Es sorprendente que un escritor, premiado, condecorado con gestión pública español, profusamente publicado y reconocido, escriba un artículo como éste y se lo publique alguien.
Siempre le enseñe a mi hija que, "hay cosas que se pueden pensar, pero no se pueden decir...".
Insolidario, injusto, zafio, como si quien empuña la pluma como una escopeta de cañones recortados y dispara con ella, pero no tiene valor de pasar al acto físico.
Además, se ampara en el prestigio, este sí más cosmopolita del Nobel V.S.Naipaul, para retomar las diatribas contra Argentina, un país, que, a pesar de lo que él piense y escriba, alguna vez existió, existe y con grandeza. Como para que los Hijos de Perón (perdone, pero el presidente nunca tuvo "hijos" de ningún tipo y no hay que generalizar, además), le enviaran grano y provisiones a una España que comía mondas de patatas durante y después de su Guerra Civil. Y que todavía cojea de muchas incompetencias y desgarros entre sus propios pueblos y comunidades, a veces, llegando a la ferocidad.
Hasta donde se sabe, una lucha civil es una contienda "caníbal", como al escritor le gusta definir a los argentinos, que tienen solo 200 años de historia (mientras que España lleva mucho más y no siempre exultante, desde que la abandonaron los Romanos).
Puede que los argentinos no siempre lleguen a acuerdos razonables para su país, pero España hizo lo propio y fue mucho peor, porque exportó el modelo a todo un continente y más (a la antigua Flandes, por ejemplo, a Filipinas, a Guinea Ecuatorial).
Del patrón de conducta español vienen en gran parte las equivocaciones políticas, sociales y antropológicas de los argentinos. Probablemente el canibalismo se herede y resulte difícil corregirlo.
Espero que a El País, que rebeló este dislate protoliterario, informativo o lo que sea esto, le lluevan las críticas en las cartas a la directora, y que las publiquen, de verdad, para enjuagar esta vergüenza, escrita por un famoso escritor de una nación que todavía tiene enterrado a un golpista dictador en El Valle de los Caídos y al poeta Federico García lorca, desaparecido en una cuneta.
Alicia Perris
FÉLIX DE AZÚA
Siempre le enseñe a mi hija que, "hay cosas que se pueden pensar, pero no se pueden decir...".
Insolidario, injusto, zafio, como si quien empuña la pluma como una escopeta de cañones recortados y dispara con ella, pero no tiene valor de pasar al acto físico.
Además, se ampara en el prestigio, este sí más cosmopolita del Nobel V.S.Naipaul, para retomar las diatribas contra Argentina, un país, que, a pesar de lo que él piense y escriba, alguna vez existió, existe y con grandeza. Como para que los Hijos de Perón (perdone, pero el presidente nunca tuvo "hijos" de ningún tipo y no hay que generalizar, además), le enviaran grano y provisiones a una España que comía mondas de patatas durante y después de su Guerra Civil. Y que todavía cojea de muchas incompetencias y desgarros entre sus propios pueblos y comunidades, a veces, llegando a la ferocidad.
Hasta donde se sabe, una lucha civil es una contienda "caníbal", como al escritor le gusta definir a los argentinos, que tienen solo 200 años de historia (mientras que España lleva mucho más y no siempre exultante, desde que la abandonaron los Romanos).
Puede que los argentinos no siempre lleguen a acuerdos razonables para su país, pero España hizo lo propio y fue mucho peor, porque exportó el modelo a todo un continente y más (a la antigua Flandes, por ejemplo, a Filipinas, a Guinea Ecuatorial).
Del patrón de conducta español vienen en gran parte las equivocaciones políticas, sociales y antropológicas de los argentinos. Probablemente el canibalismo se herede y resulte difícil corregirlo.
Espero que a El País, que rebeló este dislate protoliterario, informativo o lo que sea esto, le lluevan las críticas en las cartas a la directora, y que las publiquen, de verdad, para enjuagar esta vergüenza, escrita por un famoso escritor de una nación que todavía tiene enterrado a un golpista dictador en El Valle de los Caídos y al poeta Federico García lorca, desaparecido en una cuneta.
Alicia Perris
FÉLIX DE AZÚA
Cruce de calles en el
centro de Buenos Aires. MARCOS BRINDICCI REUTERS
Fuera bueno en estas
vacaciones emplear el ocio para mejorar el negocio. Hay libros que ayudan a
elegir ese camino de espinas.
El primer premio Nobel del
siglo XXI tiene dos nombres, el más común es el de V. S. Naipaul, pero sus
aduladores le llaman sir Vidia porque, nacido en isla Trinidad, nunca olvida
que es un producto colonial. A un ufano García Márquez que quiso compartir el
orgullo de dos caribeños con el Nobel le respondió sir Vidia: “No, García, se
equivoca, yo soy un súbdito de Su Majestad”.
Sir Vidia habla un español
perfecto. Vivió años en Argentina y sobre ese país ha escrito páginas
memorables. Siempre quiso ser el Diablo Cojuelo de las naciones fatuas. Ha
levantado techos africanos, hindúes, latinoamericanos o yanquis con una agudeza
despiadada. Acaba de publicarse un gran conjunto de reportajes bajo el título
de El escritor y el mundo (Debate), donde Naipaul despelleja tres continentes.
Su especialidad son las naciones fracasadas, como es el caso de Argentina, a la
que dedica más de cien páginas en las que no sobra una coma. Esa nación
inexistente donde pelean tenazmente los argentinos por ver si al fin se la
quedan unos, matan a los otros, y comienzan a levantar un país que hasta ahora
solo ha servido para asesinarse mutuamente.
Supongo que esta historia
les suena. Vamos por el camino de Argentina y si alguien no lo remedia pronto
seremos tan caníbales como los hijos de Perón. Razón por la cual les decía al
comienzo que hay lecturas capaces de mejorar nuestro juicio acerca de nosotros
mismos. A la vista del fracaso de Argentina para ser un país habitable, quizás
nos percatemos de que las simplezas ideológicas y la guerra al talento, al
trabajo, a la tenacidad, nos pueden convertir en una parodia del Cono Sur.
https://elpais.com/elpais/2018/07/23/opinion/1532335751_181883.html
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