El cineasta ultima en Madrid el estreno en Viena de su montaje del 'Così fan tutte' que diseñó para Gerard Mortier y que se estrenó en la capital en febrero del pasado año.
Michael Haneke, fotografiado esta semana en
Madrid durante los ensayos. JAVIER DEL REAL TEATRO REAL
DARÍO
PRIETO Madrid
Mucha gente se pregunta si Michael Haneke se ríe. Ayer,
incluso, hubo quien le planteó directamente cómo es posible que haga las
películas que hace una persona tan educada, paciente y afable, que es la imagen
que tienen de él los que han compartido las últimas semanas con el cineasta
austriaco en el Teatro Real de Madrid. Ante la pregunta, Haneke
efectivamente se rió y soltó, divertido: "Quizá no sea tan buena
persona como parece".
Haneke ha estado en Madrid supervisando los ensayos del 'Così fan
tutte', el montaje dirigido por él que se estrenó en el Real en febrero
del año pasado y a cuyo estreno no pudo acudir por tener que personarse en la
gala de entrega de los Oscar, donde se llevó el premio a la mejor película en
lengua no inglesa por 'Amor'.
El cineasta, que también recibió en 2013 el Premio Príncipe
de Asturias de las Artes, ha preparado así el desembarco del montaje
en Viena, donde se representará a partir del próximo 2 de junio dentro del
festival Wiener Festwochen. Haneke ha podido trabajar así con el director
musical Sylvain Cambreling, quien actualmente se encuentra al frente de la
Orquesta y el Coro del Real en las representaciones de 'Los cuentos de
Hoffmann'.
Como "fanático del control" que es, Michael Haneke
dice encontrarse más a gusto en el cine que en la ópera. En una película,
explicó ayer, puede supervisar hasta el último aspecto de la producción. Sin
embargo, la naturaleza viva del espectáculo operístico, con sus cambios y
evoluciones a través de las representaciones, le provoca "sentimientos
encontrados". A pesar de la emoción, los cantantes acaban llevando la
representación hacia un lugar que se escapa de su autoridad. En cambio, la actividad
cinematográfica le otorga "un poder más duradero" con el que se
encuentra más a gusto.
Pero hay otros factores que han terminado provocando que Haneke no
tenga pensado dirigir otra ópera después de esta producción. "El
negocio que rodea a la ópera es mortal para el arte", sentenciaba
ayer. "Hay muchísima presión de tiempo y esto acaba provocando que apenas
se den proyectos emocionantes de verdad". En ese sentido, lamentó que su
debut en este género, una producción de 'Don Giovanni' realizada en la Ópera de
París a propuesta de Gerard Mortier, cambiase a lo largo de sucesivas
reposiciones, con constantes variaciones en el elenco que provocaron que, al
final, no reconociese la ópera como suya. Por eso, y aunque "nunca"
le parece una palabra demasiado tajante como para pronunciarla, prefiere
abandonar el género operístico y centrarse en su nueva película, actualmente en
proceso de preparación. "Me han hecho muchas ofertas para que dirija otros
títulos y las he rechazado todas", aseguró a un grupo de periodistas en
una de las salas del Teatro Real.
Mortier, en la memoria
Siguiendo con el tema, dejó caer que esta decisión tiene que ver en
parte con la desaparición de Gerard Mortier, penúltimo director artístico del
Teatro Real y el hombre que le introdujo en este mundo. Del superintendente
belga, Haneke dijo que le ha echado de menos estos días en Madrid (también ha
echado de menos "poder ver algo de la ciudad y comer en condiciones, pero
hemos estado enfrascados en el trabajo sin apenas poder salir", se quejó
en tono divertido) y que "siempre estuvo del lado del arte",
aceptando "condiciones que otros muchos no aceptaban" y
"transmitiendo una gran confianza a todo el equipo". "Es
profundamente triste que ya no esté", lamentó.
Así que el futuro de Haneke parece circunscribirse al cine, aunque no
se sabe de qué forma ni en qué condiciones, porque se mostró reacio a
adelantar cualquier detalle de su nueva película. "No me gusta hablar
de huevos que no han sido puestos ni de osos que no han sido cazados, porque creo
que es contraproducente para mi trabajo y también para el espectador".
De igual manera, se negó radicalmente a clasificar sus películas de
ninguna forma, aunque no considera que su cine sea "duro", una
etiqueta que se le suele adjudicar debido a la crudeza con que suele presentar
los temas (la muerte, el sexo, la incomunicación, la violencia) y que él
rechaza, "igual que todas las etiquetas", explicando que "no
hace películas para hacer sufrir a la gente", sino para comunicar un
aspecto de la realidad que a él, como ser humano, le conmueve.
"Quizá", admitió, "como las películas convencionales
son tan de mentira, tan melosas, cuando alguien hace una de verdad, el público
la ve como algo raro". Una circunstancia fruto del afán por
"desconectar" que han impuesto las rutinas televisivas. "La
gente quiere encontrar algo que la calme, pero el arte no es así: el arte
debe inquietar".
Por todo ello, aplaudió la apuesta de Europa por apoyar el cine del
continente con ayudas, una iniciativa tan importante como el empeño de Francia
por dejar fuera del acuerdo comercial entre Europa y Estados Unidos a la
producción cinematográfica. "Ante el empuje del audiovisual estadounidense
y asiático, el cine europeo estaría muerto sin esas ayudas", denunció. Y
criticó la "voracidad" de la maquinaria de Hollywood, que
"quiere aplastar al cine europeo".
Una visión mercantilista que se opone a su interés por presentar en
imágenes los conflictos humanos, en el sentido amplio de la expresión. Aún así,
Haneke es reacio a abandonar los problemas en las relaciones personales en
favor de problemas más sociales o políticos. !Me interesa el destino individual
de las personas que viven en el presente, que por supuesto están dentro de una
situación social. El arte incide sobre la política y debe hacerlo. Pero a mí me
interesa lo personal, porque, en este tipo de apuestas, se corre el riesgo de
caer en la propaganda y en el cliché!, aseguró antes de una última sonrisa.
http://www.elmundo.es/cultura/2014/05/24/537fad5a22601dda0f8b4572.html
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