ANDREA AGUILAR
Mucho antes de que el
iconoclasta Hunter S. Thompson popularizara en 1970 un estilo periodístico
conocido como gonzo en el que se metía a fondo en las historias y era parte
integral de sus reportajes, una señorita nacida en Filadelfia en el siglo XIX
se convirtió contra todo pronóstico en una rutilante estrella mediática
entrando de cabeza en los titulares de sus artículos. Bajo el pseudónimo Nellie
Bly, Elizabeth Jane Cochran (1864-1922) se hizo pasar por loca para adentrarse
en el hospital psiquiátrico de mujeres de Nueva York; desafió las convenciones
de la época y emprendió un viaje alrededor del mundo como el personaje de Julio
Verne Phileas Fogg; y simuló ser una obrera en una fábrica de cajas para
denunciar la situación en la que subsistían “los esclavos blancos”. Bly rechazó
quedar confinada en el llamado gueto rosa, —los artículos sobre cocina,
jardinería y moda—, conquistó a miles de lectores y demostró que el periodismo
intrépido no era un coto exclusivamente masculino. La vuelta al mundo en 72 días
y otros escritos (Capitán Swing) reúne por primera vez en castellano una docena
de los reportajes con notas de Jean Marie Lutes, y traducción de Silvia Moreno
Parrado.
Resulta algo irónico que la
trayectoria de esta reportera que hizo de sí misma una noticia, empezara con
una carta firmada como “Huerfanita solitaria”. En 1885, Cochran escribía en
respuesta a un artículo de un conocido columnista del Pittsburg Dispatch: “Si
las chicas fuesen chicos, bien pronto se diría: ‘Que empiecen por donde
quieran; si tienen ambición podrán labrarse un nombre y fortuna’. ¿Cuántos
hombres ricos y notables que empezaron desde lo más abajo podríamos señalar?
¿Pero dónde están las mujeres?”. El director del periódico, sorprendido por
aquella carta, puso un anuncio para que la firmante anónima se identificara y
cuando Cochran apareció la contrató. Había nacido una estrella. A lo largo de
las siguientes tres décadas, la periodista se empeñó en responder las preguntas
que planteaba en aquella carta y cambiar las cosas.
Hija del segundo matrimonio
del dueño de un molino en Pennsylvania, de pequeña la apodaban Pink (rosa) por
la costumbre de su madre de vestirla de un rosa chillón. Su padre murió siendo
ella muy pequeña y su madre volvió a casarse, pero se divorció cuando Bly tenía
14 años. Ella no se casaría hasta los 30, con un rico industrial que le doblaba
la edad, cuando ya era la reportera más famosa de Estados Unidos.
Bly pegó un primer salto
desde la redacción del Pittsburg Dispatch a México. Con su madre, decidió
cruzar la frontera y mandar crónicas como corresponsal. A su regreso, unos
meses después, no tardó en volver a hacer las maletas y marcharse a Nueva York,
donde se abrió paso a codazos hasta llegar al New York World, propiedad de
Joseph Pulitzer. Cuando le preguntaron si le interesaría tratar de infiltrarse
en el manicomio de la ciudad, Nellie no lo dudó. “El reportaje resultante tuvo
tanto éxito que ofrecieron un puesto fijo y así, el periodismo gonzo pasó a ser
su seña de identidad”, escribe Lutes en la introducción de la nueva antología.
“Bly nunca se preocupó demasiado por si molestaba a alguien. Se especializó en
una forma muy personal de recopilar las noticias”.
Cabeza de lanza del
sensacionalismo que multiplicaba las ventas de los periódicos, los reportajes
de Bly no buscaban una verdad objetiva sino narrar de forma directa el
testimonio de quién ha estado ahí, y en ellos asoman prejuicios y
subjetividades que al lector de hoy pueden chocarle. pero sería un error pensar
que su trabajo era una mera exposición, sus historias a menudo trataban de
denunciar injusticias y problemas, y muchas de ellas lograron cambios
legislativos y mejoras.
La periodista Nellie Bly.
La aventura era también
parte de la apuesta. Osada hasta rozar la temeridad, le dieron dos días para
preparar su viaje alrededor del mundo y se embarcó sola. La popularidad que
alcanzó con este reportaje por entregas complicó su tarea de periodista
infiltrada. Probó entonces como escritora de ficción, pero aquello no duró
mucho. Al casarse se apartó un tiempo de las redacciones para ponerse al frente
de las empresas de metalurgia de su esposo, pero regresó de nuevo a la prensa
como reportera desde el frente austriaco en la Gran Guerra, y a su regreso
arrancó una serie de columnas de consejos. Murió de neumonía a los 57 años.
“Esa fuerza femenina de la naturaleza conocida como Nellie Bly sigue estando
envuelta en misterio”, escribe en el prólogo al nuevo libro Maureen Corrigan.
“Parece tan hecha a sí misma como Jay Gatsby, otro gran enigma de la ficción
estadounidense”.
https://elpais.com/cultura/2018/03/19/actualidad/1521475527_526076.html
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