LA SHOÁ NO SE TOCA. La primera corrección de Vox en su zafarrancho
de combate cultural ha sido prescindir de Fernando Paz por sus teorías
históricas sobre el Holocausto. Por primera vez, el partido pareció sentir que
se le había «ido la mano» al acoger un discurso que escandalizó a sus propios
partidarios, que hasta ahora dispensaban a Vox un entusiasmo acrítico y
combativo. E. M.
Pude hablar una sola vez con alguien que hubiera estado en los
campos. Peter Viertel. Alemán de origen. Judío. Marido de Deborah Kerr.
Introductor de la primera tabla de surf en España. Miembro de la inteligencia
divina emigrada a Hollywood, tan nostálgica del mundo perdido como Zweig en
Petrópolis. Guionista, novelista, amigo de todos los americanos salvajes que
hicieron temblar vasos en Europa y en África. Lo conocí ya octogenario, en
pantalón corto y con unos calcetines de tenis subidos hasta las rodillas, en su
casa de Marbella, tan cercana a un campo de golf que a los gatos que se
asoleaban en el jardín de vez en cuando los dispersaba una pelota repentina
como una bala perdida.
Cuando empezó la guerra y a Hollywood llegaron noticias de cómo se
recrudecía la persecución de los judíos, Peter Viertel decidió alistarse. No
por patriotismo ni por un reclamo de la libertad, sino por auxiliar a los
judíos europeos y, de ser posible, zanjar con Hitler un asunto personal. Lo
destinaron al Pacífico. Gracias a los contactos familiares, pudo cambiar el
destino y llegó a Europa a tiempo de liberar Dachau con la 45ª División de
Infantería. Contaba que no quiso ver mucho, que sólo soportó la visión de los
cadáveres esqueléticos descubiertos al abrir las puertas correderas de los
vagones de mercancías donde había presos procedentes de los campos polacos
evacuados ante la llegada del Ejército Rojo. La famosa Marcha de la Muerte de
la que Primo Levi escapó al esconderse en la enfermería de Auschwitz, donde se
topó con un SS que hacía acopio de medicamentos antes de huir y que se quedó
paralizado un instante, como dudando si pegarle un tiro antes de escapar en
moto.
Dachau es el pueblo, cercano a Múnich, a cuya población los
americanos obligaron a visitar el campo, con sus muertos y sus no-muertos igual
de pestilentes, para enfrentarlos a lo que su país había hecho. Y eso que
Dachau, el primer lager y modelo de los posteriores, ni siquiera fue diseñado
para el exterminio, a pesar de disponer de una cámara de gas francamente modesta
para los propósitos industriales de la Solución Final. Cuesta creer que los
habitantes de Dachau no supieran qué ocurría allí. Cualquiera que haya visitado
el campo sabe que no lo construyeron oculto por vergüenza o afán de
clandestinidad. Está a las afueras, lo levantaron junto a la carretera
principal que atraviesa el pueblo. En todo Dachau debía de oler el humo de los
hornos, cuyo rendimiento no evitó que los americanos encontraran decenas de
cadáveres apilados en la estancia contigua, esperando turno para la cremación.
A 16 kilómetros de Múnich, en cuyos maravillosos biergarten hay tanta música de
viento y cordialidad los domingos.
Es verdad que Fernando Paz no negó el Holocausto. Hizo algo más
perverso. Lo redefinió, le modificó el contexto. De creer lo que dijo -e
intentó corregir cuando se vio acechado por los "medios del Ibex"-,
el Holocausto fue responsabilidad, en el Este, de auxiliares eslavos que
mataron a tiros enloquecidos por un antisemitismo propio y, en los campos, de
las enfermedades que asolaron los barracones. No niega, pero sí aligera por
tanto la importancia de la intencionalidad de Estado, de la conferencia de
Wannsee, de la operación Reinhard, del zyklon-B, del membrete sellado por un
funcionario en Berlín: "Solución Final para el Asunto Judío". El paso
fugaz de Fernando Paz, despedido a regañadientes, habrá servido para comprobar
hasta dónde están dispuestos a llegar los partidarios de Vox que hasta ahora,
con tal de librar ese "maquis cultural" contra la socialdemocracia,
parecían decididos a seguir siempre al partido según éste iba subiendo la
apuesta. Resulta que hay una verdad oficial que sí protegen, resulta que el
Holocausto no figura entre todo lo que hay que impugnar. Pues menos mal.
https://www.elmundo.es/opinion/2019/03/24/5c966d44fc6c83af378b4657.html
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