martes, 17 de abril de 2018

VITTORIO STORARO. "CARAVAGGIO ME ENSEÑÓ LO QUE SÉ"


Vittorio Storaro. GETTY

LUIS MARTÍNEZ
El director de fotografía de películas tan emblemáticas como 'Apocalypse now' o 'El último tango en París' acompaña a Carlos Saura en la presentación de su retrospectiva en la Filmoteca Nacional.
Cuenta que de niño se pasaba la vida entera en la cabina de proyeccionista donde trabajaba su padre. Y según acaba la frase, advierte con parsimonia por delante de la pregunta que obviamente toca a continuación: "Sí, como en Cinema paradiso". Y sigue: "De hecho, estaba convencido de que el cine era siempre mudo. Ahí no se escucha nada". Vittorio Storaro, sin embargo, no es ni de lejos mudo. Habla a ritmo sostenido incapaz de ceder un gramo de pasión en ni una sola de sus frases. Para este hombre nacido en Roma en 1940 todo empezó, sin embargo, en un momento muy particular; en un instante que nada tiene que ver ni con sus recuerdos de infancia ni con sus estudios juveniles, ni siquiera con su primera película como profesional (Giovinezza, giovinezza, de 1968). "Un día fui a dar un paseo con mi mujer por el centro de Roma y nos detuvimos en la iglesia de San Luis de los Franceses, al lado de plaza Navona. Recuerdo que había un grupo de personas al fondo que observaban algo. Me acerqué y para mí fue una epifanía. No había visto jamás pinturas de esa fuerza. Especialmente La vocación de San Mateo. Nadie me había hablado jamás de Caravaggio... Quedé en shock. Me sentí un ignorante porque hasta ese momento no tenía ni idea del sentido mismo del arte. Me esforcé en recuperar todo lo que nadie me había enseñado leyendo libros, escuchando música... Caravaggio me lo enseñó todo", dice, se toma un segundo y concluye tajante: "Las escuelas sólo enseñan la técnica, pero lo que importa es lo otro".El que habla, para situarnos, atesora tres premios Oscar y gracias a su trabajo de cinematógrafo (odia la denominación de director de fotografía) han llegado a nosotros películas como Apocalypse now, Último tango en París o Novecento. Buena parte del trabajo de Bertolucci, Coppola o Woody Allen sería incomprensible sin él. Ahora llega a Madrid para acompañar a su amigo Carlos Saura en la retrospectiva que ofrece la Filmoteca Nacional y con el que empezó a colaborar hace ya 25 años."Con Saura", recuerda, "me encontré en Tokio y me contó la idea de rodar una película sobre el flamenco. Su idea era hacer un recorrido abstracto, nada realista. Me enseñó unas páginas que había dibujado. Me dijo que no quería contar una historia sino que quería explicar el flamenco a través del movimiento... y de la luz". Lo que sigue es una historia que se prolonga por buena parte del cine musical del aragonés y por trabajos tan iluminados como Goya en Burdeos. Y aquí otro pintor. "En este caso", continúa, "se trataba de explorar en la dualidad de un pintor que era a la vez un artista de la corte y un completo heterodoxo. La idea era exhibir esa visión doble de la realidad y de la fantasía... Toda la materia tenía que convertirse en energía, porque, si hacemos caso a Einstein, no somos más que eso, energía. En este sentido, el viaje de la vida no es hacia la oscuridad sino hacia la luz. La película, de hecho, acaba con una blanca nevada eterna".Cuenta que en cada uno de sus trabajos hay un trozo de su vida. Y a poco que se le insista, no duda en recorrer su filmografía con una precisión cerca del milagro. De Bertolucci rememora el enfebrecido ambiente que se respiraba en el rodaje de El conformista. Quizá la película donde empezó todo. O casi. "Se me viene también a la cabeza Último tango porque representó el encuentro con Marlon Brando. Se sentía la creatividad sin un mínimo de presunción increíble. Su éxito hizo que una cinta pensada para la televisión como Novecento acabara convertida en algo épico. Fue la realización de un sueño y nos contagiamos de ese sueño. Hicimos una película en la que cada estación se asociaba a cada una de las etapas de la vida...". Storaro habla, recita incluso y la historia reciente del cine, o buena parte de ella, discurre por la conversación como si se tratara de simplemente un sueño. Sin pausa. "Cuando Coppola vio El conformista, se enamoró de la fotografía y preguntó por mí. Yo no sabía nada de Vietnam. Lo primero que me dijo Francis es que no se trataba de una película de guerra sino de un relato sobre el sentido de la civilización... Recuerdo que a Brando no le gustaba memorizar los textos. Improvisaba continuamente. Su personaje es como un puzzle que se muestra poco a poco... En la escena definitiva, le marqué una especie de frontera. De un lado la oscuridad y, de repente, aparece... Caravaggio lo habría hecho también así". Lo dicho, sin un respiro, con el aliento suspendido de cada frase.- ¿Cree que el digital acabará con una forma de entender el mundo?- En absoluto. El ser humano ha tenido la necesidad de expresarse con imágenes desde siempre. Lo ha hecho en las cuevas, en los mosaicos, ha pintado sobre madera, luego sobre tela... ha inventado la fotografía, el cine... Ahora estamos en el digital. Sólo ha cambiado la materia, no la idea. Durante mucho tiempo me negué a trabajar con digital porque no daba la calidad suficiente, pero ya sí la da. No podemos frenar el progreso. Encuentro absurdo ese rechazo nostálgico a lo nuevo. Si uno cree que con el celuloide ve tonalidades que no ve en digital, allá él.De otro modo, Storaro empeñado en tapar la boca a Christopher Nolan, Quentin Tarantino, Paul Thomas Anderson... Se detiene y puntualiza: "El problema es que ahora da la impresión que todas las películas son iguales porque el digital lo filma todo. Ahí está el error. Lo importante es el estilo, el uso de la luz. Luego está el problema de que el digital no se conserva con el tiempo. Y eso es algo de lo que tienen que tomar conciencia las filmotecas.Siguiente polémica: tanto Bertolucci como Allen se han visto últimamente en el centro de todas las dianas. El primero por supuestos abusos durante el rodaje de las escenas de sexo de Último tango, el segundo por los supuestos también abusos a su hija menor. Y llegados a este punto, Storaro alza la voz dos octavas y reclama su derecho a réplica. "Él nunca me ha dicho nada", habla primero del neoyorquino. "Creo que todo es absurdo. Tuvo dos procesos y en los dos fue declarado inocente. Lo que me duele es que han detenido la distribución de sus películas y A rainy day in New York, pendiente de estreno, no se sabe si se verá. Eso sí es un acto de violencia. Además, ahora no puede seguir trabajando. Esto sí son abusos. Daños materiales y morales", concluye airado.-¿Y Bertolucci?-En este caso sí estaba. Tengo pruebas. Yo soy la prueba. Nadie abusó de nadie. La escena estaba perfectamente escrita, leída y así se rodó. No se cambió nada. Brando no ha penetrado jamás a Maria. No hubo ni violencia ni abuso de ningún tipo... ¿Hace falta explicar que el cine no es verdad?Y ahí, de momento, lo deja. Probablemente siga en la Filmoteca en Madrid. Una vez creyó que el cine era mudo. Ya no. Queda claro.

http://www.elmundo.es/cultura/cine/2018/04/17/5ad5afaee2704e7e6b8b47a5.html

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