BEATRIZ JUEZ
París
Varios equipos de
conservadoras tratan de reconstruir algunas de las piezas devastadas por un
grupo de manifestantes.
Reconstrucción del
'Genio de la patria', dañado por los 'chalecos amarillos'. STEPHANE DE SAKUTIN
AFP
Las imágenes del
Arco de Triunfo de París, saqueado y ultrajado por la furia de los chalecos
amarillos durante la violenta protesta del 1 de diciembre, dieron la vuelta al
mundo e indignaron a muchos políticos, ciudadanos y amantes del arte dentro y
fuera de las fronteras francesas tras el ataque a este monumento nacional.
Los destrozos
mostraron el lado más feo y violento de este movimiento social sin líderes y
sin ideología que ha puesto en jaque al Gobierno del presidente francés,
Emmanuel Macron.
"Los chalecos
amarillos triunfarán", "Macron dimisión" y "Cortamos
cabezas por menos que esto" (en referencia a la Revolución Francesa)
rezaban algunas de las pintadas que dejaron los chalecos más violentos en los
muros de este monumento nacional que corona los Campos Elíseos.
Los servicios de
limpieza se afanaron en limpiar lo más rápido que pudieron las pintadas, muchas
de ellas contra Emmanuel Macron, y en devolver al monumento mancillado, símbolo
de la grandeur de Francia, todo su esplendor exterior.
El Arco de Triunfo,
que cerró temporalmente tras los destrozos, abrió sus puertas a los visitantes
el 12 de diciembre. En 2017, lo visitaron 1,5 millones de personas, según datos
del Centro de Monumentos Nacionales de Francia.
Casi cuatro meses
después de esta violenta protesta, un grupo de turistas chinos se hacen a la
salida del metro fotografías y selfies con el Arco de Triunfo al fondo, ajenos
a lo ocurrido en diciembre. En el interior, sin embargo, las labores de
restauración de las obras más emblemáticas del monumento continúan.
Una enorme bandera
tricolor ondea bajo el Arco, que, junto a la Torre Eiffel, es uno de los
monumentos más representativos de París.
Una pareja de
turistas estadounidenses atraviesa el paso subterráneo que permite llegar a la
base del monumento sin tener que jugarse la vida cruzando la calle. La rotonda
de la plaza de la Estrella, sin semáforos y con 12 avenidas que la rodean, es
una de las más peligrosas del mundo, tanto para los cochesBajo el Arco de
Triunfo, la llama eterna arde en la tumba del soldado desconocido, un soldado
no identificado muerto en la batalla de Verdún y que representa a todos los
soldados fallecidos durante la Primera Guerra Mundial. Sobre la tumba, reposan
las flores frescas que Emmanuel Macron y el presidente chino, Xi Jinping,
dejaron con motivo de su reciente visita oficial a Francia.
Los visitantes
jadean y recuperan el aliento después de subir caminando los 286 escalones que
separan la terraza del suelo para poder admirar a vista de pájaro la avenida de
los Campos Elíseos y los principales monumentos de París. Algunos de ellos se
detienen en la sala del ático, donde está la tienda de souvenirs y un pequeño
museo que cuenta la historia de este monumento nacional, construido entre 1806
y 1836 sobre la gloria del gran ejército napoleónico que conquistó Europa.
Un equipo formado
por seis mujeres, dirigido por Agnès Le Boudec, restaura en la sala del ático
ante la mirada de turistas y curiosos las figuras destrozadas por los chalecos
amarillos durante la protesta de diciembre. Se calcula que las labores de
restauración durarán dos meses.
"Es importante
que el público pueda comprender lo que pasó y ver el trabajo de
restauración", consideró Bruno Cordeau, administrador del Arco de Triunfo,
en declaraciones a la prensa francesa. como para los peatones.
En esta sala, dos
tabiques de madera con ventana separan a las restauradoras de los turistas y
curiosos que visitan este monumento nacional. Se decidieron restaurar las obras
in situ porque eran demasiado frágiles para ser trasladadas a otro lugar para
su restauración, según los responsables del monumento.
Sí se pudo trasladar
el cuadro La Apoteosis de Victor Hugo de Guillaume Dufobe, que evoca el funeral
del escritor francés en 1885 bajo el Arco de Triunfo. El cuadro está siendo
restaurado en un estudio. El busto en mármol del rey Luis Felipe de Francia,
dañado con pintura por los chalecos amarillos, ya ha sido limpiado y está
expuesto al público.
Los más curiosos se
asoman por la ventana que hay en los tabiques para ver los avances de las
labores de restauración de la maqueta del Arco de Triunfo y del vaciado de
escayola del Genio de la Patria, los más dañados durante el asalto de los
chalecos amarillos.
Dos restauradoras
tratan de recomponer la maqueta del Arco de Triunfo, realizada en 1938 por el
arquitecto Georges Chedanne, como si de un gran puzle se tratara. La maqueta
tiene un gran agujero. Pequeños pedazos de yeso, algunos del tamaño de una uña,
reposan sobre bandejas a la espera de que las restauradoras encuentren el lugar
que les corresponde. Un auténtico rompecabezas.
Nadie trabaja en
esos momentos en la restauración del molde de yeso del Genio de la Patria, una
reproducción de una de las figuras que forman parte de la célebre obra de
François Rude La Partida de los Voluntarios, también conocida como La
Marsellesa.
Este altorrelieve
representa el genio de la Libertad con la figura de una mujer alada, con gorro
frigio o capucha de forma cónica, lanzando un grito de alerta ante la invasión
enemiga y que invita al pueblo al combate blandiendo su espada.
Las restauradoras,
convertidas en cirujanas plásticas del mundo del arte, quieren devolver al
Genio de la Patria el rostro que tenía antes de que los chalecos amarillos le
partieran la cara. El rostro desfigurado de esta mujer, con la mejilla y el ojo
derechos arrancados por los chalecos amarillos, se convirtió en un símbolo de
esa furia amarilla que no tiene respeto por nada ni nadie.
Ni siquiera por los
grandes monumentos nacionales.
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