sábado, 31 de mayo de 2014

UNA FORZA DEL DESTINO DE CINE EN EL PALAU



Este sábado arranca el Festival del Mediterrani del Palau de les Arts. Zubin Mehta dirige una versión muy cinematográfica de La forza del destino urdida por David Livermore y la reposición del triunfante Turandot de Chen Kaige. También homenajea a Strauss con un concierto.

ARTURO REVERTER 


El tenor Gregory Kunde protagoniza una versión de La forza del destino inspirada en el cine negro.

Este año el Festival del Mediterrani, que desde hace siete organiza el Palau de les Arts de Valencia, tiene aún más recortado su radio de acción a causa de la crisis. Aun así, las cosas que ofrece tienen valor. Lo tiene la nueva producción de La forza del destino de Verdi, cuya primera representación es mañana y que viene avalada por la presencia del tenor norteamericano Gregory Kunde, triunfador en la pasada convocatoria con Otello, que es hoy uno de sus papeles estrella. La evolución de este cantante, antiguo tenor lírico-ligero, ha sido asombrosa. Es sorprendente que a los 60 años Kunde mantenga sus constantes y que la amplitud de su emisión, la contundencia de su sonido, la extensión y la resistencia del instrumento permanezcan incólumes, sólo con algunos signos de fatiga.

La parte de don Álvaro es dificultosa. No necesita un tenor verdaderamente dramático como el que ha de encarnar al Moro, pero sí, al menos, un lírico-spinto de ancho aliento, de agudo firme, de cuidada línea para enunciar el lirismo a flor de piel de su famosa aria O tu che in seno agli angeli o de extrema delicadeza para cantar el sereno dúo Solenne in quest'ora. A su lado figuran voces igualmente importantes, como la de la soprano spinto Liudmila Monastirska, una de las mejores intérpretes actuales de Verdi, o como la de la mezzo Ekaterina Semenchuk, que ha de apechugar con la espinosa y aguda línea vocal de Preziosilla. El joven barítono veronés Simone Piazzola es el antipático y vengativo don Carlos de Vargas, mientras que el Padre Guardiano es el sólido bajo nórdico Stephen Milling.

La batuta estará, como es norma en este festival primaveral, en la mano de quien es su presidente, Zubin Mehta, que es a la vez el titular de la Orquesta de la Comunidad Valenciana. Pocos maestros como él poseen la autoridad, el mando flexible y el sentido del ritmo, unidos a un ejemplar manejo del rubato, que exige una ópera caleidoscópica como La forza del destino, extensa, variada, irregular, cambiante; un gran fresco en el que se dan cita acontecimientos de todo tipo, desde arias de candente lirismo o serenos cánticos celestiales a coros patrióticos y abigarrados o solemnes explosiones llenas de directo dramatismo. El director se hace eco de los valores de la producción, que viene firmada por Davide Livermore, regista preferido de la intendente del teatro, Helga Schmidt, y que meses atrás triunfó con una colorista Bohème. Para esta ocasión ha preparado un montaje muy austero, con una atmósfera de cine en blanco y negro que remite al Gabinete del doctor Caligari.

La segunda ópera seleccionada, la imponente Turandot de Puccini, se presenta en un montaje ya conocido de Chen Kaige, que abunda en las características orientalizantes, un poco de guardarropía, en las que se ve envuelta una narración que recupera tópicos y los moderniza de acuerdo con una música de enorme valor, de una plasticidad magnífica y de una elaboración técnica que conecta con lo que se estaba cociendo en la Europa de los años veinte del siglo pasado. Mehta ha sido siempre un formidable defensor de la partitura, y su sensacional grabación en Decca lo demuestra. El reparto, sin llegar a la altura del de Forza, es muy notable. A la cabeza, el Calaf del canario Jorge de León, asentado ya como tenor di forza, que exhibirá sin duda su poderosa franja aguda, vibrante, consistente, solar y vigorosa. Ocasiones no le faltarán para ello en una composición que prevé hasta el do sobreagudo. Nota a la que ha de acceder asimismo la soprano protagonista, que en este caso es la norteamericana Lise Lindstrom, una de las más famosas Princesas de la actualidad. Sin ser una dramática, posee penetración y metal.

El festival se completa con un concierto dedicado a Richard Strauss en el 150° aniversario de su nacimiento. A cargo, por supuesto, de Mehta, que ha dado espléndidas muestras a lo largo de su carrera de identificarse con la música del bávaro. Ha elegido un programa muy interesante. En la primera parte el descomunal poema sinfónico Así hablaba Zaratustra y en la segunda la suite de El caballero de la rosa y los Cuatro últimos lieder, que cantará la soprano lírica Dorothea Röschmann, quizá una voz de poco peso, aunque cantante de indudable clase.

Para Mehta Strauss es el resultado de una combinación de la tradición muniquesa y vienesa, que aparece contenida en el meollo de esa gran ópera sobre libreto de Hofmannsthal. La idea era haber montado la obra, pero las dificultades presupuestarias echaron abajo el proyecto. De ahí que se determinara su sustitución por aquellas tres partituras. Cerrar el concierto con esas canciones es hacerlo en belleza.

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