El maestro, nacido en Milán, concedió este encuentro exclusivo en su camerino, con ocasión de su visita al Teatro Real en 2017. Paolo Carignani, de 59 años de edad, emprenderá su nueva labor en Dinamarca desde 2021 y durante dos años. Reemplazará al anterior director de orquesta ruso Alexander Vedernikov, fallecido en octubre. Disfruten de nuevo de su frescura, de su talento y de su alegría de vivir...
Lo he vuelto a hacer...Toda una pedagogía esto de las entrevistas. Siempre se dice que esta será la última, que no se volverá a reincidir. Dos horas para el encuentro, entre viajes, entradas y salidas. No hay tiempo ni para un café. Ni siquiera para un vaso de agua. Máxima productividad y conexión en el mínimo tiempo. Llegar y entrar en ese universo casi onírico de la interrelación con el otro, ese enorme desconocido. Alguien. Y jugar a descubrir los misterios, todos, ese gran territorio poblado y cerebral, de emociones, también animal, del ser humano y sus pasiones. Y los silencios, que también cuentan, relatan. Y los mensajes corporales, encriptados y secretos, por descubrir. Exploran en los caminos del inconsciente, de la complicidad, de las risas compartidas.
El entrevistado, se lleva
la parte del león, porque en cuarenta minutos recibe al siguiente. Para el
entrevistador es diferente. Le queda como indeleble, para siempre, el sello
inconfundible de esa conectividad que lo vincula, por unos pocos minutos
decisivos, eternos, a un individuo que desde entonces, desde ese encuentro, que
Paolo Carignani, director de orquesta,
subraya que debe tomarse como cada función de ópera. No como un estreno, sino
como la última. En esta geografía, también, el “carpe diem”.
Sin embargo, una vez más,
el milagro, el descubrimiento, se han producido. Queda la escritura como
testimonio. Es esto.
A.P.: Cómo se encuentra
con esta producción de la Royal Opera House y la Lyric Opera de Chicago, Usted
que ha dirigido y visto tantas otras “Bohème” en el mundo ?
P.C.: Es muy respetuosa del
ámbito musical y del libreto. Naturalmente no se puede pensar seguir con la
tradición pasada, hacer unas escenas pintadas. Han conseguido la manera de
“leerla” con los ojos de hoy esta historia, por consiguiente no hay cosas escandalosas,
como en París, donde me han contado que hay una “Bohème” ambientada en la luna,
con astronautas. Este es un espectáculo bello, que además me gusta mucho.
A.P.: Joan Matabosch
comentó holgadamente en la rueda de prensa la necesidad de contemplar estas
obras con ojos contemporáneos…
P.C.: Yo he visto muchas
muy renovadas, porque trabajé diez años como director en Frankfurt y entonces
colaboré con directores de escena de todo tipo, pero incluso allí, hay “regias”
bonitas y feas, aparte de la condición temporal en las que se conciben. Hay
directores de escena que trabajan sobre la música, sobre el texto, hay en
cambio “registas” que llegan con el libreto del cd. Uno me dijo una vez en
Manon Lescaut, “pero aquí dice una sola vez “amor”, mientras la música continúa
diciendo “amore, amore, amore””.
A.P.: No entendió nada.
P.C.: Efectivamente, no
había entendido nada.
A.P.: De esto ya se habló
en la rueda de prensa, pero igual ,¿Cuál es la actualidad de Puccini con sus
relatos sobre la enfermedad, la pérdida de los afectos, la juventud…?
P.D.: Son sentimientos
humanos que están presentes siempre en la cotidianidad. Lo maravilloso de
Puccini es que alcanza estos niveles de comprensión y de humanidad, sin
necesariamente llegar a cimas intelectuales. De todas formas, alguno podrá
interpretar esto como una especie de “música hall”, pero la profundidad de la
música es fundamental.
A.P.: Puccini sería un
icono de la “italianiatà”, esta palabra que utiliza y ama tanto el Maestro Riccardo Muti en su biografía de
Giuseppe Verdi. ¿Qué le parece este concepto tan abierto, hablando del Maestro
Puccini?
P.C.: Para mí es difícil
dar una definición de “italianità”, sin embargo. Pero siento sobre todo cuando
estoy en países como Italia, que se refiere a nuestra naturaleza, a nuestro
patrimonio genético, que nos regala esta percepción innata de un cierto gusto
estético, el Arte, la Belleza, la gastronomía…
A.P.: El vino…
P.C.: Claro, pero estas características son inherentes a los
países mediterráneos, España, Israel…
A.P.: También Grecia.
P.C.: También Grecia,
Turquía, están mancomunados en la “italianità”. Tal vez habría que hablar de la
“Mediterraneidad”.
A.P.: Hoy se habla mucho,
de las diferencias en la geografía lírica entre “los países del Norte” y “los
del Sur”. ¿Qué le parece? Creo que esta es la dirección que está tomando la
realidad actual… Pareciera que es en el Norte donde se escogen las grandes
directrices, no solo para la música, el Arte, sino en otros campos.
P.C.: La diferencia
fundamental es que unos viven la lírica, de repertorio, de temporada, de
festivales, no sé cuántos títulos presentan, 7, 8, mientras que en Alemania,
Suiza, Austria, hay espectáculos todas las noches. Allí no existe la idea de
tener un teatro cerrado. Tienen el hábito de ir al teatro todas las noches, una
noche Rigoletto, otra Tannhauser, otra Traviata. Son dos maneras diferentes de
vivir, de concebir la música. Para nosotros ir al teatro es un evento, una
velada especial, hay que vestirse bien, se cena fuera, uno se prepara especialmente.
Allí ir al teatro, es como ver una película en el cine. Algo cotidiano.
A.P.: ¿Cómo debe sonar la
orquesta Pucciniana en la Bohème, los tempi, los colores…las voces, el coro,
las dinámicas…
P.C.: Son melodías en
contrapunto con el escenario, la inspiración se centra sobre un cantante, luego
sobre la orquesta, que vuelve, retoma, son temas asociados a los personajes, el
tema de Rodolfo, por ejemplo o de Marcelo, no se pueden llamar “leitmotiv” a la
wagneriana, pero cada personaje se identifica con su música, y las melodías son
recurrentes, incluso en pequeños detalles.
A.P.: Puccini es
realmente cinematográfico, hay una importancia acentuada sobre los objetos, los
flashbacks…
P.C.: Puccini es muy
detallista en sus obras, escribe exactamente todo lo que quiere, como si fuera
la escenografía para un film, entonces es complicado para un director de
escena, porque inventarse cualquier cosa, que no es pertinente con las
indicaciones, puede llevar a quedarse completamente desnortado.
A.P.: Puccini es de
verdad un compositor” verista” ?
P.C.: No, “verista” es
solamente Il Tabarro, y algunos pasajes de la Tosca, pero el “verismo” es más
un episodio de costumbres, vinculado a un escritor como Giovanni Verga, por
ejemplo.
A.P.: ¿Cómo se siente
dirigiendo en el Teatro Real?
P.C.: Me encuentro muy
bien, está todo bien organizado.
A.P.: Porque es la
primera vez que viene a dirigir en este coliseo.
P.C.: Sí, nunca había
estado. Hay un coro imponente, bajo la dirección del Maestro Máspero, que estuvo conmigo tantos años en Frankfurt. Cuando
era allí director musical, me llevé al Maestro Máspero conmigo, estoy encantado
de tenerlo de nuevo a mi lado. Aparte de un gran profesional, es un amigo muy
querido, nos hemos entendido muy bien, desde el primer ensayo.
A.P.: Si, y además hay
dos “casts” diferentes.
P.C: Realmente muy distintos,
el segundo es muy italiano. El tenor y Marcelo italianos, todos hablan italiano
entre ellos, mientras que el primero es más anglosajón, hablan inglés…Se
percibe que cuando cantan en italiano se
nota el acento, pero, cuando un cantante no italianoparlante llega y vemos que
tiene un acento extraño, no se lo puede mejorar en 20 días de ensayo.
El coach les puede indicar, “cuidado con las
consonantes dobles”, pero tan rápido, cambiar es imposible. Con pocos ensayos
se mejora un 10% como máximo. Esta debe ser una preparación que se haga en la
escuela. Tal vez no deberían cantar en italiano en lugares donde la gente
comprende este idioma. Madrid está muy cerca de Italia, siempre ha habido una
tradición de artistas italianos que cantaron en Barcelona y aquí.
A.P.: En efecto, hay
algunos periodistas que entienden y hablan italiano en Madrid.
P.C: Claro! Hay que ser
valiente para cantar en italiano en el Teatro Real, sin hacerlo muy bien.
A.P.: Esta visión del
“backstage” de la puesta en escena, ¿no distrae la atención del público sobre
la música, las voces…este “teatro dentro del teatro”?.
P.C.: A mí no me molesta
porque tengo que estar pendiente de muchas cosas, pero los espectadores, tal
vez tengan curiosidad por saber qué hay detrás, cuando las personas cantan.
A.P.: ¿No se pierde un
poco la magia teatral?
P.C.: Para mí no, debe
haber un interés por ver qué hay detrás del escenario, cómo se organiza todo,
porque normalmente no se aprecia nada de esto.
A.P.: ¿Cómo se compararía
esta puesta novedosa con las más tradicionales de un Giancarlo del Monaco,
por ejemplo?
P.C.: Las de Del Monaco
de Bohème, no las he visto. Pienso más bien en la de Zeffirelli, como la que hice en el Metropolitan hace dos años.
Eran dos plantas, llenas de cosas. Una ópera como Bohème es de repertorio, si
se hace un montaje feo, es un desastre para un teatro. Creo que los
experimentos deberían hacerse en otras producciones. Tal vez hay un público que
va por primera vez a la ópera y quiere ver una historia…
A.P.: Si no, viene una
vez y no vuelve más! (Risas)
P.C.: Trabajó como
director en muchos teatros, sobre todo en Europa y Estados Unidos. ¿Hay otros
territorios (musicales) que le gustaría explorar?
A.P.: Me encantó también
ir a Japón, donde tienen una preparación musical increíble. Cada espectador allí
ha escuchado al menos diez versiones de la ópera que va a ver y tienen los
mejores teatros del mundo que siempre van a hacer un tour a ese país. Están
realmente acostumbrados a lo mejor, a la calidad. Son muy competentes.
A.P.: Entonces serán
también muy exigentes…
P.C.: Exigentes pero muy
educados y en lo musical, tienen noción suficiente como para juzgar.
A.P.: Está considerando
la posibilidad de actuar en las nuevos e impresionantes salas de los países
árabes, por ejemplo?
P.C.: Seguramente en un
futuro. El Teatro Colón, que me
preguntas es una sala muy famosa y muy bella, se cuenta, pero todavía no he
ido.
A.P.: Cómo se establece
el vínculo entre un director, la escena teatral, los intérpretes, la gestión…?
P.C.: Con los músicos de
la orquesta el responsable de ellos tiene un lenguaje especial, de director,
hablar demasiado con la orquesta no funciona, un ensayo con un director que
está continuamente interrumpiendo… Hoy en día hay un nivel alto en las
orquestas, que a veces hacen un mejor trabajo que los propios directores. No
era el caso hace 50 años. Habría que decir solo aquello que los músicos
consideran que es justo, porque de otra manera, la orquesta no acompaña ya al
director.
A.P.: ¿Podría contar otra
vez el cuentecito de qué hace cada mano, que relató tan bien en la rueda de
prensa?
P.C.: Sí, claro. La mano
derecha es la que tiene la batuta, lleva el control, da una referencia rítmica
a todos.
A.P.: ¿La batuta que le
fabricó su padre?
P.C.: Sí, la batuta de mi
padre. La mano izquierda da las entradas a los cantantes, al coro, indica las
dinámicas, pide cambios, da ánimos, detiene la orquesta. Se trata de un
lenguaje corporal que un director debe tener.
A.P.: ¿Y los ojos?
P.C.: También es
importante un rostro que comunique, un contacto con la mirada con los músicos,
les hace comprender que estás allí, que estás presente.
A.P.: En la entrevista “Adventure in the Italian Opera”, con Fred Plotkin, larga, Usted hablaba
filosóficamente de “ser feliz”, de las endorfinas, y ahora, ¿dónde está? ¿Cómo
está ahora?
P.C.: Pienso que ser
feliz, estar bien con uno mismo creo que es fundamental cuando se trabaja con
la gente, porque entonces los demás también se sienten mejor. Cuando el
director llega de mal humor, todo va igual, de igual humor, por lo que estar
bien con uno mismo en este caso es una obligación profesional.
Cuando se va al teatro
debemos recibir y también dar lo mejor de nosotros mismos. Por esta razón, para
mí, practicar deporte no es solo una forma hedonista de tener buena salud y
condición física. También mejora mi relación con los demás. Por eso me parece
una práctica necesaria, cuidar el bienestar psicofísico, como, en otro ámbito,
profundizar en el estudio de la música. Esto se consigue con deporte, comiendo
chocolate…
A.P.: O enamorándose y
entonces todo se ve más luminoso, pero esto no es tan fácil, desgraciadamente.
P.C.: El deporte de las
tres cosas que mencionamos, es lo más sano y menos problemático.
A.P.: Además viajando
tanto, sobre todo. ¿Usted dónde vive?
P.C.: No lo sé de verdad,
porque estoy siempre de gira por motivos laborales, pero tengo tres lugares
maravillosos: un apartamento en los Alpes suizos, una casa en Las Marcas, en
Italia, cerca de Macerata y desde hace dos años, otro apartamento en Barcelona.
Y cuando estoy libre de compromisos laborales, intento estar en alguno de estos
tres lugares, como si tuviera tres mujeres: debo dedicar un poco de tiempo a
una y también a las otras dos.
A.P.: ¿Hace entonces ski
en los Alpes?
P.C.: No, porque una vez
me caí y me lesioné la espalda.
A.P.: Pero usted es
atlético, tiene una espalda fantástica, porque ya sabe que los directores se
“doblan” con los años… (risas). Hay algunos directores que no hacen ninguna
actividad física.
P.C.: Es un error
importante, porque sabrá que el sonido de la orquesta, cambia con la postura
del director. La actitud corporal correcta es fundamental. A mí por ejemplo, me fascina Zubin Mehta, porque, cuando él llega, hay algo que flota en el ambiente.
Siempre se puede discutir cómo ha interpretado, la dirección, estas son
cuestiones diferentes, pero cuando Mehta sube al podio con esta su “aura”, es
algo maravilloso. Tiene más de 80 años, pero siempre comunica este entusiasmo,
por alguien así merece la pena pagar la entrada.
Pasa lo mismo con Dudamel. Cuando llega, sonriente, es
algo especial. A mí me gustan este tipo de directores, porque si no, escucho un disco en casa. Me
encandilan los directores que me hacen vivir el entusiasmo de la función, es
como ir a ver a Cristiano Ronaldo al Real Madrid…
A.P.: Con sus goles! (Más
risas).
P.C.: Sí, me gustan estos
personajes que me hacen sentir el presente.
A.P.: Resumiendo, el
Maestro Carignani para hacerlo bien con la orquesta es alguien que practica
triatlón…
P.C.: Si, aunque ya no compito,
solo para divertirme. También últimamente, me interesa hacer expediciones en
países lejanos, donde la naturaleza es atrayente. Un proyecto que tengo, dentro
de un año, con un amigo fotógrafo de National Geographic, es cruzar Mongolia
con la mountainbyke en veinte días y dormiré en tiendas o llegar al campamento
básico del K2. Montañas, naturaleza. Es algo que no he vivido antes, porque
siempre estaba estudiando, estudiando, y ahora tengo la necesidad de recuperar
el tiempo perdido que no he podido vivir antes y esto lo podría generalizar
además a la música.
A.P.: Hablamos de comida…
(¡Qué menos con un italiano!)
P.C.: La comida… me
encanta cocinar, naturalmente.
A.P.: Ay, ¡qué pregunta
le he hecho!
P.C.: Últimamente estoy
cansado, porque me gusta cocinar sin sal, todo saludable, y entonces es difícil
ir a un restaurante donde un plato de spaghetti cuesta ocho euros. Si preparo
ese plato en casa, con productos escogidos, no de Barilla, aceite de oliva
virgen, pasta especial, un queso Parmiggiano Reggiano de tres años, la salsa de
tomate la hace mi madre, me cuesta cincuenta. Por lo tanto, en general, en los
restaurantes no se puede comer bien con esos precios. Y además demasiado ajo,
mucho aceite. Me gustan las comidas de calidad. Y esas las hago y las como en
casa.
A.P.: Me he quedado
estupefacta, pero tiene razón, son buenas consideraciones que tendré muy en
cuenta, sobre todo con la gastronomía italiana, que conozco y me gusta
bastante.
¿Cómo es ser milanés?,
porque Milán es mucho Milán…
P.C.: Estoy muy feliz de
ser milanés, porque estudié allí en su conservatorio, en los años en que estaba
Marcello Abbado, hermano de Claudio,
como director del centro, era una de las mejores escuelas de música
italiana y sigue siéndola, quien dice italiana, dice de Europa, y así,
digo del mundo. En aquel conservatorio se formó también Daniele Gatti, compañero de estudios y tantos talentos increíbles.
Era entonces una escuela fantástica, Claudio
Abbado era el director musical en la
Scala, Giorgio Strehler, en el Teatro Piccolo de Milán, estaba Darío Fo, un Milán de ensueño, europea.
Se tenía entonces la sensación como hoy como pasa con Berlín o Londres. Era una
ciudad donde sucedían cosas.
No sé si en la actualidad se
puede seguir pensando lo mismo de Milán, culturalmente hablando, estas
personalidades, ya no existen.
A.P.: A propósito de la
cultura, ¿Y la política, maestro, y la política de la cultura?, porque, siempre
recuerdo en una rueda de prensa, la gran respuesta que me dio el Maestro Muti, en
el Real sobre, la cultura, su preocupación y también su enfado, al respecto.
P.C.: Ahora se hacen
menos representaciones, se paga peor a los artistas, incluso en teatros
importantes, no hay ideas brillantes, lo encuentro muy triste, pero no particularmente en Italia,
porque estoy fuera del país, vivo en otras partes.
A.P.: Tengo la impresión
de que las élites, han recuperado la supremacía y como decía una obra de un famoso
escritor de teatro español, “El villano en su rincón”. Las oportunidades se
quedan en todo, fundamentalmente, para las clases altas, bien colocadas, de
buena estirpe y los ricos.
P.C.: Yo me acuerdo de
Abbado por ejemplo, en aquellos años, cuando estudiaba, llevaba la orquesta a
las fábricas, como la actividad en esa línea de Luigi Nono, Maurizio Pollini.
A.P.: Tenían en cuenta a
los que no podían pagarse una entrada, porque los precios estaban fuera de su
alcance o el tiempo, ocupado trabajando, como para estar pendiente de comprar
las entradas, las localidades fuera de abono y todas estas cuestiones ociosas,
para grupos sociales más acomodados.
P.C.: Ahora hay nuevas
generaciones, queda el Maestro Muti, como tú dices, claro, pero en general, ya
no quedan artistas como aquellos. Debería haber un relevo generacional, pero no
llega y esto es lamentable.
A.P.: Maestro, ¿querría
añadir algo más para los lectores y el público de esta Bohème en Madrid?
P.C.: Ir a ver Bohème en
el periodo navideño, es un espectáculo, es un espectáculo, es un espectáculo.
Ya Madrid en sí, con los mercadillos navideños, parece que estamos en el II
acto de la ópera. El otro día en domingo, los niños querían juguetes, la
chocolatería San Ginés estaba llena. Todos fuera, en la calle…Por lo que disfrutar de Bohème en este inmenso teatro
que es el Madrid de Navidad y las fiestas, produce una emoción extraordinaria.
A.P.: ¿Estuvo también en
los grandes museos de la ciudad?
P.C.: Estuve en el reina
Sofía, porque me apasiona el arte contemporáneo, pero iré a verlos todos.
Cuando empecemos con la ópera, tendré las mañanas libres. He visto Miró, el
Guernica,
A.P.: Hay muchas funciones
.¿Cómo se mantiene el espíritu y la magia del estreno y los primeros días, para
no dejarse caer, adocenarse, luego?
P.C.: Esto es muy
difícil, el no caer en la rutina. Cuando estaba en Frankfurt, donde hacía 30
espectáculos al año, le decía a la orquesta que no debíamos pensar en el
estreno, sino que cada función debía vivirse como la última vez que soñamos
esto.
A.P.: Y después hacemos
la fiesta…
P.C.: Incluso con los
años, ya tengo 56 , tengo esta sensación de que hay que estar como en la
última, porque no se sabe si mañana…
A.P.: “Tempus fugit”, sí…
P.C.: Sí, pero esta sensación
me da el entusiasmo de vivir cada momento.
A.P.: Le voy a plantear
una pregunta un poco rara: ¿qué queda en la música clásica, especialmente la
italiana, de los grandes talentos de la Grecia antigua, de Roma, en tiempos de
la República, del Imperio, todo este fasto, este esplendor, este orgullo, estas
puestas en escenas teatrales de la propia política?
P.C.: Solo hay que ir a ver
A.P.: Caracalla…
P.C.: Exacto, claro, y si
vas a una iglesia, todo es teatral: el incienso, las estatuas, los cuadros.
A.P.: Un espectáculo
digno de los emperadores romanos.
P.C.: Sí o las iglesias
luteranas, donde no hay nada. En nuestra tradición es completamente diferente
al calvinismo. El sentido del espectáculo, de la puesta en escena, también
domina la religión. Los sacerdotes, los cardenales.
A.P.: Quiere decirme algo
especial para mí, que no sepa nadie, una idea, un regalito para la entrevista…
P.C.: Te podría decir que
estoy en un punto de mi vida en donde la música siempre seguirá siendo uno de
los aspectos más importantes para mí, pero no el más importante. Y esta
comprensión de la situación, me servirá para hacer mejor música. En este
momento creo que hay que hacer más cosas, probar.
A.P.: Es una idea
bellísima…Y después de Navidad, ¿planes?
P.C.: esta Navidad vienen
a Madrid mis padres, porque el 25 de diciembre tenemos también función,
entonces ellos, que tienen 83 años, vendrán de Milán. Mi madre, que nunca viajó
en avión…
A.P.: Entonces tienen
fuerza y coraje…como dicen en Italia.
P.C.: Sí, sí, para estar
conmigo hacen lo que sea necesario y eso me hace feliz. Creo que un día no estarán y creo que cuando ya no
esté mi madre, un hombre se puede sentir verdaderamente solo. Sobre todo los
hombres, porque creo que como tales, la seguridad que tenemos en la vida la da
sobre todo la madre. Tenemos la certeza de que la madre siempre estará de
nuestro lado, hagamos lo que hagamos. Si actúo mal, a lo mejor me da un toque
de atención, pero de todas formas, siempre me defenderá.
A.P.: Pero lo suyo podría
definirse como un Edipo clásico freudiano… (Otra vez risas)
P.C.: ¡Ah! Nosotros, los
italianos.
A.P.: ¿Y después de
Bohème?
P.C.: Tengo Carmen en
Sidney, en Japón Aída y en la Scala Ali baba y los 40 ladrones, de Cherubini,
una ópera que no se representa mucho.
A.P.: ¿Siempre repertorio
italiano?
P.C.: Repertorio
italiano, claro, porque yo dirigí Wagner,
Alban Berg cuando estaba en Frankfurt, pero cuando trabajas “free lance”,
estoy contento de dirigir música italiana, después de haber dirigido compositores
alemanes porque, por ejemplo, después de Lulú de Alban Berg, veo Puccini desde
otro punto de vista, no solo por lo pasional, sino también bajo un enfoque
racional, más analítico, instrumental, Efectivamente es clarificador haber
hecho Wozzeck, para a continuación hacer una Bohème mejor.……..
Siempre lo italiano para
los extranjeros, es superficialmente las pasiones, el “fuego”, pero
interpretarlo después de la disciplina del análisis de una partitura dodecafónica,
por ejemplo, aparecen como una clarificación, una transparencia distintas.
A.P.: Usted tiene unas
ideas bastantes peculiares, porque normalmente los músicos y los grandes
intérpretes, no ven las cosas como usted las define…Tampoco tal vez, tampoco
como yo las interpreto…
P.C.: La música debe ser
un instrumento de crecimiento, digamos.
A.P.: De estar en el
mundo, de conectar con la realidad…
P.C.: Y es porque
limitarse a un solo tipo de repertorio no permite desarrollarse, ampliar
horizontes. Hay que explorar, hacer experimentos, aunque se regrese.
Yo soy organista desde el
primer momento, para mí la música antes era
Bach. Es la antítesis del repertorio italiano, claro. Tal como yo lo veo,
si se puede llegar a la conclusión de que existe Dios, yo diría: “Existe Dios
porque existe Bach. La suya no es una mente humana, Bach es capaz de crear esas
estructuras, las emociones, el “design”, la organización, su mente no es
humana. Yo creo en Bach, porque su música es divina.
A.P.: Según Usted y
volviendo al tema del deporte y sobre todo de la natación, nadar, es el líquido
amniótico de la madre.
P.C.: Sí, es retornar al
vientre de la madre…
A.P.: Y dejarse ir…
P.C.: Eso es…
A.P.: Gracias Maestro,
muchas gracias.
P.C.: Gracias a ti.
(Para que el lector no
piense en un despiste, habría que señalar, que el Maestro Carignani fluctúa con
mucha gracia entre el “tú” y el “Usted”…)
Entre el último instante de
la conversación y el que abre la puerta que deja pasar a la organizadora de
esta visita con otra periodista, esta vez gráfica, queda un océano silencioso
de despedida y las alusiones divertidas a Marcel
Proust, que siempre sale a relucir, que siempre aparece en todas partes.
Con dos ministros, ahora con el Maestro Carignani. El escritor siempre está
invitado a la fiesta. “En búsqueda del tiempo perdido”, tengo que retomarlo,
desde Guermantes”, me comenta el Maestro.
A.P.: “Tendrá que
recomenzar desde el principio, es difícil recordarlo todo”, le contesto.
Es alto, es seductor y
sugerente, tiene una presencia apabullante. Todo de negro, sus manos tienen,
como es lógico, una vida propia. Todo ojos, es especialista en captar el clima
y las atmósferas. Como siempre escribo, oceánico.
Alicia Perris
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