JUAN JOSÉ MILLÁS
Siendo como somos los españoles los primeros de Europa y los
segundos del mundo en el consumo de ansiolíticos, deberíamos estar más sedados.
Claro, que vaya usted a saber cómo están los griegos, por poner un ejemplo. Me
pregunto si los astronautas, al contemplar la Tierra a vista de pájaro,
perciben una suerte de lentitud zen en nuestros movimientos. Tal vez no
corremos con desesperación detrás del autobús que acaba de arrancar, como los
italianos, ni bajamos las escaleras del metro a velocidad suicida para colarnos
en el vagón antes de que cierren las puertas, como los franceses. Sería
interesante averiguar si las ratas de alcantarilla españolas, al alimentarse de
nuestras heces, son más tranquilas que las de los alemanes, no sé, o que las de
los suecos. Y si las plantas que crecen gracias a la humedad de las aguas
fecales patrias se estiran al sol para desperezarse más que para crecer unos
centímetros.
Nos acabamos de enterar de que somos el país más saludable del
mundo gracias a la dieta y al sistema sanitario. Al sistema sanitario,
añadimos, dispensador de los ansiolíticos que ingerimos masivamente con
resultados no del todo satisfactorios. Porque, a ver, tensiones tenemos, no hay
más que asistir a una comida familiar. Vivimos en un sobresalto permanente y
tiramos de insulto a la menor provocación. No resulta fácil reconocerse en la
imagen de “país más saludable”, a menos que el diagnóstico se refiera solo a
las cuestiones de orden físico. ¿Estamos fuertes? Sí. De hecho, aguantamos
jornadas laborales infinitas (y regalando a las empresas las horas extra),
madrugones criminales y polución a pulmones llenos sin pronunciar un ay. ¿Pero
cómo andamos de la cabeza pese a un tratamiento farmacológico tan agresivo?
https://elpais.com/elpais/2019/03/07/opinion/1551951451_952876.html
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