Il corsaro, ópera en
3 actos de Giuseppe Verdi. 8 de abril 2018
Lugar de estreno, Teatro Grande, el 25 de octubre de 1848, hoy
Teatro Verdi de Trieste (Italia)
REPARTO
Corrado, Michael Fabiano
Medora, Kristina Mkhitaryan
Gulnara, Oksana Dyka
Seid, Vito Priante
Giovanni, Evgeny Stavinsky
Selimo, Ignacio Giner **
Un eunuco, Antonio Gómez **
Un esclavo, Jesús Rita **
** Coro de la Generalitat Valenciana
Dirección musical, Fabio Biondi
Dirección de escena, Nicola Raab
Escenografía y vestuario, George Souglides
Coreógrafo de lucha y rodaje, Ran Arthur Braun
Iluminador, David Debrinay
Nueva producción del Palau de les Arts, Opéra de Monte-Carlo
Coro de la Generalitat, Francesc Perales, director
El corsario (Il corsaro en idioma italiano) es una ópera en tres
actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Francesco Maria
Piave, otra leyenda de la lírica, basado en el poema The Corsair de Lord Byron.
El genio de Busseto expresó interés por el poema del mítico
escritor y contestatario poeta inglés (probablemente entre los más
atrabiliarios y rompedores del siglo XIX, junto con Oscar Wilde) The Corsair,
ya en el año 1844. Pero pasaron varios años antes de que llegase a componer la
ópera.
Y Byron representaba los destellos de la fogosidad de la juventud,
la heroicidad y el derroche de genio, literario y vital, puesto también al
servicio de la causa griega en contra del avasallamiento histórico del imperio
otomano. De hecho, murió luchando contra los musulmanes turcos, pero no en
combate, sino de fiebres, en Misolonghi, su amada tierra helena.
Verdi, por su parte, se encontró en medio de una lucha entre dos
editores que se peleaban por su obra. Il Corsaro fue escrita para el editor que
perdió esa batalla — al menos a los ojos del compositor — y el compositor puede
haber estado ansioso de concluirla pero cuando acabó la partitura en 1848, y la
entregó al editor, aparentemente no tenía idea de cuándo o dónde se
escenificaría.
Cuando se estrenó en el Teatro Grande (hoy el Teatro Verdi de
Trieste, como se dijo antes) el compositor no asistió a la “première” y de
hecho la ópera fue mal recibida, algo insólito en Verdi. Así, pronto cayó en el
olvido y rara vez se representa en la actualidad. Sin embargo, se trata de una
partitura deliciosa, fácil, que cuenta con todos las grandes apuestas musicales
del panorama verdiano: las ideas de libertad, la patria, la vendetta, la mujer
como símbolo de deseo, enamoramiento y tristeza, encarnada siempre en paradigmas de debilidad y falta de
autonomía, pero encantadora. Y la nada desdeñable lucha contra el “infiel”
musulmán, tan de actualidad en el presente. Premonitaria. Al final la Humanidad
no avanza tanto como parece y lo que es peor aún, a menudo retrocede a épocas
supuestamente superadas y mucho.
En lo vocal y musical, gran despliegue de la orquesta, con
importantes sonoridades, exigencia de tercetos, cuartetos o incluso quintetos
potentes para defender las producciones y un coro que subraya la obra y está
presente con fuerza y holgura (a veces más, otras menos) en toda su trayectoria
operística. Y esa musicalidad siempre presente, siempre arrebatadora. Lo que el
Maestro Riccardo Muti, un especialista de su arte, define como “l´italianità”
de Verdi.
“En la mente del
poeta
En 1814 se publicó The Corsair, de Lord Byron, y, ya en su primer
día, vendió 10.000 copias, un éxito sin precedentes para un poema. La obra está
remotamente relacionada con los viajes del propio Byron por Grecia, aunque
retrata con fuerza el mundo interior del autor y algunos de sus conceptos
políticos. Verdi se sintió inmediatamente atraído por su fuerza romántica y
emotiva y le pidió a Francesco Maria Piave que lo recreara en libreto.
Corrado, el corsario, está en lucha contra la humanidad, para
liberar a los oprimidos, y sufre por la tarea que él mismo se impone ya que
conlleva la guerra, la muerte y la destrucción para él y, también, para los
suyos.
La ópera resultante es sumamente condensada y concisa, algo menos
de dos horas de música, en las que se tiene la sensación de ser testigo de los
acontecimientos en tiempo real, a pesar de los cambios de ubicación desde la
isla del corsario hasta una ciudad de Grecia dominada por los turcos. El nexo
entre el personaje principal y el creador de la historia resulta palpable, lo
que nos ha llevado a tomar la decisión de convertir en una vivencia interior la
mayor parte de la trama. Todas las acciones externas se presentan como
recuerdos o imaginaciones, bien en forma de reminiscencias del poeta sobre sus
escritos casi concluidos, o bien en la creación activa de situaciones y
personajes que van de su cabeza al papel. Finalmente, se imbuye en su propia
historia y se pierde en ella. En conclusión, se podría decir que hemos asistido
a las dos últimas horas -lo que dura esta ópera- de la vida del poeta. Vemos y
comprendemos la belleza destructiva del proceso de creación, los peligros de
adentrarse en el mundo de la propia mente, negándose a salir ya de ella”.
Nicola Raab,
dirección de escena
Con una excelente actuación del coro y la orquesta de la Comunidad
Valencia, el peso recae en los cantantes y en la propia dirección de escena,
vestuario e iluminación.
Batuta que no desmaya la de Fabio Biondi, atento a las exigencias
de una obra que no tiene interrupciones y se va desarrollando como una madeja
con pocos respiros para los cantantes, los músicos y él mismo.
Francesc Perales, director del coro, le saca partido a sus
intervenciones y no hubieran sobrado algunas más, pero así lo decidió la intuición
verdiana, que dio a algunos personajes, un peso decisivo en la ópera. Es el
caso del rol de Gulnara que defiende la soprano ucraniana (1978) Oksana Dyka.
Tiene una voz potente, aunque por momentos de desigual ejecución, bastante más
oscura que la de la enamorada de Corrado, Medora, un instrumento más ligero.
Dyka goza de una presencia imponente en escena, como requiere su papel de ama
del harén y primera señora en el corazón del sultán otomano, un valiente y muy
seguro vocal y teatralmente Vito Priante como Selid.
Acompañan a los protagonistas con soltura y facilidad las voces y
la presencia de Evgeny Stavinsky como Giovanni, Ignacio Giner como Selimo, el
eunuco de Antonio Gómez y el esclavo de Jesús Rita, los tres últimos
pertenecientes al Coro de la Generalitat Valenciana.
Por último, pero muy importante, la figura del sentimental Corrado,
en la voz de Michael Fabiano, tenor lírico de origen italiano nacido en Nueva
Jersey, que estudió con George Shirley. A pesar de su constante deambular en la
escena, consigue una emisión fresca, agradable, con una técnica ajustada y
solvente.
Nada dispendiosa en recursos aunque florida, llena de perfumes
orientalistas, recorriendo evocaciones de pintores franceses rendidos a la
magia de Oriente, la puesta en escena con sus cuadros en vídeo, los telones,
las sedas y las transparencias y la movilidad que consigue, a mitad de camino
entre el Tintín de Hergé y todo un patrimonio visual imaginativo, conocido pero
envolvente y gracioso, arropado por la iluminación apropiada de David Debrinay,
la coreografía exigente de Ran Arthur Braun y la escenografía con un vestuario
aéreo y fantasioso de George Souglides.
EL Palau de les Arts es una sala con un peso específico claro en la
escena lírica española, aunque a veces inmersa en situaciones de cambios de
mando y de puntos de partida y llegada, donde recalan a menudo personajes como
Plácido Domingo y se llevan a cabo producciones y proyectos bien concebidos,
alejados de las convenciones de otros teatros de ópera europeos, más continuistas,
o más clásicos, que repiten, sin arriesgarse el repertorio más conocido y
probado. La climatología es amable y tiene el mar Mediterráneo, el Mare
Nostrum.
Al público de esa noche de Il Corsaro, que coincidió con la
retransmisión libre y gratuita de la velada por Operavision, le gustó la
propuesta y aplaudió bastante, pero podría haber sido aún más generoso y
encendido, más fogoso, como un Verdi, un Byron, y por qué no, viajando hacia lo
literario, un Corsaro, una Medora, una Gulnara. La próxima vez podría ser…
Alicia Perris
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