LUIS MIGUEL FUENTES
"Ha sido dado por muerto dos veces y es, de nuevo, el
renacido", decía Ana Pastor sobre Pedro Sánchez en La Sexta. Gobernar en
España, por lo visto, es una cosa gótica, un trueno en mitad de una página de
Poe, o mejor un campanazo en una noche donjuanesca de muertos, guapos y
estatuas de tunos cadavéricos. Rajoy gobernaba haciéndose el muerto, llevaba su
luto por dentro y por fuera, de pellejo y de velo, como el luto de pueblo.
Lo
mataban Cataluña y Rivera, pero renacía y sacaba los presupuestos y tiraba a
cualquiera de la tribuna del Congreso como desde una escalera de mosqueteros.
Sánchez moría en cada votación, en cada encuesta, en cada beso de manzanilla de
Susana, pero luego se hizo con el partido y acaba de matar a Rajoy con un crujido
de madera contra madera, de estaca clavándose en un leño o en una cuaderna.
Parece que sólo podía quedar un muerto.Esta moción de censura, o la España que
queda tras ella, es la danza macabra de violines desenterrados o muertos
descordados de Saint-Saëns, la de los códices medievales pintados o tocados
sobre hueso. Bailan los muertos, el PSOE más pelado de la historia, los
podemitas en crisis de valores y de encuestas, los separatistas acosados por la
ley, la izquierda peleada por sus barbas, e incluso los posetarras vestidos de
sus propios muertos como los caníbales. "Sí se puede", coreaban los
de Podemos tras la votación de la moción. "Sí se puede desde la izquierda
común", aclaraba Ferreras en su programa. "Es el alumbramiento de una
nueva idea de España", decía Javier Aroca, ese tertuliano koala de la
izquierda agarrado resbaladizamente a sus grifos de saliva y oro. Sí, Pedro los
ha puesto a bailar a todos. Hasta Rajoy parecía disfrutar de su fiesta de
muerto. Durante el debate, estuvo masticando en su escaño algo que pensé que
eran nueces del día de los difuntos, como pequeñas calaveras de ardilla. Pero
David Gistau me aclaró que eran caramelos. Los caramelos dan una muerte más
dulce y virgen, de monaguillo atragantado de Espíritu Santo. Rajoy hasta siguió
bailando luego en un restaurante de cocidos, durante horas, en vez de dimitir,
en vez de parar la fiesta de los muertos. Habrá que bailar. La luna apenas
acaba de salir por un horizonte como de mandíbulas de pueblos y lobos.
http://www.elmundo.es/opinion/2018/06/02/5b115bbee2704e48538b465b.html
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