por Alejandra Villasmil
En medio de la fuerte ola
de conservadurismo en Brasil, que ha dado con la censura a eventos culturales
con contenido sexual o de género, el Museu de Arte de São Paulo (MASP) acoge
por estos días la exposición Historias de la sexualidad, un panorama amplio y
diverso sobre las representaciones de la sexualidad a lo largo de la historia,
a través de 300 obras provenientes tanto del acervo del MASP como de
colecciones brasileñas e internacionales.
La muestra abrió no exenta
de polémica: por incluir obras que presentan violencia, sexo explícito y
lenguaje inapropiado, el acceso de menores de edad no está permitido, incluso
con autorización o acompañamiento de sus padres o representantes. Se trataría,
así, de una suerte de “autocensura” del propio museo que, en el actual clima de
amenaza conservadora, fue llevado a acogerse a los criterios sugeridos por la
Guía Práctica de Clasificación Indicativa del Ministerio de Justicia. Es la
primera vez que el museo adopta esta restricción en 70 años de funcionamiento.
Varios hechos recientes en
Brasil preceden este episodio del MASP. A mediados de septiembre pasado, la
exposición Queermuseu, en el Centro Cultural de Santander de Porto Alegre, fue
clausurada luego de que el ultra-conservador Movimiento Brasil Libre (MBL) la
calificara de fomentar “la blasfemia, la pedofilia y la zoofilia”; días
después, una obra de teatro en la que Jesucristo era representado como una
transexual fue prohibida por orden judicial; hace poco, el performance La bête,
presentada por el artista Wagner Schwartz en la apertura del 35º Panorama de
Arte Brasileño, en el Museo de Arte Moderno (MAM) de São Paulo, fue blanco de
protestas, que culminaron en agresiones físicas a funcionarios del museo y
amenazas anónimas -hechas por teléfono- de daños al acervo de la institución
(esta controversia está ligada a la circulación de un video en el que una niña
de cuatro años se muestra tocando la pierna del artista, desnudo y acostado en
el suelo, durante el performance); y hace unos días, durante una visita a São
Paulo para dictar una conferencia, Judith Butler, filósofa post-estructuralista
que ha realizado importantes aportes en el campo del feminismo y la teoría
Queer, fue víctima de la intolerancia de la derecha brasileña, que no solo la
acusó de promover una “ideología nefasta”, sino que además lanzó una campaña de
recolección de firmas en internet para cancelar su presentación.
“No estamos viendo
episodios aislados; es parte del clima político que se está construyendo y que
entró en el campo de las artes, que siempre fue ese lugar autónomo, de
provocación, de lo incómodo”, dijo a la AFP Ivana Bentes, curadora y ex
viceministra de Cultura durante la presidencia de Dilma Rousseff…………….
NO HAY VERDADES ABSOLUTAS O
DEFINITIVAS
Los trabajos reunidos en
Historias de la sexualidad, de diferentes formatos, períodos y territorios,
componen historias verdaderamente múltiples, que desafían jerarquías y
fronteras entre tipologías y categorías de objetos de la historia del arte más
convencional: del arte precolombino al arte moderno, del llamado arte popular
al arte contemporáneo, del arte sacro al arte conceptual. Hay arte africano,
asiático, europeo y americano; pinturas, dibujos, esculturas, fotografías,
fotocopias, videos, documentos y publicaciones.
“En esas historias no hay
verdades absolutas o definitivas”, apuntan los curadores. “Las fronteras de lo
que es moralmente aceptable se desplazan de tiempo en tiempo. Las esculturas
clásicas que son iconos de la historia del arte no pocas veces tuvieron el sexo
encubierto. También las costumbres varían entre las culturas y las
civilizaciones. En diversas naciones europeas y comunidades indígenas, es
natural la desnudez expuesta en lugares públicos; la poligamia es aceptada en
algunos países islámicos; la prostitución es práctica legal en algunos estados
y condenada en otros; hay países donde el aborto es libre, pero hay otros donde
está prohibido. Incluso el concepto de niño ha cambiado a lo largo del tiempo,
así como las reglas de especificación etaria. Lo único absoluto, a lo que no
podemos renunciar, es el respeto al otro, a la diferencia y a la libertad
artística. Por lo tanto, es necesario reafirmar la necesidad y el espacio para
el diálogo y que se creen condiciones para que todos nosotros -cada uno con sus
creencias, prácticas, orientaciones políticas y sexualidades- pueda convivir de
forma armoniosa”.
http://artishockrevista.com/2017/11/15/historias-la-sexualidad-abre-medio-la-creciente-ola-censura-brasil/
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