martes, 3 de julio de 2018

CHAIKOVSKI: "CÓMO ECHO DE MENOS SER SU ESCLAVO, SU JUGUETE”


El compositor Piotr Chaikovski y su alumno Iosif Kotek.
Se publican en Rusia, sin censuras y por primera vez, las cartas en que el compositor ruso confiesa sus pasiones homosexuales.
XAVIER COLÁS

Piotr Chaikovski era devoto de su madre, un incomprendido en Rusia, muy admirado en Occidente y sostenido por una mecenas en la distancia. Compuso pensando en lo universal más que en el alma rusa, pero cuando cerraba tras de sí la puerta de su casa caían las imposturas de figura envidiada e incontestable.Los rusos tienen un refrán: "Glasa boyatsya, a ruki delayut". Significa que "los ojos tienen miedo, pero las manos hacen". El creador de El lago de los cisnes jamás asumió públicamente su homosexualidad, atemorizado por eventuales represalias. Pero las manos de Chaikovski no fueron tan inmóviles como la sociedad: escribieron cientos de cartas confesando sus sentimientos y desazones sobre sus amantes, amores platónicos, chulos y mujeres misteriosas. Parte de Rusia sigue sin creer que uno de sus creadores más sobresalientes se sentía atraído por los hombres. Pero ya nadie puede quedar indiferente ante la reciente publicación en inglés de Los papeles de Chaikovski: desvelando el archivo familiar (Yale University Press), una nueva edición de su correspondencia con pasajes anteriormente censurados por las autoridades rusas. Allí habla sin tapujos de su orientación sexual. Aparecen revelados sus deseos ocultos por otros hombres que conoció y sus amistades de clase alta. El asunto ha sido silenciado en Rusia, donde sigue siendo un tema muy controvertido, y hasta han cuestionado la autenticidad de cartas particulares guardadas en el archivo. "Dios mío, qué criatura angelical, y cómo echo de menos ser su esclavo, su juguete, su propiedad", escribe en una misiva sobre un sirviente.Marina Kostalevski, editora del libro, destaca como hallazgos "la libido sexual tan alta de Chaikovski y su descarado sentido del humor". La correspondencia original la forman más de 5.000 cartas que se conservan en los archivos de la Casa-Museo Estatal Chaikovski, en Klin, al noroeste de Moscú. Algunas cartas ni siquiera se habían publicado en ruso. En otra de ellas, que fue censurada en una recopilación previa en ruso, relata cómo ofrece dinero a un joven "de belleza impresionante" tras pasear con él, "pero él lo rechaza, lo hace por amor al arte y porque le encantan los hombres con barba". Tampoco se conocían sus episodios de voyerismo, con su amigo Petashenka, que acudía a su apartamento para ver a los cadetes formar en el cuartel que había frente a la ventana. Sus cartas a su hermano Modest (que también era gay) y sus mensajes a sus conquistas, como su alumno Iosif Kotek o su compañero de clase Aleksey Apujtin, completan un marco políticamente incorrecto para Rusia.El ministro ruso de Cultura, Vladimir Medinsky, ha dicho varias veces que no hay evidencia que sugiera que el compositor fuera homosexual. De hecho una película biográfica que empezó a plantearse hace cuatro años ignoraba su sexualidad, una cautela nada extraña en un país donde reivindicar cualquier atavismo gay puede chocar con la ley o suponer la pérdida de ayudas estatales. Kostalevski considera la homosexualidad de Chaikovski "el principal tabú", aunque su obra ya fue censurada durante los tiempos soviéticos para ocultar su interés por lo religioso "y sus referencias al régimen zarista".Las cartas también reflejan las luchas internas del compositor, su modestia, su gran timidez y su sentimentalismo. Y su incatalogable relación con Nadezhda von Meck, una acaudalada viuda que subvencionó su obra durante más de una década. Ambos mantuvieron una relación casi puramente epistolar. Chaikovski estaba atrapado en un falso matrimonio con Antonina Miliukova, y a la vez metido en un impostado juego de tonteo y seducción con Von Meck que no podía llegar a ningún lado: "Cada nota que salga de mi pluma estará dedicada a usted" y otras frases dulzonas es todo lo que esta madre de 11 hijos logró del artista.

http://www.elmundo.es/cultura/musica/2018/07/03/5b3b1d90468aeb43318b45a6.html

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