martes, 27 de mayo de 2014

LA FILARMONICA CIERRA SU PRESENTE TEMPORADA EN EL AUDITORIO NACIONAL

LA ORQUESTA SINFÓNICA CHAIKOVSKY EN EL AUDITORIO NACIONAL DE MADRID
La Filarmónica. Sociedad de Conciertos. Concierto de clausura de la 2ª temporada 2013/2014. Auditorio Nacional. Sala Sinfónica. Miércoles 21 de Mayo, 2014.
ORQUESTA SINFÓNICA CHAIKOVSKY.
Director. Vladimir Fedosseiev.
Yulianna Avdeieva, piano.
Piotr Ilich Chaikovsky (1840-1893)
--Vals del Ballet “La Bella Durmiente”, op. 66 (188-1889)
--Frédéric Chopin (1810-1849)
Concierto para Piano núm. 1 en mi menor, op. 11 (1830)
Allegro maestoso
Larghetto
Rondo: Vivace
--Dmitri Shostakovich (1906-1975).
Sinfonía Núm. 10, en mi menor, op.93 (1953).
Moderato
Allegro
Allegretto
Andante-Allegro
Considerada una de las formaciones más completas y reconocidas de Rusia, esta orquesta fue fundada en 1930 como la Primera Orquesta Sinfónica de la Radio Soviética. En esa época su director fue Alexander Orlov y ya desde entonces su repertorio fue amplio y variado. Importantes artistas como los directores Cluytens, Sébastian, Abendrot, Oirstrakh, o Richter formaron parte de su proyecto, así como cantantes del prestigio de Freni, Pavarotti, Tretyakov o Ghiaurov.

Es un grupo que habitualmente está de gira por todo el mundo en capitales como Tokyo, Londres, París, Milán, Múnich, Roma, Oslo, Praga y que participa de festivales importantes como Edimburgo, Salzburgo o Hong Kong.
Vladimir Fedosseiev, que dirigió el concierto que nos ocupa, es su Director Principal y Artístico  desde 1974, aparte de haber sido responsable invitado en Zurich, Baviera, Colonia, Radio France y haber realizado una exitosa tournée por el Reino unido. En 2009 fue director principal de la Orquesta Sinfónica de Milán Giuseppe Verdi.
Por su parte, Yulianna Avdeieva, obtuvo el primer premio en el Concurso Internacional de piano Frédéric Chopin en 2010 en Varsovia y desde entonces no ha cesado de continuar estudiando mientras recorre los continentes con la calidad de sus interpretaciones.
La velada comenzó de forma exquisita y plácida, con una partitura más que reconocible: el Vals del ballet “La Bella Durmiente” de Chaikovsky, op. 66. Esta elección y esta composición responden al gusto y al placer que los antiguos dirigentes de Rusia manifestaban hacia la ópera y la danza. En esta ocasión se trata de una de las páginas más populares del maestro ruso, gracias además a la aparición de la versión de dibujos animados de Walt Disney, a partir de los cuentos infantiles de Charles Perrault y los hermanos Grimm.
Las cuerdas se deslizan por la partitura como un guante, alguien mueve ligeramente al compás la cabeza, el maestro Fedosseiev consigue una compenetración absoluta con sus músicos que abren el apetito del público con una recreación casi visual y pictórica de esta obra. Se trata de música sinestésica, que invita a soñar y a dejarse llevar hacia otros mundos mejores y más lejanos que el cotidiano, lleno de intranquilidad y complicaciones. Los oyentes entendieron el mensaje y la performance comenzó como una fiesta.
El Concierto para piano núm. 1, en mi menor, op.11 de Chopin, cerró la primera sección musical de la noche. Esta obra fue la segunda que escribió el compositor polaco aunque fue la primera en realidad en editarse y se estrenó en 1830 en Varsovia.
Siguiendo las palabras del propio Chopin se podría decir que “Tiene un carácter romántico de severa melancolía, la música intenta traducir las impresiones que experimenta una persona cuando sus ojos reposan sobre un paisaje conocido y amado que le despierta adormecidos y bellos recuerdos”.
Yulianna Avdeieva al piano contribuye aquí con su juventud y su toque marcial (iba vestida de frac) a una prestación muy musical, con una inteligencia emocional y una técnica depurada que sorprenden a su edad. Normalmente se consiguen estas cotas con la veteranía en los músicos o con una experiencia que viene dada por el paso del tiempo y las repetidas ejecuciones de las composiciones reiteradamente visitadas.
La joven intérprete aprovecha muy bien el hecho de que Chopin escriba como sus contemporáneos Schubert, Schumann o Liszt, música para el lucimiento y la expansión afectiva los pianistas, con una inclinación inevitable al Romanticismo que imperaba en el Arte y en los espíritus en la Europa de aquellos tiempos.
El piano impone su carácter y manda, sobre todo porque el despliegue compositivo de la orquesta no es brillante, como en otras ocasiones, pero más que suficiente para el lucimiento de Avdeieva, que tiene un especial vínculo de comprensión y complicidad, no sólo con el director Fedosseiev sino también con el concertino de la orquesta, y los primeros violines, muy cercanos y atentos, rendidos a sus insinuaciones e indicaciones musicales.
Fue muy aplaudida la pianista, así como la orquesta. Al finalizar el Concierto de Chopin, otro bis del mismo autor para piano solo, que Avdeieva interpretó tal vez haciéndonos experimentar  una nostalgia del rubato o una cierta elasticidad que le faltó, dando prioridad absoluta al virtuosismo y a la brillantez técnicos. Pocos lo percibieron, salvo los que recordaban y comentaban las excelsas prestaciones de un Claudio Arrau o de un Witold Malcuzínsky, dos artistas geniales y míticos, de unos tiempos muy atrás en la historia del piano y claro, legendarios.

La forma sinfónica no tuvo tanto éxito en el país de los zares como sus competidoras, el ballet o la ópera. De modo que Shostakovich intentó cambiar esa tendencia, dedicándole unas piezas, como lo hiciera Chaikovsky (seis sinfonías), Borodin (tres como Rachmaninov) o Glazunov (ocho). Shostakovich escribió quince sinfonías. La número 10 que abrió la segunda parte de la velada fue compuesta en 1953, en verano, poco después de la muerte de Stalin y se estrenó en Leningrado (actual San Petersburgo).
Hay una cierta esperanza en ese momento de apertura en los años por venir, catalizados por el nuevo dirigente Nikita Kruschev, a pesar de la famosa anécdota de su golpe de zapato en una convocatoria de Naciones Unidas, dando así cuenta de su intemperancia y de su escasa capacidad negociadora. El compositor se había convertido en el artista “oficial” del nuevo país y sus satélites, no sin que, sin embargo, se le diera en ocasiones advertencias sobre una posible desviación estética.
A pesar de las dificultades propias de ese entorno, la Décima Sinfonía le pareció apropiada a los censores aún con la tristeza y la negrura de algunos sentimientos que pudiera inspirar en los oyentes menos positivos.
Fedosseiev consigue en esta partitura un buen inicio con las cuerdas graves, seguidos de solos de clarinete y flauta bien acoplados en el resto, para terminar con a tutti sobre unos acordes incisivos que se suavizan en un final más tranquilo con dos flautines sobrevolando los larguísimos acordes de la cuerda. Excelente.
Hay una evocación a Stalin en el segundo movimiento y en el tercero parece un  tema con su nombre. El último movimiento, bajo la batuta del director, se explaya en un ambiente de danza y fiesta popular (para eso son rusos, claro, ¡cómo no!).
Shostakovich dejó escrito en sus memorias que la sombra alargada de Stalin está presente en toda la sinfonía y de hecho todas las circunstanciales vitales y musicales del compositor estuvieron marcadas por la vara perseguidora del partido comunista, siempre vigilante de la expresión y las vivencias de sus representantes famosos e internacionales.
A pesar de los pesares, el compositor siguió llevando su obra por todo el mundo, con los más y los menos de sus censores.
La Orquesta Sinfónica Chaikovsky vuelve a rescatar esta obra y este élan para Madrid, donde sus músicos dieron pruebas de una interpretación ajustada y canónica, dejando sin embargo espacio y territorio para la libertad y la expansión que tiene que tener cualquier obra tocada por la magia del Arte.
Los presentes aplaudieron y agradecieron la velada, a pesar de que el proyecto de la Filarmónica que inaugura dentro de unos meses con un repertorio jugoso y seductor su próxima tercera temporada de abono 2014-2015 en Madrid, va despegándose poco a poco de las obras más conocidas para bucear en aguas siempre clásicas pero para un público más entrenado y disponible. Una gran labor pedagógica que atiende siempre a la inclusión y la asistencia de los más jóvenes en su trayectoria y en sus planes de futuro.

Alicia Perris 

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