CARLOS BOYERO Cannes
El director británico Mike
Leigh, ayer en Cannes. / ANDREAS
RENTZ (GETTY IMAGES)
Toda la filmografía del director inglés Mike Leigh
posee su inconfundible sello y la seguridad de que no obedece a proyectos
alimenticios. Hace las películas que desea hacer (tal vez por ello su obra no
es extensa) y su lenguaje para contar historias de gente común aquejada por
sobresaltos o tragedias es tan personal como reconocible. Admitiendo su
permanente autoría hay veces en las que me ha conmovido, como enSecretos y
mentiras, Todo o nada, El secreto de Vera Drake y
Another year y otras en las que tiene un don especial para alterarme los
nervios, habitadas por personajes que me resultan insoportables y que solo
deben de tener interés para su creador, como en el caso de Topsy-Turvy y Happy,
un cuento sobre la felicidad.
En Mr. Turner, Mike Leigh permanece
fiel al tono de su obra pero en esta insólita ocasión no hace un retrato de
gente anónima sino que se centra en J. M. W. Turner, aquel pintor
extraordinario del siglo XIX cuyos paisajes mantienen intacta su maestría y su
capacidad de fascinación. Tratándose de este director sabemos que su homenaje
no será académico ni convencional, que Turner y su época serán tratados con
realismo extenuante, que no habrá ningún tipo de maquillaje tratando de
embellecer o hacer cálida la historia. Turner es un hombre gordo que parece
gruñir en vez de hablar, se desentendió hace tiempo de su esposa y de sus
hijas, tiene una sirvienta contrahecha a la que trata desdeñosamente y que
también es su amante, mantiene una relación extraña con las putas de los burdeles,
solo parece amar a su exótico padre que le cocina cabezas de cerdo y le sirve
de ayudante. Turner también está convencido de que el único dios que existe
para él es el Sol, al que persigue incesantemente en todo tipo de paisajes y de
geografías para captar con sus pinceles su nacimiento y su crepúsculo.
Igualmente es capaz de exponerse a pillar la peor bronquitis al empeñarse en
ser atado en la popa de un barco en medio de la tormenta para que su mirada y
sus sentidos capten con absoluta intensidad y fidelidad ese paisaje que después
recreará en sus cuadros. Es pudiente, es famoso, su maestría es reconocida,
pero en algún momento perderá el favor de los reyes. Los últimos años de este
hombre extraño y misógino serán bendecidos por su mutuo amor hacia una viuda
sesentona con la que no se siente asfixiado, que otorga paz al perpetuo
torturado.
Durante gran parte del metraje Mike
Leigh sabe mantener el interés del espectador hacia un personaje que crea
curiosidad y desasosiego, pero como ya le ha ocurrido en otras ocasiones alarga
innecesariamente lo que pretende contar. Nadie parece haberle convencido en el
montaje de que conviene aligerar. A esta película le sobra más de media hora. Y
es una pena. La desmesura de Leigh tampoco me sirve de consuelo psicológico
para prepararme adecuadamente ante los 200 minutos que dura la película turca
que veremos mañana. Aunque los metrajes muy largos también pueden hacerse
cortos cuando te apasiona lo que estás viendo. En mi caso, entré con temores y
prejuicios en la pasada edición de Cannes ante las tres horas intimistas que
duraba La vida de Adèle y salí emocionado.
Cualquier persona con un mínimo de racionalidad y
de corazón se siente horrorizada ante el rapto de cientos de niñas en Nigeria
que ha perpetrado un fundamentalista tan bárbaro como zumbado. La películaTimbuktu,
dirigida por el mauritano Abderrahmane Sissako, describe las salvajadas que
impone el nuevo poder de los integristas religiosos a los habitantes de un
convulsionado pueblo. Jugar al fútbol, oír música o fumar un cigarrillo son
causas suficientes para ser lapidados. Parece tenebrosamente surrealista pero
es lamentablemente real. Lo que cuenta Timbuktu puede erizarte
el cabello pero su lenguaje no posee la misma fuerza que la atrocidad que
denuncia. Es una película en la que valoras más sus intenciones que su arte.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/15/actualidad/1400174068_487960.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario