ANA MERINO
El abandono de animales es una realidad vergonzosa.
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En la mirada de los perros parece como si se condensara un ruego:
no me abandones, no te olvides de mí, dependo de ti, te adoro sobre todas las
cosas porque eres el amo de mi pequeño mundo. Creemos que las personas que
asumen la responsabilidad de tener una mascota entienden ese mensaje que
esconde la mirada de los animales de compañía. Esos seres que alegran la vida
de miles de personas no se merecen que los abandonen, que los saquen de la que
creían su casa y los dejen tirados en alejados y peligrosos caminos. El animal
de compañía no entiende nada, pensaba que era parte de la familia que lo
adoptó, no hizo ningún mal y daba afecto a raudales.
Hay gente cruel y ruin capaz de abandonar a su suerte a sus
mascotas. Lo hacen con una indiferencia que asusta. Cometen un delito sin
remordimiento. Abren, por ejemplo, la puerta del coche y le hacen creer a su
mascota que van a dar un paseo. El perro sale feliz y confiado, y los dueños
arrancan y aceleran. La escena lleva décadas dibujando el mapa de las carreteras
españolas. El abandono de animales es una realidad vergonzosa.
En mi familia nos pasamos la vida recogiendo y cuidando animales
abandonados. Colocando camadas de perros y gatos que aparecen en el monte y
necesitan dueño. Ya desde mi niñez, cuando oíamos llorar a lo lejos a crías de
perro desvalidas y hambrientas, nos daban mucha pena y salíamos a buscarlas.
Una vez recogimos a siete cachorros de una camada abandonada, otra vez, a
cuatro. En aquella época no había Internet y lo que funcionaba era el boca a oreja
para buscarles familias. Mi madre no paró hasta dejarlos a todos en buenas
manos. Luego aparecieron los gatos. Crías de gatas abandonadas que lográbamos
recoger y domesticar. En una ocasión mandamos cuatro a Suiza con pasaporte y
chip porque allí los querían adoptar cuatro familias helvéticas. Esta vez han
sido mi hermana y mi cuñado los que se han apiadado de una camada de cinco
gatos que han desparasitado y se han traído desde Almería. En un viaje anterior
encontraron otro debajo de un coche que también recogieron. Ahora pasarán todo
el mes de agosto buscando gente comprometida que quiera adoptar uno.
Las protectoras y los refugios están saturados, el panorama es
desolador por culpa de esas almas desaprensivas que abandonan a sus mascotas.
Afortunadamente, personas como mi hermana, mi cuñado o mis padres, que
encuentran animales desvalidos, los cuidan y crean redes para buscar familias
que los adopten y los quieran, también ayudan a contrarrestar la maldad
delictiva de los maltratadores de mascotas.
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