Ahora tú le dices a
un bachiller español si conoce el capítulo 7 de `Rayuela' o si saben algo de
alguien que se llamó Cortázar y mueve la cabeza diciendo no
Viñeta de 'Cortázar'
(Nórdica), cómic de Marchamalo y Torices.
Ese capítulo 7 de
Rayuela es el más transitado de una historia que sucede en París y que
revolucionó, en los sesenta, el modo de dibujar la boca con palabras. Julio
Cortázar detuvo ahí su novela e hizo poema del arte de la caricia. Esa prosa
justificaba ya el advenimiento de una literatura. Y ahora se sabe que la mitad
de los estudiantes españoles del Bachillerato no van a ser beneficiados por esa
alegría. Veamos qué se pierden.
Gabriel García
Márquez rayó la perfección del relato con su cuento más prestigioso, El coronel
no tiene quien le escriba. Onetti hizo de la noche que describe en El infierno
tan temido una receta para mirar la venganza y el vicio. Carlos Fuentes fue
capaz de hacer de ciudad de México un individuo. Vargas Llosa terminó en El
Jute, un bar de Madrid, algo que sucedía en las sórdidas callejas de un colegio
militar peruano, y lo hizo sobre un mármol que debajo tenía los nombres de los
muertos. Juan Rulfo dejó en Pedro Páramo un breviario de lo que pasa cuando ya
no hay nadie en el pueblo sino los muertos. Cabrera Infante, que ya estaba en
el exilio de Londres, dio con Tres tristes tigres una lección de cómo hacer que
las palabras suenen como la noche en el Caribe.
Luego vendrían otros
hispanoamericanos, a revolucionar, a hacer explosión, pues fue un boom, la
novela en lengua española. Fue una espiral infinita de gozo literario y de
reinterpretación de la realidad. Los españoles creíamos que la novela que venía
de allá se había detenido en Rómulo Gallegos y en Miguel Ángel Asturias.
Estaba, en aquella nómina previa al susodicho boom, gente como José Lezama Lima
o como Alejo Carpentier, ambos de la escritura crujiente o adormecida de Cuba.
Era, como se decía
aquí, una gozada de literatura a la que acudían público y escritores, hasta
hacer de aquella llegada de los bárbaros (feliz título de Jordi Gracia y
Joaquín Marco) una intrusión feliz en la literatura española de España.
Muchos nos educamos,
en los colegios mayores, leyendo aquel Toco tu boca del capítulo 7 de Rayuela,
muchos rebuscamos en el célebre libro de Luis Harss Los nuestros (publicado en
1966, todos estaban vivos) lo que tenía que decir la explosión más celebre de
nuestra reciente literatura. Y ahora tú le dices a un bachiller español si
conoce ese capítulo 7 o si saben algo de alguien que se llamó Cortázar y mueve
la cabeza diciendo no. Y esto que es una tragedia está pasando con Cortázar,
ay, y con todos los otros, porque en los institutos de bachillerato no está programada
esa gozada que es de nuestra lengua, que está en nuestra lengua y que mejoró
para siempre nuestra literatura. Como diría José Hierro: “No he dicho a nadie
que he estado a punto de llorar”.
https://elpais.com/cultura/2019/03/26/actualidad/1553614989_041171.html
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