Ayer lunes 18 de diciembre, el Ciclo de Lied coproducido por el CNDM y el Teatro de La Zarzuela,
nos ofreció otro recital extraordinario con el barítono Leo Nucci acompañado al piano por James Vaughan. Desde el último en esta sala habían pasado 4
temporadas.
Leonardo Nucci, nacido
en una localidad vecina a Bolonia el 16 de abril de 1942, comenzó sus clases de
canto con Mario Bigazzi y prosiguió con Giuseppe Marchesi en Bolonia durante
los años 1959-68. Siendo todavía alumno de Marchesi ganó el concurso de canto
de Spoleto en 1967. Llegan entonces sus comienzos en la escena, como Fígaro en
El barbero de Sevilla de Rossini. Como solista trabajó más tarde pero antes formó
parte del coro de La Scala de Milán. Siguió estudiando con el maestro Ottoviano
Bizzani en Milán. Ganó en 1973 el Concours de Vercelli, y entonces comenzó su
andadura con el que ha sido su rol estrella a lo largo de las décadas, el Rigoletto
de Verdi.
Debutó en La Scala en 1976 con gran éxito, de nuevo en el
papel de Fígaro. En los años siguientes comenzó una larga lista de
colaboraciones con los más señeros teatros de ópera del mundo, incluyendo la Royal
Opera House, el Covent Garden en Londres (1978), en la ópera Luisa Miller de
Verdi, la Ópera estatal de Viena y el Metropolitan Opera de Nueva York, donde
debutó en 1980 con el papel de Renato en Un baile de máscaras. Se podría decir
que prácticamente ha interpretado sus papeles con los directores de orquesta
más conocidos.
Su repertorio alcanza más de 45 roles, incluyendo la mayor
parte en la cuerda de barítono de Donizetti y Verdi. Sus papeles más destacados
son el de Rigoletto, Fígaro en El barbero de Sevilla, Doctor Malatesta en Don
Pasquale de Donizetti, el conde de Luna en Il Trovatore de Verdi o Iago en
Otello de Verdi. También ha interpretado óperas de Bellini y de compositores
veristas.
Nucci se considera a sí mismo un milagro y muchas veces ha relatado
que no entiende todas esas declaraciones de los cantantes o los especialistas
en canto, que hacen que la ópera se transforme en un insondable arcano.
Hace poco tiempo, un libro titulado Leo Nucci, “un barítono
per caso”, de Achille Mascheroni (Parma, Azzali Editore) describió la vida y
obra de una voz fuera de serie. Es fuerte, de timbre oscuro y gran extensión,
lo que ha determinado que sobre todo destaque en los grandes papeles de Verdi
para barítono. El efecto de sus interpretaciones sobre el escenario se ve
reforzado por una presencia escénica de gigante y una credibilidad
interpretativa que sorprende. Siempre convence, siempre seduce, porque
despliega un halo hipnótico.
JAMES VAUGHAN, piano.
Acompañante la noche del concierto, del Maestro Nucci en su nuevo redescubrimiento
del repertorio italiano, su preferencia para trabajar con cantantes lo llevó a
ser designado como correpetidor vocal en la Wiener Staatsoper y Responsable del
Departamento Musical en la Wiener Kammeroper. Mucho tiempo ha transcurrido,
permitiéndole trabajar regularmente con directores de orquesta y cantantes de
primera fila como Abbado, Mehta,
Harnoncourt, Chung, Pretre y Giulini (directores) y Domingo, Carreras,
Netrebko, Gheorgiu y Kaufmann (cantantes).
Recientemente ha actuado en un documental denominado “The
Temple of Music”, que fue representado en el Teatro de La Scala y proyectado en cines de todo el mundo.
También colaboró en enero de 2016 para el canal de televisión Sky Arte. Y
finalmente, ese mismo año fue premiado en Roma con el Triumph International
Award con Ennio Morricone y el actor
Michele Placido y sigue…
Programa- Canción
italiana
Giuseppe Verdi
(1813-1901): Brindisi (1845)
Francesco Paolo Tosti
(1846-1916)
Malìa (1887)
Donna, vorrei morir (1879)
Non t’amo più (1885)
John Field
(1782-1837) (piano solo): Nocturno nº 4 en la mayor, H 36 (1817), poco adagio
Arturo Buzzi-Peccia
(1854?-1943): Lolita (1892)
Gioachino Rossini
(1792-1868): La danza, op. 23, nº 8 (1835)
Pausa
Giacomo Puccini
(1858-1924)
“Era uguale la voce?… Ah! Vittoria” (1918): (Gianni
Schicchi)
G. Verdi
“Eccomi solo alfine… O vecchio cor” (1844): (I due Foscari)
J. Field
Nocturno nº 18 en mi mayor, “Midi” (piano solo)
G. Verdi
“Alzati!... Eri tu” (1859)
(Un ballo in maschera)
G. Rossini : “Largo
al factotum” (1816). (Il barbiere di
Siviglia)
Nucci es un barítono italiano que ha dedicado gran parte de
sus empeños operísticos al repertorio verdiano como dijimos antes y que, a
pesar de su trayectoria (queda poco estiloso decir “de su edad”), conserva la
frescura en su contacto con el público y la pasión por el canto. Los presentes
en el Teatro de La Zarzuela, le
dieron anoche un aprobado con muy buena nota por anticipado, porque se le
habían rendido sin condiciones, antes incluso de que comenzara la velada.
Nucci efectivamente conserva unos agudos sorprendentes y el
fiato, para conseguir el cual, según él, “solo hay que respirar”. Su
instrumento tiene prestancia, con una bonita línea de canto, y esa “italianità”
que solo pueden exhibir y transmitir los italianos cuando cantan las obras de
sus compatriotas. Helàs! Son únicos y le sacan lustre al idioma de Dante, como
nadie, claro.
En sus comienzos, fue un barítono muy lírico y dotado de un
timbre brillante, con una capacidad vocal muy extensa. Posee una habilidad
especial para escalar los agudos y una teatralidad que asombra, su instrumento
se ha hecho más oscuro, con un talento de prestidigitador para proyectar la voz y jugar
de una manera preciosista con sus recursos, a fin de sortear catarros,
sequedades del ambiente como el de Madrid, o fatiga. Incluso la que
inevitablemente produce un concierto como este, con desafíos artísticos para
valientes.
La primera parte estuvo dedicada a la canción, para entrar
de lleno después de la pausa, en las profundidades de partes como las de Verdi
de Un ballo in maschera o de I due Foscari, acompañados por el “Vittoria”, del
Gianni Schicchi de Puccini o el inefable y juguetón pasaje- largo- de la
descripción que el Figaro del primigenio y revolucionario texto de
Beaumarchais, hace de sus inagotables e imaginativas habilidades. En esta obra
literaria francesa que dio nacimiento a los personajes operísticos, se rastrea
y se huelen ya los aromas cargados de crítica social y de la revolución.
Así, del belcanto al aguardentoso vocalmente maestro de
Busseto, pasó por el territorio a veces bufo de Puccini, donde sin embargo,
siempre acecha alguna forma de
nostalgia, algún inenarrable sentimiento de pérdida.
Las propinas ya estaban incluidas realmente en el programa y
fueron densas, exigidas y agotadoras: narró la muerte de Rodrigo, el Marqués de
Posa, en el Don Carlo, a mitad de camino entre ese enamoramiento y esa tristeza
del amigo moribundo ante su desaparición definitiva y la fiereza y el desafío,
luego aplacados, del Rigoletto de “Cortigiani”, que acaba de descubrir la honra
mancillada de su hija.
El tercer “encore”, no estuvo tan brillante, pero Nucci
recuperó terreno y redondeó finalmente su programa con la “Mamma” (no podíade
otra forma, es el amor incondicional de todo italiano que se precie !),
rindiendo repetido homenaje a una señora presente en la sala, mientras instaba
al público a acompañarlo en el estribillo.
Hubo deseos de buenas fiestas de Navidad y Año Nuevo para todos, por parte del
cantante y de su extraordinario acompañante y pianista, James Vaughan, lleno de
guiños y de complicidades hacia el maestro, durante toda la función. La
ejecución pianística de Vaughan fue
cuidada, muy musical y destacó por su buen gusto al recrear los climas y las
temperaturas de los dos Nocturnos de John Field.
Nucci, el inmortal, el constante, el imbatible, había
aparecido en el escenario al comienzo del su recital, con objetos de escena más propios de un
ilusionista como atrezzo, con los que jugó durante toda la velada, a pesar de
la seriedad intencionada del frac que lucieron los intérpretes. Metáfora
conseguida, porque sin lugar a dudas lo es (eso, un mago).
El maestro boloñés podría haber hecho un bis con su anterior “Largo al factotum” (1816), porque parece en verdad el alter ego de Figaro:
“Pronto prontissimo son come il fulmine:
Sono il factotum della città.
Ah, bravo Figaro! Bravo, bravissimo:
A te fortuna non mancherà”.
A la prossima, Maestro
Alicia Perris
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