LA ORQUESTA SINFÓNICA CHAIKOVSKY EN EL AUDITORIO NACIONAL DE MADRID
La Filarmónica. Sociedad de Conciertos. Concierto de clausura de la 2ª
temporada 2013/2014. Auditorio Nacional. Sala Sinfónica. Miércoles 21 de Mayo,
2014.
ORQUESTA SINFÓNICA CHAIKOVSKY.
Director. Vladimir Fedosseiev.
Yulianna Avdeieva, piano.
Piotr Ilich Chaikovsky (1840-1893)
--Vals del Ballet “La Bella Durmiente”, op. 66 (188-1889)
--Frédéric Chopin (1810-1849)
Concierto para Piano núm. 1 en mi menor, op. 11 (1830)
Allegro maestoso
Larghetto
Rondo: Vivace
--Dmitri Shostakovich (1906-1975).
Sinfonía Núm. 10, en mi menor, op.93 (1953).
Moderato
Allegro
Allegretto
Andante-Allegro
Considerada una de las formaciones más completas y reconocidas de Rusia,
esta orquesta fue fundada en 1930 como la Primera Orquesta Sinfónica de la Radio
Soviética. En esa época su director fue Alexander Orlov y ya desde entonces su
repertorio fue amplio y variado. Importantes artistas como los directores Cluytens,
Sébastian, Abendrot, Oirstrakh, o Richter formaron parte de su proyecto, así
como cantantes del prestigio de Freni, Pavarotti, Tretyakov o Ghiaurov.
Es un grupo que habitualmente está de gira por todo el mundo en capitales
como Tokyo, Londres, París, Milán, Múnich, Roma, Oslo, Praga y que participa de
festivales importantes como Edimburgo, Salzburgo o Hong Kong.
Vladimir Fedosseiev, que dirigió el concierto que nos
ocupa, es su Director Principal y Artístico
desde 1974, aparte de haber sido responsable invitado en Zurich,
Baviera, Colonia, Radio France y haber realizado una exitosa tournée por el
Reino unido. En 2009 fue director principal de la Orquesta Sinfónica de Milán
Giuseppe Verdi.
Por su parte, Yulianna Avdeieva,
obtuvo el primer premio en el Concurso Internacional de piano Frédéric Chopin
en 2010 en Varsovia y desde entonces no ha cesado de continuar estudiando
mientras recorre los continentes con la calidad de sus interpretaciones.
La velada comenzó de forma exquisita y plácida, con una partitura más que
reconocible: el Vals del ballet “La Bella Durmiente” de Chaikovsky, op. 66.
Esta elección y esta composición responden al gusto y al placer que los
antiguos dirigentes de Rusia manifestaban hacia la ópera y la danza. En esta
ocasión se trata de una de las páginas más populares del maestro ruso, gracias
además a la aparición de la versión de dibujos animados de Walt Disney, a
partir de los cuentos infantiles de Charles Perrault y los hermanos Grimm.
Las cuerdas se deslizan por la partitura como un guante, alguien mueve
ligeramente al compás la cabeza, el maestro Fedosseiev consigue una
compenetración absoluta con sus músicos que abren el apetito del público con
una recreación casi visual y pictórica de esta obra. Se trata de música
sinestésica, que invita a soñar y a dejarse llevar hacia otros mundos mejores y
más lejanos que el cotidiano, lleno de intranquilidad y complicaciones. Los
oyentes entendieron el mensaje y la performance comenzó como una fiesta.
El Concierto para piano núm. 1, en mi menor, op.11 de Chopin, cerró la
primera sección musical de la noche. Esta obra fue la segunda que escribió el
compositor polaco aunque fue la primera en realidad en editarse y se estrenó en
1830 en Varsovia.
Siguiendo las palabras del propio Chopin se podría decir que “Tiene un
carácter romántico de severa melancolía, la música intenta traducir las
impresiones que experimenta una persona cuando sus ojos reposan sobre un
paisaje conocido y amado que le despierta adormecidos y bellos recuerdos”.
Yulianna Avdeieva al piano contribuye aquí con su juventud y su toque marcial
(iba vestida de frac) a una prestación muy musical, con una inteligencia
emocional y una técnica depurada que sorprenden a su edad. Normalmente se consiguen
estas cotas con la veteranía en los músicos o con una experiencia que viene
dada por el paso del tiempo y las repetidas ejecuciones de las composiciones
reiteradamente visitadas.
La joven intérprete aprovecha muy bien el hecho de que Chopin escriba como
sus contemporáneos Schubert, Schumann o Liszt, música para el lucimiento y la
expansión afectiva los pianistas, con una inclinación inevitable al Romanticismo
que imperaba en el Arte y en los espíritus en la Europa de aquellos tiempos.
El piano impone su carácter y manda, sobre todo porque el despliegue
compositivo de la orquesta no es brillante, como en otras ocasiones, pero más
que suficiente para el lucimiento de Avdeieva, que tiene un especial vínculo de
comprensión y complicidad, no sólo con el director Fedosseiev sino también con
el concertino de la orquesta, y los primeros violines, muy cercanos y atentos,
rendidos a sus insinuaciones e indicaciones musicales.
Fue muy aplaudida la pianista, así como la orquesta. Al finalizar el
Concierto de Chopin, otro bis del mismo autor para piano solo, que Avdeieva
interpretó tal vez haciéndonos experimentar
una nostalgia del rubato o una cierta elasticidad que le faltó, dando
prioridad absoluta al virtuosismo y a la brillantez técnicos. Pocos lo
percibieron, salvo los que recordaban y comentaban las excelsas prestaciones de
un Claudio Arrau o de un Witold Malcuzínsky, dos artistas geniales y míticos,
de unos tiempos muy atrás en la historia del piano y claro, legendarios.
La forma sinfónica no tuvo tanto éxito en el país de los zares como sus
competidoras, el ballet o la ópera. De modo que Shostakovich intentó cambiar
esa tendencia, dedicándole unas piezas, como lo hiciera Chaikovsky (seis
sinfonías), Borodin (tres como Rachmaninov) o Glazunov (ocho). Shostakovich
escribió quince sinfonías. La número 10 que abrió la segunda parte de la velada
fue compuesta en 1953, en verano, poco después de la muerte de Stalin y se
estrenó en Leningrado (actual San Petersburgo).
Hay una cierta esperanza en ese momento de apertura en los años por venir,
catalizados por el nuevo dirigente Nikita Kruschev, a pesar de la famosa
anécdota de su golpe de zapato en una convocatoria de Naciones Unidas, dando
así cuenta de su intemperancia y de su escasa capacidad negociadora. El
compositor se había convertido en el artista “oficial” del nuevo país y sus
satélites, no sin que, sin embargo, se le diera en ocasiones advertencias sobre
una posible desviación estética.
A pesar de las dificultades propias de ese entorno, la Décima Sinfonía le
pareció apropiada a los censores aún con la tristeza y la negrura de algunos
sentimientos que pudiera inspirar en los oyentes menos positivos.
Fedosseiev consigue en esta partitura un buen inicio con las cuerdas
graves, seguidos de solos de clarinete y flauta bien acoplados en el resto,
para terminar con a tutti sobre unos acordes incisivos que se suavizan en un final
más tranquilo con dos flautines sobrevolando los larguísimos acordes de la
cuerda. Excelente.
Hay una evocación a Stalin en el segundo movimiento y en el tercero parece
un tema con su nombre. El último
movimiento, bajo la batuta del director, se explaya en un ambiente de danza y
fiesta popular (para eso son rusos, claro, ¡cómo no!).
Shostakovich dejó escrito en sus memorias que la sombra alargada de Stalin
está presente en toda la sinfonía y de hecho todas las circunstanciales vitales
y musicales del compositor estuvieron marcadas por la vara perseguidora del
partido comunista, siempre vigilante de la expresión y las vivencias de sus
representantes famosos e internacionales.
A pesar de los pesares, el compositor siguió llevando su obra por todo el
mundo, con los más y los menos de sus censores.
La Orquesta Sinfónica Chaikovsky vuelve a rescatar esta obra y este élan
para Madrid, donde sus músicos dieron pruebas de una interpretación ajustada y
canónica, dejando sin embargo espacio y territorio para la libertad y la
expansión que tiene que tener cualquier obra tocada por la magia del Arte.
Los presentes aplaudieron y agradecieron la velada, a pesar de que el
proyecto de la Filarmónica que inaugura dentro de unos meses con un repertorio
jugoso y seductor su próxima tercera temporada de abono 2014-2015 en Madrid, va
despegándose poco a poco de las obras más conocidas para bucear en aguas
siempre clásicas pero para un público más entrenado y disponible. Una gran
labor pedagógica que atiende siempre a la inclusión y la asistencia de los más
jóvenes en su trayectoria y en sus planes de futuro.
Alicia Perris
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