valijas en la mano, desde un  sitio tan rumoroso como la estación Termini de Roma, te lo agradezco de verdad, en nombre de todos los lectores y melómanos.
C.A. Sí, aparte que el último tramo de la entrevista estaba subiendo al tren, colocando el equipaje, fue divertido, divertido.
A.P.: Este encuentro fue así más especial y único, verdaderamente.
C.A.: No, gracias a ti, por considerarme alguien digno para una entrevista, Feliz Navidad y a ver si nos conocemos pronto.
A.P.: Eso es, cuando vuelvas a España o yo esté en algún sitio donde cantas y podamos coincidir, voy a verte y te digo “Yo soy aquella que te hizo la entrevista telefónica desde Termini, camino de Génova. Gracias de nuevo y que vaya todo muy bien.
C.A.: Igualmente para ti, ciao.

CODA

Celso Albelo no lo sabe, pero aparte de su compañía musical en trashumancia, me regaló una deliciosa vuelta a mis orígenes primigenios en Buenos Aires: el Conservatorio Nacional Carlos López Buchardo, que entonces estaba en Callao y Las Heras, en aquel palacete lleno de pianos diferentes y de escondrijos, de pasadizos por descubrir, donde estudiábamos, pero también jugábamos y hacíamos travesuras, porque algunos éramos muy chicos, de 11, 12, 14 años.

sus maestros, Luis Dabini, acogedor, serio y generoso conmigo (me daba clases desinteresadas los domingos por la mañana, para ayudarme, justamente con Las niñas, una complicada partitura para piano de Carlos Guastavino. Los alumnos le vaciaban el borrador de tiza en su sombrero de felpa, así que siempre, entre pentagramas y quejas y reprimendas inútiles,  a limpiarlo, porque se lo volverían a hacer la siguiente clase. 
Carlos Suffern, con sus oníricas lecciones magistrales multilingües sobre Historia de la Música, y Roldán, pianista, que era también mi profesor en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en aquel auditorio pequeño donde me descubrió a María Callas. Y la Señora de Angyal, casada con un húngaro con sus nacaradas manos engalanadas con una manicura perfecta y sus ramilletes de flores frescas que se ponía cada día en sus inefables trajes de chaqueta. Era como un hada, pero me reprendía lo suyo. Y luego a la Alianza Francesa con Fernan Goethals, otro de mis inolvidables maestros de francés y de vida, de risas y de sueños. 

Y por supuesto, casi cada noche al Colón, a ver una y otra vez la misma ópera o ballet con mi madre, incansable, siempre con mis partituras a cuestas en los colectivos, para que pudiera correr más libre de un lado al otro de esa ciudad, extensa como una pampa capitalina, como si de pronto me volviera aérea, intangible.

“No digas que fue un sueño” todo aquello, como escribió de Alejandría Terenci Moix. Todo ese universo fue muy real, compartido, querido, gozado, con la complicidad de mi familia, de mis compañeros, de mis pretendientes y algún novio (algunas veces, también sufrido, como la muerte prematura de mi padre). 

Lejana Buenos Aires, perfumada y florida, llena de parques y de helados, que aún va conmigo. Como los benéficos fantasmas del pasado, siempre presentes, marcando el camino, contra la fealdad, la desesperanza y la injusticia. Por la honradez y por la belleza en la vida, los dones que me han legado. Un hermoso desiderátum. (Tengo que escribir esa novela).

Alicia Perris 

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